Era sábado 15 de enero de 1944. Los padres de María Estela Pizarro estaban listos para unirse en matrimonio, pero ese día sucedió algo que les cambió la vida no solo a ellos, sino a toda la provincia. Pese a la catástrofe natural que hasta el día de hoy se recuerda como una de los mayores que golpeo a la sociedad sanjuanina, gracias a la boda que no fue, se salvó casi todo un pueblo.
“Mis padres se casaron el 14 de enero, y el 15 hacían la ceremonia religiosa en la iglesia de La Cañada, en Albardón”, comenta relatando Estela, quien recuerda la historia como aquella primera vez que la escuchó de la voz de su madre, cuando ya era adulta y entendía lo que le contaba.
Según el relato, en La Cañada (como sucede en varias comunidades rurales pequeñas), se tenía la tradición que, ante un casamiento, la gente solía salir a la puerta de las casas para saludar a los novios en su pasar, como una especie de felicitación a la distancia. Ese sábado además hacía calor, por lo que la presencia de la gente en la calle era mayor. Los novios, que iban junto a sus padrinos en un auto, se demoraron en llegar a la iglesia. Eso hizo que el sacerdote que iba a oficializar la ceremonia saliera a la vereda a esperarlos, combinando ansiedad con calor.
Cuando se estaban trasladando a la iglesia, comenzó el terremoto que sacudió a toda la provincia. “Gracias al casamiento de mis padres mucha gente se salvó, porque estaban en la calle. Mi madre me contaba que veían movimiento, pero no sabían que pasaba. Cuando llegaron a la iglesia lo único que vieron fue a la Virgen que estaba de pie, lo demás destruido. Algunas personas se preguntaban qué pasó con la gente que estaba adentro de la iglesia, pero no había nadie. La mayoría de la gente eran invitados de Concepción, porque mi padre era de Concepción. Toda su familia y los invitados iban en un colectivo de línea, y se iban directamente al lugar de la fiesta”, cuenta Estela.
La sanjuanina señala que toda la comida que se había hecho para el casamiento, pensando en una celebración de tres a cuatro días, como se estilaba en antaño, se aprovechó para repartir entre la comunidad de La Cañada, ya que, si bien había pocos heridos, los daños estructurales eran grandes y la asistencia alimentaria que brindaron ayudó más que nada a los niños y ancianos del lugar.
¿Los padres de Estela pudieron casarse? Ella comenta que la celebración religiosa se hizo esperar varios meses. Alrededor de seis pasaron cuando fueron convocados por el sacerdote del departamento, quien se puso en contacto con todas las parejas que durante un tiempo posterior al terremoto tenían pactada la fecha de la celebración religiosa y por el acontecimiento no lo habían podido concretar.
“La foto que publiqué se sacan a los cinco o seis meses después del terremoto. El cura reunió a varias parejas que se iban a casar. Se reunieron en la plaza de Albardón y ahí se sacaron la foto. Mi madre tenía cinco meses de embarazo de mi hermana mayor y está junto con mi padre”, finaliza Estela.
Como su historia, muchas hay en torno a lo que fue el terremoto de 1944. Algunas de ellas se fueron conociendo de inmediato, otras demoraron un poco más, pero siguen pasando los años y continúan surgiendo recuerdos y memorias, en este caso, una con final feliz y un casamiento que pudo realizarse.