Las lágrimas brotan en ese abrazo del final. Caen sobre el manto granate como una celebración íntima y colectiva. Abajo, sepultado entre los cuerpos de Salvio, Izquierdoz y Acosta, está el héroe de la noche. El hombre que acaba de sellar su nombre en las páginas más gloriosas de un club de barrio que hace años se acostumbró a las gestas grandes, a desafiar fronteras y a sentarse a la mesa de los poderosos del continente.
Nahuel Losada, el arquero que llegó desde Belgrano, quedó sumergido en una marea humana que lo reconoce por todo lo que hizo: por las tres atajadas determinantes del primer tiempo, por la intervención decisiva ante Biel en el alargue y por los penales que les contuvo a Hulk, Biel y Vitor Hugo. Lanús es campeón de la Copa Sudamericana, en gran medida, gracias a una noche consagratoria de su arquero. Una actuación que también le devolvió el aire a un histórico como Lautaro Acosta, tras su penal fallado. La historia no podía cerrarse con semejante injusticia para el Laucha, símbolo eterno del club, que a los 37 años sumó otro sueño cumplido. Ya sin el protagonismo de otras épocas, pero con un liderazgo que sigue marcando el rumbo puertas adentro.
El Granate tardó en asentarse en el partido. Se replegó, achicó líneas, pero le entregó demasiado terreno y pelota a un Atlético Mineiro que amenazó con Franco, Dudu, Bernard y Hulk. Todos ellos chocaron una y otra vez con un Losada impecable, sólido en cada intervención. Con el correr de los minutos, el equipo de Pellegrino se soltó y logró equilibrar un encuentro que nunca terminó de tener un dominador nítido.
La premisa fue clara: mantener el orden. Era un plan lógico ante un rival con múltiples herramientas para lastimar cuando encuentra espacios. Por eso Lanús cerró todos los accesos a su área, con Canale e Izquierdoz imponiendo un cerco firme sobre el poderoso Hulk. El equipo fue sólido, aunque le faltó profundidad. Salvio, Moreno y Carrera no pudieron desplegar el brillo que mostraron en otras noches: el partido los obligó a ponerse el overol y a cumplir funciones tácticas. A Castillo, en tanto, le llegó poco juego.
Pellegrino movió el banco para darle aire al equipo. Los ingresos de Aquino, Watson, Bou, Méndez, Ramírez y Acosta sostuvieron al Granate en la recta final y en un alargue que tuvo otra escena para el recuerdo: una tapada de Losada a lo “Dibu” Martínez ante Biel. Una atajada que anticipaba lo que iba a venir después. Una copa que ya tenía dueño.
Lanús, otra vez, campeón.