Usar tarjetas de crédito es una parte esencial del consumo moderno. A diario, millones de personas las utilizan para financiar sus compras, planificar sus gastos y aprovechar promociones.
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SUSCRIBITEUsar tarjetas de crédito es una parte esencial del consumo moderno. A diario, millones de personas las utilizan para financiar sus compras, planificar sus gastos y aprovechar promociones.
Sin embargo, surge una pregunta clave cuando los adolescentes comienzan a interesarse en las finanzas: ¿a partir de qué edad se puede acceder a una tarjeta de crédito en el país?
La legislación en Argentina establece ciertos límites y requisitos. Las instituciones financieras, a su vez, imponen sus propias reglas. Este contexto lleva a muchas familias a preguntarse cuándo es el momento adecuado para introducir a sus hijos en el mundo del crédito.
En Argentina, la mayoría de edad legal es a los 18 años. A partir de ese momento, cualquier persona puede solicitar una tarjeta de crédito a su nombre. Sin embargo, alcanzar esta edad no es garantía de aprobación inmediata. Las entidades bancarias suelen exigir ciertos requisitos adicionales, como ingresos comprobables o un historial crediticio.
Para los jóvenes que recién cumplen 18, esto puede convertirse en un obstáculo inicial. Es común que se recomiende a quienes desean obtener una tarjeta comenzar con una cuenta bancaria básica o una tarjeta de débito, para luego ir construyendo su perfil financiero.
En algunas situaciones, los bancos permiten que los adolescentes mayores de 16 años accedan a tarjetas de crédito a través de una extensión de la cuenta de un titular adulto. Esto, claro, bajo la supervisión y responsabilidad del adulto.
En estos casos, los menores aparecen como usuarios adicionales, pero no tienen control pleno sobre la cuenta. Esto puede ser una manera gradual de introducir a los jóvenes en la gestión de sus finanzas sin que asuman la responsabilidad total.
Por lo general, esto nos dice que siempre es buen momento para pedir una tarjeta, ya que le permite a los padres ofrecer educación financiera práctica a sus hijos.
Aunque la ley permite el acceso a las tarjetas a partir de los 18 años, los bancos tienen autonomía para establecer condiciones adicionales. Es habitual que se exija un ingreso mínimo, que varía según la entidad y el tipo de tarjeta solicitada.
Para los estudiantes universitarios, algunos bancos ofrecen tarjetas especiales con menores exigencias, entendiendo que los ingresos pueden ser bajos o nulos durante los años de estudio.
Además, es crucial contar con un historial crediticio adecuado. Aquellos que ya han utilizado tarjetas de débito o han solicitado algún crédito personal tienen mayores probabilidades de aprobación.
Por otro lado, el historial crediticio comienza a construirse desde el primer momento en que una persona accede a cualquier tipo de crédito.
La posibilidad de acceder a una tarjeta de crédito a una edad temprana puede tener beneficios y desventajas. Una ventaja significativa es la oportunidad de comenzar a construir un historial crediticio temprano.
Esto puede facilitar el acceso a créditos más grandes en el futuro, como préstamos hipotecarios o automotores. También, una tarjeta permite acceder a promociones y descuentos exclusivos, lo que puede ayudar a los jóvenes a organizar sus gastos de forma más efectiva.
También está el hecho de que siempre es buen momento para pedir una tarjeta, ya que, en una economía tan volátil, cualquier herramienta financiera es útil.
Sin embargo, también tenemos a la desventaja del mal uso del crédito. Es fundamental comprender que una tarjeta de crédito no es dinero extra, sino una forma de diferir pagos.
Si no se utiliza con responsabilidad, el saldo acumulado puede generar intereses altos, llevando a un endeudamiento difícil de manejar.
Los padres juegan un papel clave en la educación financiera de sus hijos. Introducir el concepto de crédito a temprana edad puede ser positivo si se hace de forma correcta.
Muchas familias optan por explicar cómo funcionan las tarjetas de crédito y qué implicancias tienen los intereses, los plazos de pago y el endeudamiento.
Esto permite que los jóvenes comprendan las consecuencias de sus decisiones financieras antes de tener acceso pleno a una tarjeta.
Además, cuando se les otorga una extensión de una tarjeta, los adolescentes comienzan a practicar la gestión del dinero bajo la tutela de sus padres. En este contexto, la supervisión es crucial.
Es necesario acordar límites de gasto y explicar claramente que cualquier exceso puede traer consecuencias que van más allá de lo inmediato.
Uno de los principales beneficios de otorgar una extensión es que permite a los jóvenes comenzar a familiarizarse con el manejo de una tarjeta sin estar completamente solos. Al ser una extensión, el titular original de la cuenta (generalmente un padre o tutor) sigue teniendo control sobre los gastos y los límites.
Esto crea un entorno seguro donde los adolescentes pueden cometer errores menores sin consecuencias graves, siempre y cuando se mantenga un monitoreo constante.
Otra ventaja es que este tipo de práctica puede fomentar la responsabilidad en cuanto al uso del dinero. Al tener acceso a una tarjeta de crédito, el joven aprende a diferir pagos, a gestionar su presupuesto mensual y a evitar sobrepasarse en sus gastos.
Si se hace con supervisión, este proceso puede ayudar a desarrollar hábitos financieros saludables para el futuro.
En definitiva, otorgar una tarjeta de crédito o una extensión a un hijo puede ser una decisión útil si se maneja con responsabilidad. Como en muchos aspectos de la vida, la clave está en la educación y la supervisión.
Si los jóvenes comprenden desde el principio que el crédito no es dinero extra, sino una forma de gestionar pagos, tendrán una base sólida para evitar problemas financieros en el futuro.
La introducción temprana al mundo de las finanzas puede ser positiva, siempre que se haga con las precauciones necesarias. En este sentido, la extensión de una tarjeta de crédito puede ser una herramienta valiosa, pero solo si se la utiliza de manera responsable y con una comprensión clara de sus riesgos.
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