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Personaje

Una vuelta por el universo de Buonamico

Volvió a San Juan por sus dos pasiones: poner música y hacer radio. Vivió en un barco en Brasil. Los recuerdos de la disquería Lado B y del bar Chill Out que supieron dejar su huella en varias generaciones.

Por Santiago Staiger

La entrevista estaba pautada para las 18. Él eligió que sea en La Vene, donde pone música todos los sábados. Las mozas lo saludaron amigablemente, como lo harían con alguien que es de la casa. Llegó unos minutos tarde, se prendió un pucho y se pidió una cerveza. Al rato, un muchacho que vendía pulseras pasó por nuestra mesa y se sorprendió al escucharlo: “¿Patrón, usted es el de la radio?”, le preguntó dirigiéndole la mirada solo a él. La respuesta de Buonamico fue afirmativa, por lo que el joven contó su historia: “Yo soy de Santa Fe, estaba de paso en San Juan cuando me agarró la cuarentena. Por violar el aislamiento me mandaron 6 meses a vivir donde termina la Benavídez -por el Penal de Chimbas-. Ahí todos los días ponían la radio y lo escuchaba. De ahí me suena”. El crudo relato del santafesino sorprendió hasta a la gente de las mesas contiguas.

No solo es fascinante escuchar su música, sino que también su historia y lo que genera con lo que hace. Hugo Buonamico es DJ, quizás uno de los que más conoce por estas tierras, y también hace magia en la radio. Volvió este 2020 a San Juan y se enfocó en hacer lo que le gusta: de lunes a viernes conduce “Vuelta por el universo” en Radio Light (FM 97.3 y también por internet https://www.lightfm.com.ar/); los sábados pone música en La Vene (Urquiza y San Luis) y los últimos miércoles lo estuvo haciendo en Cervecería Ancestral. Rápidamente captó a su audiencia, que supo construir en los 90’, y también a las nuevas generaciones ávidas de música.

Afirma que su momento de esplendor es ahora: “Siempre es hoy. Yo no me paro en mi pasado ni nada. Soy de la onda ‘Satori'. Trato de tener una comprensión del momento en este instante y vivir este momento, donde termina el pasado y empieza el futuro. Eso es todos los días”. Después de más de dos horas de entrevista, Hugo contó desde su infancia hasta los motivos que lo llevaron a tomar la decisión de volver a San Juan y seguir apostando por lo que le gusta hacer.

Sus orígenes y su conexión con la música:

Hugo Buonamico nació en La Falda en 1960. Se crió en una casa donde se escuchaba mucha música: The Beatles, Frank Sinatra, Franck Pourcel, Lafayette, entre otros. Viene de una época gloriosa, un poquito después de que empezó el rock and roll, el rock psicodélico y el rock sinfónico. Al tiempo empezó a ver algunos programas de la música del momento como Alta Tensión y Sótano Beat. Fue un tío suyo el que se dio cuenta de su conexión y lo llevó a una disquería cuando tenía 12 años. Le dijo “acá tenés uno de Pink Floyd y otro de Led Zeppelin”. Así se dio cuenta que “la música era una cosa maravillosa”.

Empezó a poner música con un amigo en un jardín de infantes cuando tenía 13. Ahí lo escuchó la novia del DJ del mejor boliche de La Falda, que en ese momento se llamaba “Gregor”, y le dijo que tenía que poner música ahí, en un lugar de gente grande que iba en pareja. “Le dije que bueno, pero que tenía que ver porque yo era muy chico y mi viejo no me iba a dejar. Empecé a socavar cimientos y a los 14 comencé a trabajar en ese boliche”, contó Hugo a Tiempo de San Juan. A los 15 años le dieron un premio en una convención de DJs: “Yo me conformaba con pasar música que me gustaba a mí. Ya había experimentado con Palito Ortega y Los Náufragos. Y lo que a mí me gustaba, también le gustaba a mucha gente”, sostuvo.

Después siguió poniendo música en distintos boliches de Córdoba. Ganaba buena plata, a los 17 se pudo comprar una moto y pagarse parte de la carrera de Arquitectura que empezó a los 18. Ahí empezó a producir algunos programas de radio, pero hasta ese momento nunca había hablado por un micrófono.

La arquitectura, la música y San Juan:

Se recibió en el 86’ y cortó un poco con lo que venía haciendo. Su padre tenía un estudio de arquitectura e ingeniería y se asoció haciendo muchos trabajos. Pero lo que más le gustaba era ganar plata, y no tener que levantarse todos los días a las 7 de la mañana para dirigir obras. Se casó, tuvo dos hijos -un varón y una mujer- y se vino a vivir a San Juan en el 89’.

Hugo de joven.

En ese momento, la provincia no le resultaba del todo atractiva: “Era la nada misma. Hoy tenés más cosas”. Como el título no le era válido en este territorio, no ejerció salvo en trabajos aislados para amigos.

Al tiempo se asoció con el dueño de la famosa disquería de Córdoba que aún sigue vigente llamada Lado B y en el 1994 puso una sucursal en San Juan. En el 95’, Radio Light, que le compraba música, le consultó si no quería hacer un programa.

El engaño que le marcó el camino de la radio:

“Acepté hacer el programa de radio, pero solo de producción, y me engañaron. El conductor iba a ser Ricardo Olivera, que en ese tiempo estaba empezando a hacer periodismo y había tenido programas de rock. Cuando llegué un sábado a la tarde, el operador me dijo que lo iba a tener que hacer yo. Entonces salí al aire, con la voz toda temblorosa, transpirando, sin saber respirar. Hice el programa, me dio muchísima vergüenza saber que al aire decía el 10% de lo que yo sabía. Caía en pozos vertiginosos. Pero me gustó. Y me dije que esa era mi oportunidad de vencer el miedo escénico, total, no me miraba nadie”, relató Buonamico sobre su primera experiencia en Radio Light.

Pasó por varias emisoras, y reconoce que lo echaron por las cosas que decía. “Yo siempre he sido independiente con respecto a la política, nunca fui partidario, entonces los dueños se veían forzados a echarme”, reconoció. Pero, como tenía una música muy potente y audiencia consolidada, al pasar de una radio a otra conservaba a su público. La pegó con su programa “Trance roller sheeba boogy son de adictos sonico”, como la canción de Babasónicos. La gente creía que el tema lo habían hecho para él, pero la realidad era que con la disquería Buonamico tenía acceso a música mucho antes que el resto de los sanjuaninos y por eso el nombre.

El efímero boom de Lado B en San Juan:

La gente no podía creer la cantidad de música que tenía en su local de calle Laprida antes de llegar a Mendoza. Aquellos que vagaban buscando por todos lados un disco de Led Zeppelin o de Iron Maiden lo podían conseguir allí en un par de días. La idea que tenía Buonamico con el dueño del Lado B original de Córdoba era abrir varias sucursales en Cuyo, después irse para el norte y el sur. Con algo de bronca e incredulidad, Hugo contó los problemas que empezaron a tener.

“Nos agarró la aduana paralela. Nosotros traíamos discos de una manera legal y en el mismo aeropuerto nos aconsejaron que nos metiéramos ahí para pagar mucho menos. Era una coima y siempre hicimos todo legal. Apostamos junto a 10 disquerías a traer un contenedor de música, pero con los impuestos nos quedó cada disco en 25 dólares, y nosotros los vendíamos a 20. Nunca los pudimos sacar y se perdieron. Perdí muchísima guita, tuve que cerrar al poco tiempo y reventar la mercadería”.

A fines del 95’, era el fin de Lado B en San Juan. Su socio de Córdoba, sin embargo, solo cerró dos sucursales en Córdoba, pero hasta el día de hoy continúa con la famosa tienda. A Hugo nunca más se le ocurrió poner una disquería porque empezó la época de internet y la música se podía descargar. Eso impactó de lleno en la industria.

A las pocas semanas, Buonamico cobró una herencia y un amigo suyo se había comprado un barco y se fue a Brasil. “No me iba a quedar a padecer. Pasé de ser burrito serrano a pescador marino”, contó. Estuvo varios meses aprendiendo todo el oficio de marinero. Luego, volvió a San Juan.

El bar conceptual que marcó a varias generaciones:

No era un concepto nuevo ni tampoco lo inventó Buonamico, pero la realidad es que en San Juan no había bares bailables. Él no recuerda bien, pero estima que fue en 2003 cuando abrió Chill Out frente a la plaza de Concepción. “Los bares eran para hacer una previa, escuchar música y después irse a un boliche. Yo lo que hice fue unir las dos partes. Chill Out era un lugar donde mucha gente muy diferente entre sí se encontraba con algo en común. Personas que nunca se hubiesen encontrado en ningún otro lugar. Los unía la música”, relató nostálgico.

Es que, era un boliche sin reglas establecidas: uno podía llegar a cualquier hora, ponerse a bailar, a comer, a tomar algo, o no hacer nada. Hugo era el dueño y el DJ. Pero nunca iba a la barra ni a la caja. Durante la semana sí, llenaba las heladeras y compraba las cosas. Duró aproximadamente 6 años y muchos lo recordarán por su particular estilo. Pero por problemas en las habilitaciones se le hizo difícil continuar manteniéndolo en pie y cerró.

Foto de Chill Out

Posteriormente puso música en distintos lugares, pero le dieron ganas de irse. Ya estaba separado desde hace varios años y con una nueva pareja tuvo dos hijas más. Ahí decidió irse a vivir a La Falda otra vez. “Me cansé un poco de San Juan. Es como que después de un tiempo te ‘asanjuaninás’. Y yo había perdido esas ganas de hacer cosas que siempre había tenido”. Así que en 2013 regresó a su lugar de origen.

La vuelta a San Juan y los proyectos que vienen:

En los últimos 7 años en los que estuvo en La Falda se dio cuenta de que no le gustaba para nada ser arquitecto en esta etapa de su vida. “Me decepcioné bastante. Es jodido cuando vos tenés dinero y no tenés muchas ambiciones. Te acomodás. Abrís la mesita de luz, sacás mil dólares, los cambiás. Al tiempo hacés lo mismo. Y después de 6 años se te acaba. Ahí es cuando dije ‘Oh, se me acabó la guita. Me voy a hacer lo que me gusta a San Juan. No se si a ganar plata, pero sí a hacer lo que me gusta”.

En la actualidad lo escuchan no solo los sanjuaninos sino también en otras partes del mundo: Inglaterra, Costa Rica, Angola, Perú, entre otros. Sus planes son seguir haciendo radio en FM Light y cuando se pueda, hacer producciones en vivo tocando con músicos de la provincia y desarrollar un proyecto que no quiso adelantar mucho pero que dentro de poco beneficiará a mucha gente mediante un plan educativo.

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