Por el crimen de Víctor Sillero (87) y su esposa, Florencia Bustos (86, ocurrido en mayo de 2017, Sandro Javier Bordón fue condenado en octubre de 2018 a prisión perpetua tras ser considerado culpable del brutal asesinato. Pese a que la defensa buscaba revertir ese fallo, la Corte lo rechazó y confirmaron la condena de Bordón por doble homicidio doblemente agravado por alevosía y criminis causa.
Cómo fue el macabro asesinato
Ese fatídico 23 de mayo de 2017 sobre las 13 horas, los abuelos tenían ganas de almorzar unas supremas. Por ello Víctor, que tenía un consultorio quiropráctico en su hogar, decidió ir hacia un supermercado cercano a su hogar a comprarlas. Al regresar, y previo a que Florencia empezara a cocinar, sonó el timbre de su casa. Era Sandro Javier Bordón, un fiel cliente que solía ir al consultorio del abuelo para que le realizara masajes en su columna ya que el asesino tenía dolores en esa zona.
Aprovechando la confianza y con la excusa de que llegaba para ser atendido, los abuelos hicieron entrar a Bordón al hogar. Estuvieron charlando un rato largo hasta que Sillero lo dirigió hacia el consultorio para empezar con su labor.
Bordón se acostó pero su visita no era con ese fin. En un momento, desprevenido Víctor y preparándose para iniciar la sesión, Bordón empezó su accionar criminal. De espaldas el abuelo, el asesino le pegó en su cabeza con un objeto contundente tumbándolo en el suelo y dejándolo en estado de inconsciencia. Ya en el piso, lo siguió golpeando hasta que lo dejó totalmente ensangrentado.
Luego de ello, el homicida se dirigió hacia el sector de la cocina de la vivienda e hizo lo mismo con la mujer. Le dio varios golpes con el objeto con el que dejó inconsciente a Sillero y tumbó también a Florencia. Ambos abuelos quedaron tirados en el piso, llenos de sangre, en un grave estado de inconsciencia.
Iba decidido a robarse la gran suma de dinero que tenían en su hogar y a acabar con todo aquello que se interpusiera en su camino. Luego de golpear a los Sillero, Bordón comenzó con la búsqueda del dinero. Primero, fue hasta Víctor, a quien le sacó unos $2.000 que tenía en el bolsillo de su pantalón. De ahí se dirigió hacia la habitación de Florencia y, tras revolver el ropero de la mujer, halló una mínima suma de dinero, que también robó.
Intentó seguir con su búsqueda ya que sabía, por dichos del propio Víctor, que escondían unos $2 millones porque el contador del abuelo le había recomendado que sacara la plata del banco. Pero esa búsqueda se vio interrumpida cuando sonó el timbre de la casa: era otro paciente quien tenía turno sobre las 16 horas con Sillero. Este cliente, de apellido Díaz, tocó varias veces pero nunca salió nadie, algo que le pareció bastante raro. De igual forma, decidió quedarse unos minutos más por si salía.
Pasó media hora hasta que llegó la siguiente clienta, de apellido Flores, la que se encontró en la puerta con Díaz quien le contó lo sucedido. Por cuenta propia decidió volver a tocar el timbre, nuevamente con resultados negativos. Hasta que mirando por una ventana con cortinas puestas observa a una sombra caminando por el interior de la vivienda. Golpea la puerta y sale un hombre con gorra y buscando esconder su fisonomía: era Bordón, quien al salir les comentó que Víctor iba a salir en un momento porque se encontraba cambiando unos caños de agua en el fondo de la casa. Bordón, con la llave en mano, abrió la puerta metálica del portón exterior y se retiró.
Esta situación sorprendió a la clienta Flores, quien decidió ingresar al hogar por curiosidad. Cuando llega al consultorio lo ve a Víctor agonizando con la cara llena de sangre. Sale nuevamente de la vivienda y le cuenta a Díaz lo sucedido. Fue este último quien llamó de urgencias al 911, al mismo tiempo que solicitó la presencia de una ambulancia porque había dos personas malheridas.
A ambos abuelos los trasladaron al hospital Rawson por los graves traumatismos que poseían. Lamentablemente, luego de casi un mes de lucha, Víctor dejó de existir el pasado 17 de junio de 2017 y Florencia, el 20 de junio del mismo año.
Sin embargo, hasta ese entonces no había ningún detenido por el caso. Incluso intervino el gobierno provincial ofreciendo la suma de $500.000 a quien aportara datos certeros del homicida de los ancianos. Fue así que un hombre quien llamó en calidad de anónimo para decir que había escuchado a un sujeto, en un contexto poco habitual, decir que había asesinado a los abuelos.
Concretamente, un hombre de apellido Castro asistía a una pitonisa de apellido Cortez. Un día fue a una consulta y la mujer le dijo que lo disculpara pero no podía seguir con él porque debía atender a un cliente de urgencia. Castro salió de la casa pero en vez de irse se quedó con el oído pegado en la ventana.
Allí escuchó que Bordón le contaba que había ido a la casa de unos abuelos a robar dinero y que debió golpearlos brutalmente para llevar adelante su accionar delictivo. También le pidió que lo tranquilizara ya que se encontraba en un gran estado de nerviosidad.
Este relato fue el que contó Castro tanto para recibir la gran suma de medio millón de pesos y también en la etapa de instrucción y en el juicio como testigo. Por ello, el juez Ernesto Kerman, de la Sala II de la Cámara Penal, lo condenó a prisión perpetua.