Fueron verdaderos transgresores. Y pudieron ser los pioneros en hacer realidad el sueño de muchos, pero eran otras épocas en las que el matrimonio entre personas del mismo sexo era un imposible. Aun así, intentaron lo que nadie se animaba allá por 1998 y se propusieron sellar su amor para siempre en un Registro Civil, sólo que aquella boda tan soñada y esperada se frustró en el momento menos esperado, cuando descubrieron que la novia era una travesti y la discreta ceremonia entre íntimos acabó en un escándalo de proporciones con la pareja sin alianzas, esposada y en un sombrío calabozo de la Central de Policía.
Esta historia que ocupó las páginas y espacios de los medios de casi todo el país el viernes 11 de diciembre de 1998 se dio en la pequeña oficina del Registro Civil que funcionaba en la esquina de la calle Urquiza y avenida Córdoba, en la capital sanjuanina. Ella, en un impecable vestido de raso blanco y un tul que cubría su cabeza parecía la novia de una película, y él, luciendo su traje oscuro, camisa blanca y corbata a tono imitaba al clásico muñequito de torta.
Era mediodía y la feliz pareja de Marcela Mabel Cepeda y Javier Russo, con sus respectivos testigos, se aprestaban a firmar el acta nupcial. Un sueño que parecía hacerse realidad. Pero en cuestión de segundos todo se paralizó, en un rapto inesperado y jamás pensado la ceremonia se detuvo de forma abrupta. Estupefactos, los novios se miraron espantados cuando vieron aparecer a un tropel de hombres de civil que entró a la oficina con la voz de alto y aguó la fiesta que todavía ni empezaba.
Era la Policía allanando el Registro Civil y notificando que todos quedaban presos. A la novia, por falsificación de documento público. Como si le arrancaran el velo que llevaba, los policías le dijeron sin rodeos que sabían que no se llamaba Marcela Mabel Cepeda y que su nombre real era Juan José Cortez. Al novio, por intentar concretar un matrimonio ilegal. En ese entonces el casamiento entre personas del mismo sexo era un delito.
El alboroto fue tremendo. Todos los que esperaban ahí para hacer trámites no salían de su asombro, mientras que con el correr de los minutos el lugar se llenaba de periodistas que hacían de esas escenas un triste, y para algunos risueño, espectáculo de la frustrada boda.

Ese día no hubo arroz ni gritos de “vivan los novios…” No se sabe qué pasó con la torta y la fiesta, supuestamente con 400 invitados, según las versiones periodísticas. Por el contrario, la chica trans y su novio terminaron esposados por esos policías al mando del oficial Jorge Carrizo y arriba de un auto de la Brigada de Investigaciones. Todos fueron a parar a la Central de Policía, con los testigos incluidos: una prima del novio y un amigo de la travesti.
Lo que desconocían los novios era que los habían descubierto días antes. La encargada del Registro Civil, de apellido Barrionuevo, había notado el aspecto masculino de la novia en el momento en que éste inició los trámites para el casamiento. Y no sólo eso, el documento que presentó tenía llamativas marcas que hacían presumir que era “trucho”. Se notaba que la foto había sido pegada en reemplazo de la original y la huella del pulgar estaba sobreimpresa arriba de otra anterior de una manera burda.
La encargada detectó la irregularidad, pero no dijo nada. En cambio, se dirigió a la sede central con la copia de la huella dactilar para compararla en los registros con el fin de sacarse las dudas, a la vez que denunció la extraña situación en la Policía. Las averiguaciones confirmaron que la persona que portaba el DNI no era Marcela Mabel Cepeda, pues se trataba de Juan José Cortez, de 25 años, con domicilio en Chimbas. Otro dato insólito que saltó por el lado de los investigadores era que ese hombre estaba casado y tenía hijos. Por supuesto, nada decía ahí que esa persona había dejado esa otra vida y que era una travesti de oficio peluquera.
Todo esto lo sabían los policías que cayeron de sorpresa a la boda en el Registro Civil. Curiosamente, la explicación que dio el novio fue que él desconocía que su novia era una travesti. Esos argumentos sostuvieron ambos en tribunales. En una entrevista contaron que mantenían una relación sentimental desde hacía más de 5 meses y nunca habían tenido contacto sexual.
Cinco días permanecieron presos hasta que los excarcelaron. Después volvieron a reencontrarse y, aunque siguieron juntos un tiempo, el problema judicial y el escándalo mediático quebró la relación y se separaron. Muchos les perdieron el rastro a la pareja. La casa de Russo, en la que convivieron por meses en Villa del Carril, Capital, a los años fue vendida y el hombre se mudó a otro departamento, según los vecinos. María José o Jose, como la conocían a ella, regresó a Chimbas con su madre. En la actualidad está radicada en Mendoza.
Así acabó esa aventura amorosa en épocas en que ese tipo de matrimonio estaba prohibido. Las causas judiciales en su contra no prosperaron o murieron mezcladas entre otros expedientes en los juzgados, pero la frustrada boda fue un hito en la historia de San Juan y acto transgresor que con los años se impuso a fuerza de una larga lucha por la reivindicación de las organizaciones LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales). En julio de 2010, la República Argentina aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario y modificó el Código Civil que permitió la unión legal de personas del mismo sexo.