En medio de las sierras y a 41 kilómetros de San Agustín de Valle Fértil, está ubicado el Club Social y Deportivo Astica, una de las dos instituciones del departamento que cuenta con cancha propia y ello representa un orgullo para sus hinchas. Sin embargo, con lo que más sacan chapa no es eso, sino con la belleza natural que la misma representa y que, desde las alturas, se puede apreciar.
Emplazado a menos de un kilómetro de la Ruta Provincial 510, en el Bajo Astica, el campo de juego del Azulgrana se impone desde la distancia. Rodeado de montes verdes y de sierras en su espalda, se ofrece como único en su especie gracias a su geografía y todo indica que, cada vez que la pelota por allí rueda, la escena parecería sacada de un cuento.
Si bien hoy no tiene un equipo de Primera, a la espera de que la liga del distrito se reorganice, en el ‘Bajo Verde’, como le llaman los locales, entrenan las divisiones inferiores, el equipo de veteranos y el de las chicas, que hace poco alzó el título mayor de la Copa de Campeones.
Aunque el club fue fundado en 1938, su sede no siempre estuvo en el mismo lugar y fue en los años posteriores que cambió de locación, cuando dos familias de la localidad donaros sus terrenos para que allí se construya la cancha. Fueron los Castro y los Albarracín quienes regalaron sus parcelas para que se establezca el campo deportivo del entonces Misipay Astica.
Sus representantes, identificados como “los de la gramilla salitrosa” por el aspecto de su alfombra verde, reconocen que las lluvias son las que mantienen regado el lugar y que, por ello, dependen cien por ciento del factor climático para mantenerla; realidad que se sufre en tiempos de sequía.
Como ya se ha visto en otras latitudes por las que transitó Pasiones del Interior, los animales que pastan son elementos fundamentales y, por esa razón, por la cancha de Astica se suelen ver caballos, burros y demás aliados que no sólo cortan el césped, sino que también lo abonan.
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Establecida en una tierra de leyenda, la del cacique Misipay y su hija Miskinay, que fue asesinada por los conquistadores pero que renació en las flores del caserío y en sabrosos frutos, la cancha de Astica rinde honor a sus historias fantásticas y a las tradiciones de su pueblo, cuyo nombre significa en lengua cacán “lugar de flores”.
Es por ello que, en la localidad considerada como “el paraíso de los citrus y los jardines perfumados”, la joya natural se ofrece como un espacio para cultivar talentos y que, más tarde que nunca, la dedicación plasmada en ella rinda sus frutos.
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