El fútbol, siempre, pero siempre, exige ser el mejor. Así se enseña en las cátedras. Así lo explica la historia. No importan tanto nombres, equipos, protagonistas ni torneos. Ni siquiera que no hayan viajado los mejores. Tampoco, que el torneo no es de un valor mayúsculo. El certamen futbolero de los Panamericanos no clasifica para los Juegos de Londres: ese dorado objetivo ya había sido derrochado. Lo que representaba este desafío para el equipo de Walter Perazzo era un aliciente, una pequeña porción de alegría luego de aquella dolorosa frustración olímpica. Sin embargo, no pudo. No supo, tampoco. Y perdió contra México, el equipo local, el que fue respaldado por una auténtica multitud enloquecida. El 1 a 0 del seleccionado azteca no lo dejó vacío al equipo nacional, que consiguió la medalla de plata. ¡Pero qué sabor a poco tiene! Un sabor amargo. Porque el fútbol argentino es así. No acepta derrotas dignas. Y peor aún, la última imagen, con dos expulsiones.
El combo de los tropiezos en conjunto (el hockey, el básquetbol, el voleibol) se produjo en un inédito viernes negro. Es que, más allá de las buenas noticias en algunos desempeños individuales, resultó una jornada que no será recordada.
Será, seguramente, el final de un ciclo. El de Perazzo, un entrenador con gran sapiencia en el terreno juvenil. Sin embargo, en el Sudamericano salió tercero, detrás de Brasil (campeón) y Uruguay: allí perdió la posibilidad de viajar a Londres. Sólo se clasificó para el Mundial. Sin embargo, en Colombia, se frenó en los cuartos de final, en la serie por penales contra Portugal.
Era, ésta, la última oportunidad para aferrarse al sillón. No pudo Perazzo; tampoco su equipo, compuesto por Julio Olarticoechea y Esteban Pogany. Su contrato había finalizado en agosto último y tuvo una prórroga hasta diciembre. Aunque, se entiende, el final se produjo anoche.
¿El partido? Poco y nada. México fue superior. La primera etapa fue soporífera. El anotador quedó vacío: no hubo ni una sola situación de gol. Luque no tuvo imaginación para imponer su atractivo juego y Sergio Araujo, en el ataque, sufrió el mal de ausencias: pareció un llanero solitario en el desierto. El final, lo mismo: aunque sólo salvado por el tanto de Amione.
Eso sí: las brusquedades, lamentablemente, matizaron el epílogo: volaron las tarjetas amarillas, dos rojas argentinas (David Achucarro, el exaltado jugador de Boca, y Andrada, el arquero de Lanús) y varios golpes a destiempo. Una auténtica pena.
Uruguay logró la medalla de bronce, al vencer por 2 a 1 a Costa Rica. El telón para un torneo que dejó sin festejo final a la Argentina.