El "Chiquito" Romero sanjuanino, remisero y de Primera: "Tengo el auto roto, así que el lunes sólo voy a festejar"
Es el arquero y uno de los héroes del ascenso que conquistó este domingo Defensores de Argentinos. Con 48 años, sigue haciendo de las suyas en el arco: "Este momento es maravilloso y es la consecuencia de mucho esfuerzo".
El fútbol sanjuanino guarda historias que emocionan, y una de las más lindas de este 2025 es la de Sergio “Chiquito” Romero, el arquero de 48 años que este domingo se convirtió en uno de los héroes del ascenso de Defensores de Argentinos. Laburante, remisero y padre orgulloso, vivió una tarde que -según él mismo admite- será inolvidable. “Es algo único este ascenso. Me sumé a este equipo, gran equipo de jóvenes, con la idea de ascender y se los dije. Es algo maravilloso, es algo que soñé y gracias a Dios se me dio”, contó aún con la emoción a flor de piel.
Para él, el logro tiene un sabor especial porque detrás de la celebración hay sacrificio puro: “Hay mucho esfuerzo, cambiar de cancha, cambiar horarios de trabajo. No tener cancha, buscar lugar, muchas cosas. Estas son las consecuencias del esfuerzo de cada uno de nosotros”. Y entre risas, dejó una frase que lo pinta entero: “Gracias a Dios el remis está roto, así que a descansar y festejar”.
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Aunque hoy su nombre recorre Santa Lucía entero, su relación con el arco viene de toda la vida. “Siempre fui arquero”, contó en una nota previa con Tiempo de San Juan. Su recorrido comenzó a los 17 años en Desamparados, pasó por San Martín y tuvo un largo ciclo en López Peláez que duró casi una década. A lo largo de los años vistió también los colores de Árbol Verde, Peñarol, 9 de Julio, jugó la liguilla de Santa Lucía y participó en la Copa de Campeones 2019 con Defensores de La Peta. Tras la pandemia tuvo su etapa en Tierra Adentro, donde logró el ascenso en 2022, pero una lesión de rodilla lo obligó a frenar. Aun así, nunca colgó los guantes: siguió en veteranos y en futsal, casi siempre llevando la camiseta de Defensores de Argentinos, club al que asegura amar desde hace más de veinte años.
Este año, después de varios meses de entrenamiento, llegó un llamado que le cambió el panorama y lo volvió a poner bajo los tres palos del fútbol 11. No lo dudó ni un segundo, no sólo por la chance deportiva, sino porque significaba compartir cancha con su hijo, Lautaro, una de las promesas del "Defe".
Su historia está atravesada por admiraciones que vienen de lejos: creció mirando a Navarro Montoya en los VHS de El Gráfico y también siguiendo al “Mono” Burgos. Sin saberlo, hoy él mismo se convirtió en un modelo para su hijo, que heredó no sólo el apellido, sino la pasión por volar en el arco.