María Luisa Vargas tiene 55 años y realiza una mueca que combina vergüenza y orgullo al decir su edad. Es madre de tres hombres, todos mayores de edad, y abuela de tres nietos. Vive con su esposo en Chimbas y hasta noviembre del 2024 su vida era como la de cualquier persona que se preocupaba por las banalidades diarias, trataba de llegar a fin de mes y realizaba proyecciones y planes a futuro, hasta que la diagnosticaron con cáncer de mama y su vida dio un vuelco. En el marco del Día de la Lucha contra el Cáncer de Mama, María comparte su historia como sobreviviente de una enfermedad silenciosa que puede causar mucho daño, irreversible en algunos casos.
El diagnóstico llegó en noviembre del año pasado, en medio del control anual que se realiza desde los 20 años y que sorprendió debido a que no cuenta con antecedentes familiares. “Ahí salió una sospecha, porque encontraron un puntito muy chiquito. Pidieron una ampliación de la mamografía y salió lo que era. Tuvieron que punzar este puntito y ahí le pusieron nombre y apellido a lo que tenía: cáncer de mama”, comenta María.
En sus recuerdos, al inicio de ser diagnosticada no sintió dolor ni temor. En parte porque su familia no la dejó sola en ningún instante, sintiendo la contención en aquel entonces; además del acompañamiento de los profesionales que, con empatía y comprensión la guiaron en cada instancia del tratamiento.
Embed - Un "puntito imperceptible" le cambio la vida: María, una sobreviviente del cáncer de mama
La primera cirugía fue un hecho. Durante la intervención extrajeron varios nódulos, y para el mal trago de María, todos tenían células cancerígenas. “Recuerdo que hicieron una segunda tomografía después de la cirugía y salió un segundo puntito, similar al primero. Eso sí me sorprendió, y los médicos me tuvieron que hacer una mastectomía. Eso sí fue impactante, porque primero era cosa pequeña donde hacíamos dos quimios y volvíamos a la normalidad, pero al ver tantos ganglios comprometidos los médicos se preocuparon. La mastectomía fue dura”, señala María, quien perdió su mama derecha durante el procedimiento.
Para el segundo diagnóstico María asegura que sí se preocupó por su vida y su futuro, pero la seguridad de los profesionales fue fundamental para no perder las esperanzas. Su familia también fue crucial, ya que se volvieron el estímulo para salir de la cama, para no bajar los brazos y soportar los efectos de la quimioterapia. Incluso recuerda que sus hijos, que no viven con ella, pasaban todos los días a verla con la excusa de compartir unos mates, pero el motivo real era no dejar que la enfermedad colmara por completo a su madre.
María pasó por dos cirugías, según el último estudio está libre de células cancerígenas y actualmente le quedan diez semanas de tratamiento. Aun no canta victoria porque entiende que cada organismo se manifiesta de manera diferente y así lo dejó en claro antes de conversar con Tiempo de San Juan. Pese a ello, está tranquila y eso se percibe en su semblante y en la calma de sus palabras.
Su conocimiento sobre el cáncer de mama era muy superficial, pero el haberlo transitado en carne propia es la motivación que encuentra para compartir su historia, con la esperanza que cualquier mujer la escuche, remueva algo en su interior y se haga los controles, ya que este tipo de cáncer tiene cura si se diagnostica a tiempo, aunque es una enfermedad silenciosa, y cuando aparecen los síntomas es tarde.
¿Qué enseñanza te dejó el cáncer?
“Que de un día para el otro te cambia todo. Que a veces uno planea un montón de cosas, siempre está planeando un futuro. Ahora con esto no. O sea, vivir el día a día, las 24 horas”, reflexiona María.