Observar a los promesantes subir de rodillas y hasta de espalda los escalones del santuario a la Difunta Correa es una postal que le pone la piel de gallina a cualquier espectador. Todos los años, son millones las visitas que recibe la santa popular, que tiene devotos alrededor del mundo. La Difunta Correa interpela por el amor de madre, por la fuerza arrasadora del amor y la valentía que implica una epopeya como la que se le atribuye a Deolinda. En Paren las Rotativas, el historiador Edgardo Mendoza dijo que San Juan se debe una investigación con rigor científico sobre la Difunta y aseguró al aire que para él había mucho de verdad en semejante historia.
No se ha encontrado aún documentación sobre la Difunta, pero lo que se transmitió de boca en boca es que Deolinda fue una mujer cuyo esposo, Clemente Bustos, fue reclutado hacia La Rioja forzosamente en 1840. Se cree que la pareja vivía en Angaco y que la mujer angustiada por la ausencia de su marido y cansada de los acosos del comisario del pueblo, decidió ir por él. Tomó a su bebé y siguió las huellas de la tropa, llevando pocas provisiones. Agotada, sin agua y perdida murió. El primer milagro que se le atribuye es lo sucedido al día siguiente de su muerte. Unos arrieros encontraron su cadáver, ellos descubrieron que su pequeño seguía vivo amantándose de uno de sus pechos del cual aún salía leche. La historia cuenta que los arrieros enterraron el cuerpo de Deolinda en Vallecito y se llevaron al niño.
En la inmensidad de ese desierto, comenzó a tomar forma el santuario de Vallecito. Llegaron los primeros pedidos a la santa popular y los camioneros se volvieron rápidamente devotos de esta mujer. Así como la Difunta concede, cobra. Eso es lo que dice la cultura popular y es por ello que los promesantes siempre vuelven a cumplir. Son tantas las cosas que le han llevado a la Difuntita que hay un museo en donde se pueden ver desde cordones umbilicales, vestidos de novia, pequeñas casitas hasta camisetas de clubes de fútbol.
Michel Zeghaib escribió un libro sobre la Difunta Correa. Se llama "Deolinda, crónica de una pasión" y es una crónica novelada. Empezó a pensar en la posibilidad de escribir este libro cuando era sacerdote en la parroquia de de Mayo y tenía bajo su órbita a la iglesia de Vallecito. Zeghaib usó la hipótesis de la profesora de Letras Cristina Krause, que establece la credibilidad en la Difunta a través de la fe de la gente, según escribió la periodista Viviana Pastor en Tiempo de San Juan. "No soy devoto de la Difunta, pero si soy devoto de la gente que cree en ella. Los santos nunca movieron mi fe y la Difunta, más que santa, es una mujer milagrosa declarada por la gente, una mujer que puede enfrentarse a lo imposible", dijo en aquella nota el escritor.
A pesar de que son varios los libros que se inspiran y hablan de la Difunta, incluso la pluma de moda, Camila Sosa Villada, escribe de Deolinda, no se ha encontrado documentación que respalde los relatos orales. Que no se haya encontrado no significa que no exista, dijo en aquella recordada entrevista Mendoza.
La Dictadura quiso terminar con el santuario de Vallecito. Hay escritos de aquella época en los que se pide terminar con la representación de lo pagano que personalizaba la Difunta Correa. El sector de la Iglesia Católica que apoyaba el golpe de Estado pidió tirar abajo este espacio de fe popular en Caucete pero por distintos motivos que no trascendieron, el santuario resistió.
El paraje sigue siendo un imán, la fe por la santa popular se multiplica y su valentía y heroísmo generan un magnetismo que transforma a la Difunta en el ícono pop más importante de San Juan.