Sus documentos dicen que son sanjuaninos, que nacieron en el Hospital Rawson, pero la realidad es que en ellos hay un poquito de cada provincia, de cada rincón del país. Pero no niegan que cada vez que vienen a los pagos de Dora López y Roberto Díaz, de quienes recibieron el legado circense, se siente especial y eligen extender la estadía que se había planificado en un principio.
"Nosotros somos sanjuaninos, nacimos aquí. Mi mamá, cuando estaba a punto de tener familia, no estaba en San Juan, pero decidió volver. Y lo mismo pasó con mi esposa. Todos elegimos nacer aquí", confiesa Emanuel Díaz, uno de los cuatro hijos de Dora y Roberto, y alma del espectáculo de una hora y media que brinda el circo Montreal desde hace un mes en el estacionamiento del Hiper Libertad.
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Aunque la pasión por el escenario la heredó de sus padres, la historia familiar alrededor del circo se inició con sus abuelos maternos. Emanuel y sus tres hermanos son tercera generación y sus tres hijos, del pequeño de 2 años al más grande de 15, componen la cuarta generación. "Mis abuelos hacían de todo. Eran equilibristas, malabaristas, trapecistas. Mi papá era trapecista y acróbata. Y bueno, eso se fue pasando de generación a generación. Hoy estoy aquí con mis hijos también. Y si me preguntas cómo elegí esto, la verdad es que las habilidades las vas adquiriendo de chiquito. Uno empieza siendo payaso y después vas cambiando de roles", comentó.
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Sus hijos también se iniciaron de la misma manera que él, a excepción de Isabela, quien directamente empezó de pequeña a formarse como contorsionista. Pero Simón e Isabel arrancaron en el escenario como payasos, con peluca y maquillaje. Para los chicos, la carpa es como un patio de juegos. Valeria acompaña detrás de escena, con la técnica, las luces y la musicalización del evento.
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"La verdad es que vamos viendo con el tiempo qué podemos hacer, dónde nos sentimos cómodos. Yo empecé siendo payaso y después me incliné más por el malabarismo, tanto con las manos como con los pies. Uno de mis hermanos fue más equilibrista, el otro trapecista y equilibrista. Igual hacemos malabares todos. Vamos intercalando y cambiando el show, el número, espectáculo a espectáculo", agregó Emanuel.
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Los Díaz prácticamente tienen una vida nómade, aunque siempre regresan a San Juan, ya sea por la familia o por el circo. Viven en casas rodantes y los chicos asisten a clases en las escuelas de cada ciudad que visitan, particularidad que los convierte en alumnos golondrinas, amparados por una ley que les garantiza la educación escolar. De hecho, los chicos cursan normalmente en este 2024, unos en primaria y otros ya en secundaria. "Tenemos amigos en muchos lugares. Me gusta esta vida, el circo, todo lo que hago, porque además lo comparto con mis padres", destaca Isabella, a quienes presentan en el show como la niña "serpiente" por su enorme habilidad, elasticidad y flexibilidad para adoptar ciertas posturas con su cuerpo.
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La vida para la familia circense es eso, la carpa, el aserrín en el piso y el día a día en una casa rodante, una vida que renueva el paisaje con cada pueblo que visitan mes a mes. "Yo me crié así, y este lugar es mi casa. Y disfrutamos todo, el armado y desarmado del espectáculo, los viajes, y sobre todo, el contacto con la gente. No hay nada más lindo que poder entretener y sacarle la sonrisa a alguien", expresó Emanuel.
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