Rusia y Ucrania seguirán, por lo que evidencian algunos elementos que surgen de un análisis bien somero, en guerra durante un buen tiempo.
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SUSCRIBITERusia y Ucrania seguirán, por lo que evidencian algunos elementos que surgen de un análisis bien somero, en guerra durante un buen tiempo.
Es claro que la guerra se está expandiendo, pese a que, en un principio, se especulaba sobre una contienda que sería prácticamente un trámite.
La realidad muestra que, de una guerra entre dos países, el conflicto se ha vuelto definitivamente global, y lejos quedaron los días en que Zelensky rogaba la presencia de la OTAN cerrando el espacio aéreo ucraniano, y la concurrencia de tropas: “Nos dejaron solos”, reclamaba.
Hoy Estados Unidos y Alemania, al menos, reconocen que están enviando una importante cantidad de armas pesadas y suministros a Ucrania, y eso las hace parte del enfrentamiento, aunque Annalena Baerbock, la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania diga que “vender armas no es ser parte del conflicto”.
Hace pocos días el presidente ucraniano se reunió en Ucrania con Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU, y el gigantesco ministro de Defensa, Lloyd Austin, en un encuentro del que no se dudan los objetivos, menos aún después de las declaraciones de Blinken: “Queremos ver a Rusia totalmente debilitada”.
Por otro lado, EEUU pateó el tablero y arrasó con uno de los dos únicos logros de las negociaciones entre delgados rusos y ucranianos en Bielorrusia: uno, el corredor humanitario para que los ucranianos que lo desearan emigraran a Polonia. El otro era la promesa ucraniana de desistir de su intención de entrar a la OTAN.
Ahora, por dichos del gobierno norteamericano, el ingreso de Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte es un hecho.
La globalidad del conflicto va a arrastrar seguramente a los eternamente neutrales Finlandia y Suecia, que deberán sentir en sus estructuras a que miedo reverencial cederán por ingresar a la OTAN, como ya les pidió Estados Unidos. Si a enfrentarse a los norteamericanos desobedeciendo la comanda, o las “consecuencias inmediatas” que prometió Putin en caso de que se integren al tratado de defensa recíproca.
Rusia, por su lado, intenta frenar esta avanzada con declaraciones como las de su canciller Sergei Lavrov, que alertó: “El peligro de una guerra nuclear es grave, es real, no debe subestimarse".
La reunión de carácter internacional que concretó Putín fue de forma. El interlocutor fue el secretario general de la ONU Antonio Guterres, un funcionario cuyo poder real es infinitamente menor que lo que podría hacer suponer su cargo.
Guterres le suplicó a Putin que lleve de vuelta las tropas a Rusia, para frenar una guerra "que no tiene sentido".
Putin, por su parte, dejó en claro que para Rusia la solución diplomática está muy lejos debido a que la situación está demasiado contaminada por las operaciones de la prensa occidental, y las fake news, de las que “nosotros conocemos a los responsables”, una frase que, en boca de un ex jefe de la KGB, el implacable servicio secreto de la URSS, suena temeraria.
Moscú también avanza con la guerra en otros frentes, contestando a las sanciones económicas que intentaron aplicarle y que conmovieron bien poco a su economía. Putín decidió cortarle desde este jueves el gas a aquellos países que no lo paguen en rublos, y los primeros destinatarios de la medida fueron Polonia y Bulgaria que, adelantaron, ya consiguieron otra manera de proveerse de energía.
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