Carlos María Domínguez es el nuevo Obispo Auxiliar de San Juan. Está en la provincia desde el viernes 14 de junio y charló en exlusiva con Tiempo de San Juan. El religioso, un “ Agustino Recoleto”, estaba cumpliendo un servicio de gobierno en España y fue allí donde recibió la noticia de su nombramiento episcopal y por eso se trasladó de Madrid a San Juan.
Estas son algunas de las frases que dejó:
“La primera impresión de San Juan y de los sanjuaninos ha sido maravillosa porque me he sentido acogido, bienvenido y esperado. La verdad que ha habido mucha cordialidad en el primer contacto con todos”.
“Al Papa lo conozco, yo fui Superior en Argentina de los Agustinos Recoletos viviendo en Buenos Aires cuando Bergoglio era mi obispo. Hemos tenido contacto, diálogo y lógicamente nos conocemos, ser conocido por el Papa no es fácil. Lo que me genera la obligación con los sanjuaninos es el encargo que me dio la Iglesia de ser pastor de esta Arquidiócesis. Obviamente es un plus ser conocido por el Papa Francisco pero no es lo más importante”.
“No le he preguntado muchas cosas a Lozano sobre San Juan, sino que dejé que él me contara de la realidad de la Iglesia de acá, de los sacerdotes, de los religiosos, de los laicos, del camino pastoral que está haciendo la Iglesia en San Juan y lógicamente surgen un montón de preguntas e inquietudes, sobre todo a medida que uno vaya caminando y conociendo más la realidad de este lugar”.
“Lo que me llamó la atención ha sido la calidez de la gente. Conozco la realidad de la Iglesia de San Juan de manera somera, en datos. Ayer tuve la posibilidad de conocer a todos los sacerdotes y seminaristas de la Arquidiócesis y bueno, al ir caminando iré conociendo aún más”.
“El obispo auxiliar es simplemente el que ayuda, auxilia, da una mano. El obispo principal y titular de la Arquidiócesis es Monseñor Lozano. Yo no vengo porque él se vaya a ir o porque esté enfermo, simplemente vengo a dar una mano porque él le pidió al Papa Francisco que alguien venga a dar una mano. El Papa se lo concedió”.
“Para mí, llegar de otro país no es un problema, porque soy argentino y vuelvo a mi tierra, a mi patria. Lógicamente el desafía mayor es el de ser obispo, una responsabilidad muy grande por tener que entregar toda la vida a la Iglesia y al pueblo de Dios. Yo he elegido como lema episcopal “Alegres en la esperanza” porque es una necesidad imperiosa y urgente que un obispo aliente al pueblo en la esperanza, a vivir la alegría del encuentro con Jesús y hay muchas situaciones que precisamente desesperan y el mejor servicio que yo puedo prestar es alentar la esperanza del pueblo”.