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unidos por la fatalidad y el afecto

El curioso vínculo de dos muertes que causaron impacto en San Juan

Uno de los protagonistas de la historia colaboró con el funeral del otro sin saber que el destino le deparaba algo similar, tan sólo dos semanas después.

Por Redacción Tiempo de San Juan

El trabajador de la salud que desempeñaba tareas en la mina iglesiana, que al parecer sufría una cardiopatía que desconocía, era amigo y compañero de trabajo del padre de Quinteros y, según contaron desde el entorno familiar de ambos, se mostró comprometido con el dolor de la familia que perdió al muchacho de 21 años cuando la desgracia llamó a su puerta. 

"Raúl, que trabajaba en el 107, intervino para que la ambulancia llegara rápido a mi casa después de que encontramos a mi hijo sin respirar en la cama, porque estaba durmiendo", cuenta Gustavo Quinteros, quien agregó que tras la tragedia su amigo fue un soporte importante.

Es que una inesperada muerte no sólo sacude y sorprende a una familia, tomándola desprevenida, sino también la pone en una compleja situación por la pandemia que hoy azota al mundo, pues los trámites que demandan este tipo de casos resultan más complejos todavía, ni hablar de que un velorio no se puede concretar y que únicamente los familiares más directos pueden acudir al cementerio para el último adiós.  

"Me acompañó en todo momento, me ayudó muchísimo para el funeral de mi hijo. Organizó una colecta para pagar los costos, para comprar un cajón, se movió por todo y por ello le estaré agradecido por siempre. Era un excelente profesional y todavía mejor persona", expresó el padre que perdió a su hijo.

El efectivo policial y el enfermero habían compartido algunos momentos, por ello la tragedia conmovió por completo a Torres. "Todo ha sido muy duro, mi hijo tenía una salud impecable, un estado físico al cien por ciento. Por eso fue y es una pesadilla aún. Pero vale la pena destacar acciones como la de mi compañero, al que también tuve que llorar. Ahora los dos comparten un lugarcito en el cielo", manifestó.

Lamentablemente, catorce días más tarde, el enfermero de 38 años perdería la vida mientras descansaba en una habitación del Campamento Los Amarillos. Sobre las sospechas de muerte dudosa que existieron en primera instancia, que luego fueron descartadas con el informe de autopsia, la pareja del fallecido Paula Royón aclaró: "No hubo nada extraño. Trágicamente nos sorprendió a todos porque en ningún análisis previo, de los que exigen para subir a la mina, había aparecido algún tipo de anomalía". 

En ese sentido, su mujer recordó: "Era una persona maravillosa, un profesional muy querido. Así como demostró su calidad con la familia Quinteros era siempre. Solidario, una buena persona". Respecto al fatídico episodio, indicó: "Solía dormir acompañado en el cuarto y ese día estuvo solo. A veces pienso qué hubiera pasado si alguien hubiese estado ahí, si le hubieran podido salvar la vida o no". 

Para concluir, Royón contó que por el coronavirus y las restricciones que existen para movilizarse de una provincia a la otra sus padres y su hermana, que viven en General Arenales, no pudieron despedirse de sus restos. "Es muy triste. Por eso, pretendo que se lo tenga en la memoria como lo buena persona que era y un profesional respetado", cerró.  

     

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