Editorial de La Nación: Se fueron como llegaron
Carlos Pagni
De Mauricio Macri y Daniel Scioli se podría afirmar lo que
Borges decía del Partido Conservador de la provincia de Buenos Aires: "Me
afilié a él porque era el único incapaz de suscitar fanatismos". Un signo
de los tiempos. En el debate de anoche ninguno sorprendió. Los dos aplicaron
con bastante fidelidad su propia receta. Ésta es la razón por la cual no hubo
knockout. Es posible que los dos hayan salido igual que como entraron. Quiere
decir que, por este motivo, ganó Macri. Scioli necesitaba revertir, en una hora
y media, la situación inferior en la que se encuentra.Las confrontaciones
televisivas se definen por dos aspectos; el tono conceptual de cada
contrincante y la impresión que deja su carácter.
Macri pronunció el mensaje de la iniciativa. El de quien
invita a vivir un futuro. Scioli, en cambio, invita a evitar ese futuro. Es
decir, a evitar el plan del otro. El centro de gravedad de la propuesta de
Scioli fue Macri. Por eso Macri salió mejor parado.
La debilidad de Scioli no tiene que ver tanto con la calidad
de su intervención como con su situación política. El 25 de octubre no alcanzó
las expectativas que él mismo había creado. Y perdió la provincia de Buenos
Aires, su distrito. Esas circunstancias lo convirtieron en el challenger. Este
encuadramiento es la clave de su debilidad. Scioli ayer encarnó la oposición a
Macri. Corre el riesgo de ese rol sea un anticipo subliminal del que le tocará
ejercer desde del domingo.
Desde la base de esa dificultad, Scioli aprovechó el
altísimo rating de la transmisión de anoche, que llegó a tocar los 53 puntos,
para reforzar el contenido principal de su campaña desde hace tres semanas:
Macri es el ajuste. Esa advertencia se basa en que las encuestas cualitativas
señalan a su rival como un empresario opulento y, por lo tanto, insensible a
quienes padecen necesidades. Por eso no hay aviso de Macri en el que no
aparezca junto a alguien vulnerable: se trate de un pobre o de un anciano. El
candidato del kirchnerismo se concentró en ese cliché: no sólo Macri es un hombre
de negocios, sino que toda su administración estará plagada de gerentes de
multinacionales. En boca de Scioli, Macri dejó de ser Mauricio, y se transformó
en "el ingeniero Macri" o "el candidato Macri".
Hubo un momento en que a Macri, anoche, le entró ese golpe,
lanzado una y otra vez. Fue cuando su rival le reprochó no haber votado las
"leyes de la felicidad" (YPF, AFJP, Aerolíneas, etc.). Sólo en esa
oportunidad no contestó.
El inconveniente de Scioli consiste en que, para desarrollar
este planteo, debe recurrir a la agresividad y la descalificación. Y esas dos
actitudes lo asimilan al estilo kirchnerista, que es la carga que él lleva en
la mochila. Al comienzo de la discusión, Macri fue hiriente: nombró a Aníbal
Fernández, a Carlos Zannini y a Axel Kicillof. No por casualidad, el jueves por
la tarde, durante una reunión privadísima, pidió a la Presidenta que
desaparezca de la campaña.
Scioli no consiguió anoche resolver este dilema. El
contenido que debe divulgar, el miedo a Macri, desfigura su carácter. Los
expertos señalan que en los debates hay tres actitudes: autoelogio, ataque y
defensa. El primero debe superar al segundo y el segundo, al tercero. Scioli,
sin embargo, fue casi todo ataque. Con un agravante: en el esfuerzo de
desenmascarar a Macri, él mismo se quita la careta. Después de ser "más
Scioli que nunca", se kirchnerizó. Pero al mismo tiempo necesita decir que
él viene a reemplazar al kirchnerismo. El extremo de este drama quedó expresado
por Karina Rabolini cuando, en la mesa de Mirtha Legrand y casi lloriqueando,
debió defender a su marido de las acusaciones de la periodista Pilar Rahola,
que lo identificó con los peores rasgos de la administración saliente.
La estrategia de Macri, anoche y en toda su campaña, fue
golpear en ese flanco. Su formulación más eficaz apareció en la primera
intervención: "Daniel, ¿en qué te transformaron?". Hay que apuntar
que, para Macri, Scioli siempre fue Daniel. Dicho con un paternalismo que se
cuidó de ser agresivo. Macri también le habla al focus group y debe cuidarse de
confirmar la presunción de superioridad.
El candidato de Cambiemos fue también fiel a su estrategia
en este punto. Él maneja los mismos números que su contrincante: 68% de los
votantes de Sergio Massa no votarían a Scioli porque lo perciben como una
marioneta de la señora de Kirchner. El riesgo de atacar a Macri es que lo
convierte en una criatura más parecida a su creadora.
Cada uno habló con la encuesta y el mapa electoral en la
cabeza. Macri se las ingenió en la discusión sobre seguridad y narco para
recordar que Scioli había irritado a los rosarinos adjudicándoles un lugar
destacado en el tráfico de drogas. En Rosario Scioli lo superó por 7000 votos.
El mismo criterio adoptó cuando anunció el plan de infraestructura para el
Noroeste, donde el peronismo de Scioli y también el de Massa hicieron sus
mejores marcas.
El candidato kirchnerista aprovechó a mencionar a Massa, a
cuyos votantes se propone seducir, para recordar que se hizo cargo de algunas
de sus propuestas. También aquí Macri volvió al eje de su argumento: el
ministro de Scioli sería el responsable actual en esa materia, Sergio Berni.
Otra vez, Scioli es Cristina.
El peso del estrés
Sin embargo, es posible que el sarcasmo más inteligente de
Scioli haya sido el menos preparado. Estuvo referido a la seguridad. Fue cuando
le recordó a Macri que no pudo resolver el problema de los
"trapitos". Es curioso que ese puñal haya entrado tan bien: no
muestra a un Macri insensible con el pobre, sino ineficaz.
Las decisiones de los competidores fueron, sin querer,
inadecuadas para el contexto en el que transcurriría su exposición. Cuando los
organizadores de Argentina Debate ofrecieron incorporar un quinto bloque sobre
inserción internacional del país, los equipos de campaña se negaron. "El
estrés ya es muchísimo. Agregar 15 minutos más se va a volver insoportable para
los dos". ¿Cómo saber que la discusión tendría como telón de fondo la
masacre de París?
La liturgia comenzó con un homenaje a las víctimas y un
gesto de solidaridad con Francia. Pero ni Macri ni Scioli tuvieron la
plasticidad de adecuar el libreto estudiado al apesadumbrado clima del momento.
Sobre todo Macri, quien podría haber vinculado su decisión de denunciar el
acuerdo con Irán con la ola de condena al terrorismo que recorre el planeta.
Tampoco hubo una referencia a la muerte del fiscal Alberto Nisman. Aun cuando
Macri invitó a su ex mujer, la jueza Sandra Arroyo Salgado, a acompañarlo desde
el salón.
La mención al estrés fue muy sincera. Sobre todo en el caso
de Scioli. Él convirtió la discusión con Macri en la tabla de salvación que
podría evitarle la derrota que, por distinto margen, le prometen todas las
encuestas. Esa expectativa explica, quizás, el desasosiego con que se fue
acercando a la noche de ayer. Un colaborador muy cercano le escuchó confesar:
"No doy más. Estoy tan ansioso que hasta duermo apurado". En su
entorno están sorprendidos porque lo ven fumar cada vez más.
Scioli apeló a recursos inesperados. Gracias a los contactos
de Rafael Follonier, su canciller bolivariano, con el gobierno de Ecuador, se
hizo auxiliar por Vinicio Alvarado. Se trata del cerebro de Rafael Correa en la
batalla por la comunicación. Alvarado, que estuvo en Buenos Aires la primera
semana de este mes, ofrece varios servicios. Es un experto en campañas
populistas del tipo "yo o el hambre", como la que ha montado Scioli
desde el 25 de octubre, cuando no pudo ganar en primera vuelta. Además, tiene
un gran entrenamiento en manipulación de contenidos en Internet, sobre todo en
redes sociales como Twitter. Esos trabajos consisten en eliminar de la red
informaciones agresivas para los propios candidatos y en crear legiones de
usuarios a partir de identidades falsas, que instalan discusiones convenientes
al propio equipo. A Alvarado le reprochan en Ecuador contar con el soporte de
una empresa argentina especializada en ese tipo de servicios: Illuminati Lab,
de Gastón Douek. Pero, si se entra a la página de esa firma, se advierte que
sus mensajes son muy amigables para Mauricio Macri.
El verdadero aporte de Alvarado a la campaña de Scioli es
que se trata, acaso, del profesional del marketing que mejor conoce a Jaime
Durán Barba, su coterráneo, a quien le ganó todas las elecciones presidenciales
en las que se enfrentaron.
El auxilio de un asesor chavista es un síntoma de la
encrucijada que vive la Argentina. Hay un fenómeno evidente que explica la
táctica del miedo a la que se aferra Scioli: él le habla a una sociedad que
vivió varios años subsidiada, gracias a una ola de bonanza que acabó, tanto
para Macri como para él. Scioli le promete a esa sociedad la continuidad de los
beneficios adquiridos, gracias a la filantropía del "Estado social activo",
una fórmula que hace 12 años le explicó Humberto Roggero. Esa táctica, a la que
apela para triunfar en la elección podría transformarse en su problema más
delicado si el deseo se le cumple.