Las personas que generan rumores rara vez lo hacen desde la fortaleza. Al contrario, detrás de ese gesto hay carencias emocionales, inseguridades profundas y una necesidad casi desesperada de tener poder, aunque sea a costa de destruir al otro.
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SUSCRIBITELos rumores son como incendios pequeños: empiezan con una chispa y, si encuentran oxígeno, se expanden hasta consumir todo a su alrededor. A veces basta un comentario al pasar, una media verdad disfrazada de confidencia o un falso testimonio lanzado con intención de herir. Y lo más doloroso no siempre es lo que se dice, sino la sensación de que tu vida, tu historia o tu nombre quedan en manos ajenas.
Las personas que generan rumores rara vez lo hacen desde la fortaleza. Al contrario, detrás de ese gesto hay carencias emocionales, inseguridades profundas y una necesidad casi desesperada de tener poder, aunque sea a costa de destruir al otro.
Hablan mucho de los demás y muy poco de sí mismos, se alimentan de “información exclusiva” y rara vez dan la cara. Su estrategia es la sombra: sembrar la duda y ver cómo germina.
El perfil psicológico de quien crea rumores suele combinar baja autoestima, con rasgos manipulativos.
Suelen ser personas envidiosas y en ocasiones muy celosas, cuyo mecanismo es proyectar en otros, aquello que no tienen o no pueden hacer y sobre todo les afecta mucho todo lo que no toleran en sí mismo. Si yo no brillo, necesito apagar la luz de quien sí lo hace.
Enfrentar a una persona así no es fácil, porque se mueve con la lógica del rumor: ambigüedad, medias verdades, victimismo. Pero el silencio cómplice también alimenta la mentira. El desafío está en encontrar el equilibrio: acercarse con calma, preguntar con claridad y marcar límites sin caer en el mismo juego de la difamación. Una frase directa “me ha llegado esta versión, quiero saber si salió de ti”, suele incomodar más que un grito, porque la obliga a dar la cara.
Ten presente que te lo va a negar, porque son cobardes ya que quien difunde rumores rara vez soporta la confrontación frontal. Se escurren, cambian de tema, se victimizan.
Pero esa reacción ya es en sí misma una respuesta: te muestra que el terreno no es de honestidad, sino de manipulación. Y llegado a ese punto, tienes que decidir cuánto de tu energía vale la pena invertir y cuánto es mejor soltar para no intoxicarte.
La mejor forma de defenderse de un rumor no está en la pelea, sino en la coherencia. La mentira siempre tiene patas cortas; la consistencia, en cambio, construye una reputación sólida que ningún chisme puede derribar del todo. Quien te conoce de verdad sabrá distinguir entre la manipulación y tu trayectoria. Y si no lo sabe, quizás su lugar en tu vida no era tan firme como creías.
Cuidar tu salud mental en medio de este torbellino es fundamental. Respirar, buscar espacios de calma, hablar con personas de confianza, incluso acudir a terapia, no es un lujo: es un acto de supervivencia emocional. Porque el rumor busca fragmentarte por dentro, y tu tarea es mantenerte entero-a.
Cada mentira que atraviesas te enseña algo sobre el otro, pero también sobre ti mismo. Descubres que no puedes controlar lo que digan, pero sí puedes controlar cómo respondes. Aprende a diferenciar la voz del ruido, la verdad del veneno. Y, sobre todo, entiendes que tu valor no está en lo que circula en boca ajena, sino en la vida real que construyes cada día.
El rumor tiene como objetivo que impacte en tu confianza y en tu estabilidad por tal motivo cuando te llegue encájalo como un desafío, un misil a desactivar y para ello existen contramedidas que debes aprender y usar con el fin de hacerte más fuerte cada día superando estos obstáculos que la vida te presenta.
Escrito por: Carlos Fernández.
Coach profesional y Psicólogo
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