A dos horas y media de distancia de la Ciudad de San Juan, respetando velocidades mientras se disfruta el camino, se llega a Puchuzún, en Calingasta. El tiempo parece haberse detenido y la tranquilidad campa a sus anchas entres paisajes que enamoran. Cualquier escala de estrés queda reducida a la mínima expresión.
El invierno se despidió después de haber dejado gélidas jornadas y copos de nieves en muchas fotografías. Ahora llega el turno de tapizar de primavera la flora nativa como así también esos frutales que con sus flores regocijan las miradas.
La paz se encuentra hasta debajo de las piedras y eso que desde hace unas semanas la conexión Wifi que presenta todo el pueblo es realmente asombrosa, especialmente si uno se ubica sobre el asfalto de la Ruta Provincial 412. En el caso de que se esté más retirado, el 4G de las compañías corre muy bien.
Pero en este lugar la idea es desconectar, dejar las pantallas para otro momento y permitirse ser seducido por el canto de las aves autóctonas, los imponentes amaneceres y ocasos que desprende la paleta de la naturaleza. Y también llenarse el pulmones del aire fresco y limpio que pulula por todo Puchuzún.
Sorprende la melodía de los canales alternando el protagonismo con el graznido de algún pato que se ve alterado por el paso de algún auto o el ladrido de un perro.
Cuesta cruzarse a lugareños, pero aparecen como por arte de magia si uno necesita hacerse con un pan casero, un delicioso dulce o simplemente buscar dar con alguna ubicación.
Las alamedas también van sacudiéndose la modorra invernal y se preparan para una nueva temporada estival, en la que su presencia redobla la importancia por la sombra que proyectan.
Hay que saber, que si se profesa una nutrición especial, es mejor dejarse caer con las provisiones adecuadas. O, en el peor de los casos, no cuesta nada pegarse un piquecito hacia la Villa Calingasta, donde hay comercios muy bien equipados.
El calor del sol ya ha empezado a hacerse notar, pero no se puede dejar de recordar que por las noches la temperatura cae, haciendo más que oportuna la presencia de algún abrigo.
Para refrescarse durante el día espera el río Castaño, en el flanco este de la espigada localidad calingastina. Es bueno saber que cuenta con un caudal importante y que en algunos puntos de su recorrido se debe tener mucho cuidado para no pasar sobresaltos.
Eso sí, aquella persona más curiosa -y voluntariosa- que se permita caminar por la margen del río podrá encontrarse con maravillosos espacios sombreados donde anclar una reposera y disfrutar de unos mates o alguna bebida fresca acompañados de algún tentempié.
Puchuzún tiene todo lo necesario para resetearse y deja abierta la imaginación a una infinidad de actividades para disfrutar con la familia y amigos de una experiencia inolvidable.