No hubo ningún hecho doloso ni un accidente detrás de la muerte del trabajador de la mina Veladero. La autopsia reveló que falleció por un problema de salud. Las dudas en torno a su deceso habían surgido por la posición del cuerpo y una jeringa que hallaron a su lado, eso explica por qué pidieron la autopsia.
Raúl Torres, de 38 años, era enfermero y trabajaba para una contratista que prestaba servicio de salud en la mina iglesiana. Fue encontrado sin vida el miércoles último en el interior de la habitación que ocupaba en el Campamento Los Amarillos. La firma minera sacó un comunicado ese día en el que afirmó que la muerte del enfermero no tenía relación con cuestiones laborales o con la pandemia del COVID-19. Y si bien en la Policía informaron que todo indicaba que era una muerte natural, no podían aseverarlo. Les llamaba la atención la posición del cuerpo, como acurrucado -dijo un alto funcionario-, y el hallazgo de una jeringa casi al lado del mismo.
El juez Eduardo Alonso, de la Segunda Circunscripción Judicial con asiento en Jáchal, dispuso que la Policía Científica trabajara en el lugar y que hicieran la autopsia al cadáver para descartar cualquier duda. Fuentes judiciales señalaron este viernes que la autopsia practicada en la morgue del Laboratorio de Investigaciones Forenses del Poder Judicial reveló que, tal como se adelantó, el cuerpo no presentaba ninguna lesión o herida externa y que Torres murió producto de un “shock cardiogénico irreversible”. En otras palabras, un ataque al corazón como consecuencia de una afección cardiaco de vieja data que desconocía, explicaron. Descartaron que haya sufrido una sobredosis o intoxicación por automedicación.