La dieta sin gluten dejó de ser exclusiva para quienes tienen enfermedad celíaca y pasó a instalarse como una tendencia asociada al bienestar. Sin embargo, profesionales de la nutrición advierten que evitar esta proteína sin un diagnóstico claro puede traer consecuencias inesperadas. Diferenciar entre celiaquía, sensibilidad al gluten y la moda de suprimirlo por cuenta propia es clave para entender sus riesgos y limitaciones.
El gluten está presente en el trigo, el centeno y la cebada. Le da elasticidad al pan y aparece también en productos menos evidentes: salsas, condimentos, colorantes y malta utilizada en algunos cereales y chocolates. Aunque muchos alimentos lo contienen, la dietista Gabrielle Palmeri explicó que existen múltiples alternativas naturales sin gluten, como quinoa, maíz, trigo sarraceno y legumbres. Para ella, la clave está en aprender a leer etiquetas y reconocer la composición real de los productos.
Celiaquía, sensibilidad y confusiones comunes
La enfermedad celíaca es una afección autoinmune: al ingerir gluten, el sistema inmune daña la mucosa del intestino delgado y afecta la absorción de nutrientes. “Es un trastorno en el que el cuerpo se ataca a sí mismo”, detalló Palmeri.
A diferencia de la celiaquía, la sensibilidad al gluten genera síntomas digestivos y generales, pero no siempre implica una reacción inmunológica clara. Su diagnóstico es complejo y requiere estudios previos antes de modificar la alimentación. También es frecuente confundirla con la alergia al trigo, uno de los alérgenos alimentarios más comunes, pero que no tiene relación directa con el gluten.
La popularidad de los productos “sin gluten” generó la idea de que son más saludables. Sin embargo, los especialistas advierten que muchas versiones industriales tienen más calorías, azúcar y grasa que sus equivalentes tradicionales, ya que los fabricantes deben compensar textura y sabor. Otro mito frecuente es que el trigo europeo sería “más sano” que el estadounidense, algo que no cuenta con respaldo científico y que suele depender más del estilo de vida y la tolerancia individual que del origen del cereal.
Riesgos de eliminar el gluten sin diagnóstico
Retirar el gluten sin indicación médica puede provocar déficits nutricionales. Los cereales integrales que lo contienen aportan fibra, vitaminas del grupo B y minerales esenciales. Si se los excluye sin reemplazos adecuados, pueden aparecer carencias que afectan la salud general. “Podés perderte vitaminas, minerales y fibra. Y la diversidad en la alimentación es clave para un cuerpo fuerte y resistente”, señaló Palmeri.
Cómo sostener una dieta sin gluten de forma equilibrada
Para quienes sí deben evitarlo, la variedad es fundamental. Harinas de arroz, maíz, coco, almendra y legumbres permiten mantener una dieta completa. Palmeri recomienda priorizar alimentos integrales, limitar los ultraprocesados sin gluten y revisar con atención las etiquetas. En caso de celiaquía, es indispensable verificar certificaciones que garanticen la ausencia de contaminación cruzada.
La fibra sigue siendo una deuda en la mayoría de las dietas: pocas personas alcanzan los 25 a 38 gramos diarios recomendados. Incorporar pequeñas cantidades de diferentes fibras vegetales en cada comida ayuda a mejorar la salud intestinal sin generar molestias, siempre con aumentos graduales.
La conclusión: diagnóstico antes que moda
Para la población general, eliminar el gluten no ofrece beneficios comprobados. Para quienes sí lo necesitan, la adherencia estricta es indispensable. En todos los casos, una dieta variada que incluya alimentos integrales y de origen vegetal es la base para cuidar la salud intestinal y general.