La campana de la escuela albergue Provincia de Entre Ríos ya no se escucha en las pocas casas que hay a su alrededor. Hace tres semanas, en medio de la tristeza de los vecinos que habitan la localidad jachallera Gualcamayo, las puertas del único establecimiento educativo de la zona se cerraron de modo permanente. La decisión fue tomada por el Ministerio de Educación, después de que el único alumno que quedaba en el establecimiento dejó de asistir, tal como lo hicieron antes otros niños del lugar, dejando en evidencia el ocaso de la comunidad.
A más de 100 kilómetros de la Capital sanjuanina y a una altura de 2.000 metros sobre el nivel del mar, el establecimiento fue fundado el 9 de octubre de 1967, en el puesto Chepical. En sus épocas de mayor población, llegó a tener una matrícula de 60 alumnos. Siendo inicialmente de Nivel Inicial y Primario, la institución llegó a tener instrucción hasta 3er año del Secundario, para albergar a quienes no tenían posibilidad de viajar para estudiar.
Durante sus más de 56 años de antigüedad, el establecimiento fue refugio y permitió educarse a niños y, también adultos, de todos los puestos cercanos, como Punta de Agua, El Overito y El Trapiche, en los que la gente se dedica a la crianza de animales, como cabras y vacas, y al cultivo de papas. En la escuela, los alumnos vivían 10 días, para luego regresar por 5 jornadas a su casa. Muchos llegaban a caballo, en moto o, en los últimos años, con la ayuda de un vecino que tiene una camioneta y se ofrecía para trasladarlos.
Pero el tiempo pasó y la población de la zona comenzó a descender. Ante este panorama, Tiempo de San Juan intentó consultar al intendente del departamento, Matías Espejo, sobre la cantidad de habitantes que quedan en el lugar y su situación, pero no recibió respuesta. Sin embargo, quienes viven en la zona contaron que, por la lejanía de la localidad y las complicaciones para llegar a ella, debido a que el acceso es un camino de montaña y a que las crecientes que complican su tránsito principalmente en las épocas de verano, muchos vecinos decidieron emigrar. A esa realidad, en el último tiempo se sumó la sequía, que complicó el desarrollo de la actividad productiva.
Más allá de eso, el pueblo seguía participando y luchando para que la escuela de frontera continuara activa. Extrabajadores del establecimiento que prefieren mantener su nombre en reserva, comentan que su renacimiento llegó en 2018. En ese momento, la institución recibió a una nueva directora, Mónica Speso, quien vive en el Gran San Juan.
Ella no sólo ocupó su puesto, sino también el de maestra, en un plurigrado en el que tomaban clases los estudiantes de distintos niveles durante las mañanas. Mientras que, por las tardes recibía a jóvenes y adultos de la zona que tenían intenciones de salir del analfabetismo o terminar sus estudios básicos.
A partir de ese momento lograron mejorar el edificio y crear un aula nueva. Además, la escuela recibió el servicio de gas, lo que les permitió dejar de usar leña para cocinar y calefaccionarse. Y también comenzó a tener conexión a Internet. En esas condiciones, hasta el 2023, el establecimiento tenía una matrícula de 7 alumnos, de tres puestos diferentes.
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La escuela de frontera llegó a tener una matrícula de 60 alumnos. El año pasado asistían 7.
Sin embargo, la directora dejó el lugar a finales de año y al establecimiento llegó un nuevo director. El cambio no convenció a los vecinos, según cuentan personas vinculadas a la institución, y algunas familias decidieron “bajar” a los pueblos cercanos. De ese modo, en el inicio de este año, las clases comenzaron con cuatro alumnos, tres de ellos hermanos. Sin embargo, esa familia decidió abandonar el pueblo en mayo pasado. Y luego, lo hizo la familia del otro niño, el último alumno que había quedado.
La situación obligó a las autoridades a poner fin al dictado de clases en la zona y cerrar las puertas del establecimiento. Vecinos relatan que el momento en que las autoridades llegaron a implementar la medida fue muy triste, sobre todo porque ellos entienden que se trata de un retroceso enorme para su pueblo. A pesar de eso, les queda una esperanza. Las autoridades de Educación les dijeron que el cierre no es definitivo y que, si registran nuevamente alumnos que quieran asistir a las escuelas, podrán reabrir sus puertas.
Una tristeza compartida
“Cerrar una escuela es motivo de tristeza para cualquier docente y para toda la comunidad. Pero la gente que queda allí es grande y las familias con niños decidieron irse”, lamenta la secretaria de Educación de la provincia, Mariela Lueje sobre la situación.
Y explica, “lamentablemente la institución se quedó sin alumnos, con un director con el grado a cargo, dos celadores, dos porteros y un profesor de Música. Para nosotros tener las escuelas abiertas y dar clases es una inversión, pero cuando no hay alumnos se transforma en un gasto. No tiene razón de ser sostener todo ese presupuesto sin alumnos”.
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El establecimiento está ubicado en el puesto Chepical, enclavado en medio de la montaña.
Consciente de lo que significaba la escuela para el pueblo, la funcionaria cuenta que decidió ir ella misma a Gualcamayo cuando se produjo el cierre del establecimiento. “Fue muy triste”, repite. Y agrega: “Quise ir para hablar con la comunidad, porque sabía que la decisión iba a tener un impacto fuerte. Por un lado, quería transmitirles la tranquilidad de que vamos a hacer todo lo posible para no cortar la conectividad, porque ellos dependen de la red Wi-Fi que hay ahí, en la escuela y, por otro, quería explicarles la situación y escucharlos”.
En cuanto al cuidado del edificio, Lueje contó que le dejaron una llave a una persona del pueblo para que puedan ingresar ante cualquier siniestro o inconveniente que pueda surgir. Por otro lado, una persona del lugar se encargará de mantener el predio por fuera.
“La escuela quedó intacta, porque manifestamos nuestro compromiso de que, si vuelve a haber niños, la volveremos a activar”, secretaria de Educación, Mariela Lueje. “La escuela quedó intacta, porque manifestamos nuestro compromiso de que, si vuelve a haber niños, la volveremos a activar”, secretaria de Educación, Mariela Lueje.
Mientras que, sobre las personas que trabajaban allí, sostuvo que, los docentes y celadores que son titulares quedaron en disponibilidad para elegir otro cargo a través de los ofrecimientos que hace la Junta de Clasificación Docente, dentro de los próximos cinco meses.
Para finalizar, la secretaria asegura: “La escuela quedó intacta, solamente nos hemos traído las cremas y otras cosas que tienen fecha de vencimiento para llevarlas a otros establecimientos que funcionan como albergue y que las puedan usar otros niños. Eso, porque manifestamos nuestro compromiso de que, si vuelve a haber niños, la volveremos a activar. La gente de la zona es muy amable y quiere mucho a la escuela, así que, vamos a ir evaluando la situación para analizar cómo seguimos”.