"Me la mandé, la maté", esa fue la confesión del sujeto acusado de violar y asesinar a sangre fría a su prima de 10 años, Yoselí Rodríguez, en Media Agua. Según indicó la teoría del caso presentada por el Ministerio Público este martes en la audiencia de formalización del hecho, Juan Carlos Rodríguez le admitió a un familiar haber cometido una "equivocación" y de haber cometido un crimen.
Si bien el imputado por abuso sexual con acceso carnal en concurso real con homicidio triplemente agravado actuó con premeditación antes de producir el ataque y luego del mismo realizó maniobras para tratar de ocultarlo, para el fiscal que conduce la investigación -Iván Grassi-, hubo un quiebre en el sospechoso que cuando se vio acorralado no tuvo más remedio que confesar lo sucedido.
Con indicios que lo incriminaron y lo situaron en el centro de las miradas, el femicida no sólo reconoció que había matado a la menor sino que indicó qué hizo con el arma homicida. "Tiré el cuchillo en el campo", le dijo a un primo. Esa es la versión que sostiene Fiscalía, la que recogió varios testimonios y algunos de ellos -como ese- fueron determinantes.
Antes del quiebre
Previo a quedar al descubierto, Rodríguez -que había estado celebrando junto a toda la familia el Año Nuevo- ingresó a la casa de su madre, Inés Rodriguez, donde dormía Yoselí. Ante la ausencia de cualquier amenaza que arruinara sus planes, sacó a la niña del lugar y la llevó a un descampado cercano.
En ese lugar cometió las aberraciones que relató el MPF, donde la accedió carnalmente para luego apuñalarla 11 veces como mínimo, en la zona del cuello y del rostro. Luego de la feroz agresión que le arrebató la vida a la nena, arrastró su cuerpo unos 5 metros y lo intentó ocultar con los arbustos que tenía alrededor. Seguidamente, recorrió otros 50 metros para dejar enterrado el cuchillo tramontina que uso para el asesinato.
Con el cadáver y el arma homicida escondidos, se metió a un canal -quizás para quitarse la sangre de la ropa-, pero un familiar que lo vio regresar cerca de las 7 de la mañana advirtió que tenía restos de sangre en sus manos. En ese momento, todavía tratando de disimular lo acontecido, aseguró que había tenido una pelea. Según el testimonio, su ropa se veía sucia, con tierra, estaba descalzo y sus nervios eran notorios, al punto que temblaba de los pies a la cabeza.
A pesar de que la secuencia para los parientes resultó extraña, no pasó a mayores ya que también señalaron que se encontraba alcoholizado.
Cuando al mediodía los primos de Yoselí comenzaron a buscarla hasta que la encontraron en la dramática escena, el shock y la sorpresa fue para todos. Incluso, en apariencia, para el mismo acusado ya que se mostró asombrado. "Se hizo pasar por un familiar más, sorprendido por el hallazgo, con la hipocresía que eso significa", comentó el fiscal.
Después del quiebre
Sin embargo, aquellos familiares que lo habían visto en un estado sospechoso y también volviendo de la misma dirección en la que el cuerpo había sido encontrado condujeron a señalarlo directamente. Uno de los parientes lo increpó y éste le confesó lo que había pasado.
Con los investigadores encima, a quienes no les dijo una sola palabra, no se resistió a la detención. Entre sus pertenencias encontraron las prendas con manchas de sangre y que ahora son analizadas para constatar si son compatibles con la genética de la niña.
El cuchillo que había "tirado" por ahí fue hallado clavado en la tierra y en su filosa hoja descubrieron que había un cabello de la nena. Por todas esas pruebas, se solicitaron muestras de ADN y extracción de fluidos para corroborar las fuertes sospechas.
Aunque en el único momento que tuvo para declarar prefirió mantenerse en silencio, la confesión de la que habló su familiar no tiene validez como tal para la justicia. No obstante, los elementos de convicción recolectados lo comprometen cada vez un poco más y serán esos, de continuar callado, los que lo conduzcan a una pena.