La Selección terminó el año con un triunfo a reglamento, de esos que no dicen demasiado en el resultado pero sí en las sensaciones. Fue la última función de un 2025 irregular, con noches de brillo ante rivales de peso y otras presentaciones más terrenales, que dejaron dudas pero también material para que el cuerpo técnico siga afinando detalles. En Luanda, Argentina volvió a ganar y eso, en años mundialistas, nunca es un dato menor.
El 2-0 no quedará guardado en ninguna vitrina de recuerdos, pero sí sirvió para reafirmar una certeza: la base está. A pesar de las más de 15 ausencias en esta gira por África, el equipo mostró que la estructura se sostiene, que la idea no se negocia y que aún en escenarios poco habituales puede competir con la personalidad que caracterizó a la Scaloneta en este ciclo.
Pero lo más valioso de la noche no estuvo en la táctica ni en los análisis fríos. Lo más importante fue comprobar, una vez más, que Lionel Messi sigue siendo Lionel Messi. Con 38 años y después de otra temporada cargada, el capitán ofreció otra demostración silenciosa pero contundente: una asistencia quirúrgica para Lautaro y un golazo de los que pagan la entrada por sí solos. El estadio entero lo entendió; el fútbol, también.
Así, el amistoso en Angola no quedará grabado por su nivel de juego, pero sí como una nueva señal de vigencia. Messi continúa siendo la bandera de este equipo, el faro que ilumina un camino que se acerca al Mundial.
FUENTE: TyC Sports