La casa de Rodolfo Ferrer adelanta a quien ingrese que el propietario de esa vivienda es un artista. Y tal cual, Rodolfo es un artista: sabe sobre teatro, danzas, escenografía, maquillaje. Trabajó como actor y bailarín en la televisión y en los teatros de la calle Corrientes. Fue el director de la Polivalente y según dijo, ordenó el establecimiento educativo. A diferencia de lo que el inconsciente colectivo cree de los artistas, Rodolfo es un defensor de la disciplina en el arte y así se manejó a lo largo de su vida. Su rigurosidad es una de las cualidades que los alumnos le terminaron agradeciendo.
Rodolfo es sanjuanino, nacido en Santa Lucía y criado en Capital. Empezó la primaria en la escuela Santa Rosa de Lima, luego siguió en la Fray Justo Santa María de Oro y terminó en la Alem. Recordó a su primera maestra, la hermana Genoveva, una monja que si bien no era muy adepta a las técnicas pedagógicas fue quien le enseñó a leer y escribir. Cuando era chico, era muy tímido. Pudo vencer la timidez gracias a la lectura y al arte.
La secundaria la terminó en la escuela de Comercio. Nunca ejerció como perito mercantil. Un año después de egresar se mudó a Buenos Aires, donde estudió Teatro. Empezó con la improvisación, posteriormente entró a la Escuela Nacional de Danza, donde hizo dos profesorados: el de Expresión Corporal y el de Folclore. Para solventar sus estudios, gracias a Waldo Belloso, entró a la compañía de Margarito Tereré, con quien hizo televisión y teatro en la calle Corrientes.
Por cuestiones familiares, decidió volver a San Juan. Si bien en un principio le costó insertarse, hizo un trabajo de hormiga y lo logró. Arrancó dando cursos a docentes, luego dio clases a chicos con capacidades especiales y paralelamente en el ministerio de Educación lo nombraron coordinador de Experiencias Educativas. "No me imaginé como docente, fue un camino que se me fue abriendo”, señaló.
Luego de pasar por varias escuelas enseñando, terminó en el Polivalente, de donde se jubiló y de donde salieron docentes egresados de Danza Clásica, de Cerámica, de Folclore, de Artes Plásticas, de Música, entre otras especialidades. Su labor más importante en el establecimiento fue haberlo insertado en la sociedad.
Una de las características de su trabajo al frente del Polivalente fue haber logrado unir la disciplina con la actividad artística. "El arte es disciplina, es la única manera de ver el arte y de lograr cosas”, explicó firmemente convencido de sus palabras. "A veces era hasta severo pero ahora los chicos me lo agradecen, hasta los padres lo agradecen”, agregó.
Mientras era director del Polivalente, le llegó una invitación de la Universidad Nacional del Arte, de donde se recibió de Licenciado en Artes. Si bien el perfeccionamiento académico no le iba a servir económicamente, decidió hacerlo y lo logró con un promedio de 9,98. Estar a un paso de jubilarse no fue una excusa para no perfeccionarse. Ese espíritu deseoso de saber atravesó toda la vida de Rodolfo, que es un incansable y eterno perfeccionista.
Rodolfo fue uno de los precursores en dictar clases de educación sexual en una escuela pública sanjuanina. Las charlas eran dictadas por una médica y los jóvenes despejaban sus dudas anotando preguntas en un buzón, de manera anónima. Ferrer siempre fue un adelantando a las épocas, esto no lo dice él, sino sus colegas y alumnos.
Llama la atención la perfecta gesticulación y pronunciación que tiene este hombre de cabello claro. Le da el tono exacto a cada palabra, acentuando aquellas que son más importantes en su discurso.
A simple vista, el espectador percibe que Rodolfo es un hombre que se cuida físicamente. Al recibir a este equipo periodístico, tenía un jean casual y una remera negra a rayas que no cualquier silueta puede lucir.
La gente que no conoce a Rodolfo por su trabajo docente, lo conoce por sus apariciones en el programa La Ventana, donde fue jurado en los concursos musicales. "La hija de Bataller era mi alumna. Fui varias veces a su casa, compartí algunas reuniones sociales. De esta manera empecé a tener contacto con Juan Carlos”, recordó. Al mismo tiempo, analizó: "Estar en televisión es otra experiencia, enfrentar una cámara no es fácil. Es un ámbito que le da un training al artista”.
Una de las grandes pasiones de Rodolfo es el vestuario. Tiene infinidad de trajes, algunos de 1810. Entre las curiosidades que posee hay lápices labiales que venían en estuches de bronce, pinzas de hierro para hacer rulos, entre otras cosas. Con varios de esos trajes se montó una exposición en la Casa de Sarmiento en beneficio de la Casa Cuna.
Considera que no tiene pelos en la lengua, se define como demasiado crítico. No tuvo problema en criticar la Fiesta Nacional del Sol, celebración que considera "sin identidad”.
Después de jubilarse, la rutina de Rodolfo cambió. Se levanta temprano, toma mate, lee los diarios, se reúne con sus amigos y hasta dicta charlas. Hace lo que siente, vive acorde a sus propias reglas, como siempre lo hizo a lo largo de su vida.
Anécdotas
-"Mi madre se sentaba con su mate, yo al lado con el mate de leche. Ella hacía las palabras cruzadas, se hacía la que no sabía y me pedía que trajera el diccionario. Ella me hacía leer el significado de las palabras. Eso incrementó mi vocabulario”.
-"La televisión es imagen y dar esa cosa anécdota. Yo nunca repetí en todos los años que estuve la ropa. No tenía una empresa que me la facilitara. Siempre me compraba camisas, acá y cuando iba a Buenos Aires. Algunas las he regalado, eran cientos de camisas”, contó entre risas.