Rubén Pereyra, el segundo imputado por el crimen del jubilado de Santa Lucía -Eduardo Molina- fue sobreseído por la justicia. La fiscalía a lo largo de la investigación no encontró los elementos suficientes para involucrarlo al hecho y por tal razón solicitó el sobreseimiento.
El juez del caso, Ramón Alberto Caballero, lo sobreseyó del delito que se lo imputó; es decir, que quedó desvinculado totalmente de la causa.
Por este crimen una persona fue condenada. José Luis Salinas aceptó en un juicio abreviado la pena de 23 años de prisión por el delito de homicidio en ocasión de robo. Pero en la mira de la fiscalía también estuvo Pereyra.
Las razones que tuvo la fiscalía, al inicio de la causa, para detenerlo eran porque Pereyra era muy amigo del condenado, estuvo en el momento que Don Molina recibió la plata de un alquiler (que terminó en manos del homicida) y el día que encontraron asesinada a la víctima no fue a trabajar.
A Pereyra se le secuestró un celular y unas zapatillas. La geolocalización del celular lo mostraba alejado de donde ocurrió el homicidio. Y se le secuestraron las zapatillas para constatar con la que había en una huella de sangre en la escena, pero no era compatible. Es más, esta huella era idéntica a la de la suela del calzado de Salinas.
Pereyra estuvo detenido unos días, después fue beneficiado con la prisión domiciliaria y después quedó en libertad.