Los documentales sobre crímenes suelen ser un plato fuerte dentro de las plataformas de películas y series. Sin embargo, la nueva apuesta de Netflix tiene un plus: todas las personas que aparecen contando su versión de lo sucedido en torno a un escabroso asesinato son los verdaderos protagonistas, en distintas épocas de sus vidas y desde ambos lados de la historia. Se trata de “Un matrimonio mortal en Carolina del Norte”, recientemente estrenado y ya posicionado entre las producciones más vistas del mundo.
Más allá de que el nombre elegido para la propuesta no sea el más llamativo, tanto el atroz hecho real como las intrigas que genera, y el modo en que está realizado el documental, lo transforman en una excelente opción para los fanáticos del true crime.
El caso se centra en la historia de Jason Corbett y Molly Martens. Él, de origen irlandés, estaba casado y era padre de dos hijos, Jack y Sara. En 2006, cuando los pequeños tenían solo 3 y 1 año, respectivamente, su esposa falleció. Jason, dueño de una exitosa empresa, decidió buscar una niñera, y así llegó a su vida Molly, una estadounidense que se mudó a Irlanda para desempeñar ese trabajo. Pronto, ambos entablaron una relación sentimental, y en 2011 se casaron y decidieron mudarse a Estados Unidos.
Hasta ese momento, para todos eran la familia perfecta. Sin embargo, durante la noche del 2 de agosto de 2015, mientras los padres de Molly estaban de visita en la casa familiar, Jason fue asesinado. Un llamado al 911 realizado por su suegro, Thomas Martens, un exagente del FBI, alertó sobre la situación.
Tanto él como su hija afirmaron que Jason había atacado a Molly y que, en defensa, lo habían golpeado con un bate de béisbol y un ladrillo. Tras el crimen, se supo que, en reiteradas ocasiones, Molly le había pedido a Jason adoptar a sus hijos, pero él se negó sistemáticamente. Luego del hecho y tras una pelea judicial, los niños se mudaron junto a la hermana de su padre a Irlanda. Posteriormente, se realizaron dos juicios, con sucesivos testimonios y contradicciones por parte de los involucrados.
Por su brutalidad y la exposición mediática de los protagonistas, el caso fue un verdadero boom, tanto en Estados Unidos como en Irlanda. Y, aunque la justicia ya dictó sentencia, las dudas sobre el accionar de los implicados sobrevuelan el caso hasta el día de hoy.
Una producción en primera persona
Uno de los grandes aciertos del documental, dirigido por Jessica Burgess y Jenny Popplewell, es que, más allá de la enorme cantidad de material que presenta y de los giros inesperados que da la historia, no está dividido en episodios, sino que es una única entrega de 1 hora y 42 minutos. Esta elección vuelve la narrativa completamente dinámica y permite mantener el clima de tensión de principio a fin.
Por otra parte, los hechos son contados en paralelo, tanto por los hijos y otros familiares de Jason como por Molly y su padre, Thomas. Ese juego de aseveraciones está presentado de manera tan prolija que la historia termina situando al espectador en una especie de partido de tenis mental, donde las dudas van y vienen, al mismo tiempo que se construyen distintas interpretaciones sobre lo sucedido. Hace reflexionar sobre hasta dónde puede llegar la manipulación y cómo una historia real puede cambiar radicalmente según el punto de vista desde el que se cuente.
Para un grupo, Jason era un buen hombre, abnegado y protector de sus hijos, mientras que Molly era una mujer manipuladora y mentirosa, cuyo único objetivo era quedarse con los niños, sin importar el costo. Para otros, en cambio, Jason ejercía violencia física y psicológica sobre su pareja e, incluso, era capaz de matarla si no lo detenían.
Con imágenes que abarcan desde el llamado telefónico que alertó sobre el horror, pasando por la escena del crimen y las primeras entrevistas policiales a los involucrados, hasta los relatos actuales de investigadores, abogados y fiscales, así como la palabra de Molly, su padre y los niños en el presente, el documental se mueve en el tiempo de manera fluida y sin fisuras. Todo esto permite que cada espectador se plantee e interprete por sí mismo: ¿qué se escondió realmente tras el crimen de Jason Corbett?