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Historias del Crimen

El asesinato en patota de la plaza de Villa Carolina

Fue una noche de agosto de 1973. Un grupo de amigos y vecinos se juntaron a tomar. La versión oficial señala que discutieron entre sí. Los allegados a la víctima afirman que fue un ataque premeditado. Entre cinco tomaron a golpes a uno y lo mataron de un balazo.

Por Walter Vilca

Eran amigos y vecinos de la villa. Una noche se juntaron a farrear. Guitarra de por medio, mucho vino y bromas. Una madrugada más de diversión, una amanecida que se perdió entre la borrachera, los resentimientos propios y el inesperado desencuentro que acabó en un sangriento asesinato.

A más a 48 años de aquella noche, todavía persisten las preguntas de qué tan grave fue la disputa entre ellos o qué tenían contra ese muchacho. El ataque en patota del que fue víctima fue tremendo. Lo dejaron tirado en la plaza, todo golpeado y con un balazo mortal en la cabeza.

Para algunos es un tema olvidado, otros recuerdan en detalle ese asesinato en la popular Villa Carolina en la zona capitalina de Trinidad. El caso Pedro Luis Reyna fue uno de los más conmocionantes del año 1973, por las circunstancias y porque sus agresores fueron sus mismos amigos.

En ese entonces todos eran jóvenes. El más grande era Reyna, con 34 años y padre de siete niños pequeños. Junto a su esposa vivían en una pieza en el fondo de la propiedad de sus padres, en inmediaciones de las calles Patricias Sanjuaninas y Vicente López y Planes.

El comienzo de la farra

La farra comenzó la tarde del sábado 18 de agosto de 1973 en una confitería de avenida España en Capital. Según la causa judicial, allí se reunieron Oscar Roberto Rodríguez, Juan Vicente Castro y Segundino Escarrión. Un vino los puso alegre y la siguieron en un carro bar. Llegada la noche ya estaban con ánimo de fiesta, de modo que compraron algunas botellas de vino y abordaron un taxi con destino a Villa Carolina.

La víctima. Pedro Luis Reyna, el asesinado.

Los relatos señalan que fueron a buscar a Jesús Flores, un vecino de Villa Carolina, y le pidieron prestada una guitarra. Después se trasladaron a la casa de Pedro Reyna para darle una serenata y sumarlo a la juntada. Eso fue cerca de la medianoche. Los allegados de Reyna recordaron que éste ya estaba durmiendo. Al otro día tenía que viajar a Mendoza a visitar a su hermano mayor con quien iba a empezar a trabajar desde el lunes.

Los muchachos lo obligaron a levantarse y le insistieron tanto, que Pedro Reyna se alistó y salió a acompañarlos. Entre vinos, canciones y charla recibieron las primeras horas del domingo 19 de agosto. En un momento se les terminó la bebida y quisieron continuar con la diversión. Alguien propuso ir a un cumpleaños que festejaban en la casa de la familia Sambrano, al otro lado de la ruta 40. En esos años aun no existía la avenida de Circunvalación.

Todos estuvieron de acuerdo, así que los cuatro amigos encararon hacia la fiesta. Los frenaron en la puerta. Es que no estaban invitados. Uno de los que los atendió fue Armando Tello, también amigo de ellos, que les entregó cuatro botellas de vino para que se marcharan. El grupo de amigos volvió a la plaza de Villa Carolina. Ahí se les sumaron Juan Pereyra, Víctor Sánchez y Jesús Flores y armaron su propia fiesta en ese pequeño espacio verde de Patricias Sanjuaninas y 12 de Octubre.

Rodríguez tocaba la guitarra y cantaba, mientras los otros aplaudían, reían y brindaban. Jamás se supo con certeza qué pasó minutos más tarde. Quizás fue la borrachera o las bromas pesadas lo que precipitó que entre algunos de ellos se desconocieran.

El asesinato

La versión oficial, plasmada en la causa judicial, indica que Reyna le hizo una zancadilla a Sánchez y lo tiró al piso. Esto molestó al resto de los jóvenes, que se le fueron encima y le pegaron. En la confusión, Rodríguez aprovechó para tomar un trozo de cemento y se lo lanzó en la cabeza a Reyna, que cayó y empezó a perder sangre.

A los segundos, Reyna se puso de pie, caminó unos metros y llamó a Rodríguez. Este fue a enfrentarlo. Pero temiendo que el otro lo primeriara, sacó la pistola calibre 22 que cargaba entre su ropa y le largó un disparo directo en la cara, de acuerdo a lo que reconstruyeron los investigadores. El balazo impactó en uno de sus ojos. Ese fue el final para Reyna, que se desplomó y quedó tendido, casi abrazado, sobre un pequeño muro de cemento en la plaza.

Detenidos. Esta foto publicó el dario Tribuna de la Tarde. La Policía expuso a todos los detenidos por el caso.

Esa fue la versión oficial, pero allegados a Reyna cuentan que no fue así. Que en realidad todo estaba planeado, que esa noche lo fueron a buscar para sacarlo de su casa, emborracharlo y liquidarlo. No saben qué hubo entre ellos, pero creen que actuaron con animosidad. Incluso afirman que todos le pegaron golpes de puño, patadas y hasta lo torturaron quemándolo con colillas de cigarrillos. Y que, cuando estaba indefenso y malherido en el piso, Rodríguez le dio el tiro de gracia en la cabeza.

No se dice nada de esto último en la sentencia. Lo que se acreditó fue que esa noche golpearon y balearon a Reyna, pero no se hace mención a un ataque con ensañamiento. La única versión existente fue la que dieron los mismos jóvenes que protagonizaron el hecho esa madrugada y que luego fugaron del lugar.

Un amanecer trágico

A las 8.30 de la mañana de ese domingo, una señora que salió a regar y vio el cuerpo del muchacho en medio de la plaza. Los policías de la Seccional 3ra concurrieron al lugar y confirmaron que ya estaba muerto. Los vecinos lo reconocieron, era Pedro Luis Reyna. Felisa Alaníz y Juan José Reyna -los padres- junto a otros parientes también llegaron a la plaza, no podían creer lo que veían. El hombre tenía una hermana melliza y otros siete hermanos.

A través de testigos, los investigadores policiales establecieron que esa noche estuvo bebiendo con un grupo de amigos. A las horas empezaron a detener a cada uno de ellos. En sus primeras declaraciones ellos instalaron la versión de que todos estaban tomando amistosamente, que hicieron el periplo de un lado a otro y después terminaron en la plaza, donde se suscitó el incidente. En los recortes periodísticos se destaca que habrían reconocido que todos golpearon a Reyna y que lo hicieron porque era “peligroso”. Por otro lado, Rodríguez confesó que fue él quien disparo. Además, le secuestraron la pistola calibre 22 marca Bersa que utilizó en el asesinato.

Esos días los titulares de los diarios decían: “Apresaron a los autores del asesinato de Villa Carolina” y “Quedó esclarecido el crimen de la plaza Villa Carolina”, con la crónica y fotos de los detenidos. Esas primeras investigaciones y las declaraciones de los propios detenidos dieron por cierta la hipótesis de un homicidio a consecuencia de una pelea entre amigos tras una noche de alcohol.

El señalado. Oscar Reyna, señalado como el autor material del asesinato. Foto de diario Tribuna de la Tarde.

Un allegado a los Reyna contó que la familia era pobre y no pudo contratar un abogado para exigir que profundizaran las investigaciones a partir de la sospecha de que fue un crimen premeditado y alevoso. Agregó un dato. Afirmó que hubo otro involucrado, un tal “Cordobés”, que nunca fue investigado y desapareció de la provincia tras el asesinato.

Enjuiciados

Oscar Roberto Rodríguez, Juan Castro, Segundo Escarrión, Jesús Flores, Juan Pereyra y Víctor Sánchez fueron a juicio en 1975 por el delito de homicidio simple. El primero de ellos prácticamente se hizo cargo del crimen solo, pero afirmó que no recordaba lo sucedido. Los otros acusados apuntaron contra él como la persona que golpeó a Reyna con el trozo de cemento y luego le disparó.

Su abogado defensor intentó demostrar que todo fue confuso, que Rodríguez y sus amigos estaban muy ebrios y apeló a hacer ver a Reyna como un peligroso delincuente. Esto último fue desmentido por un pariente, el que sí reconoció que era un hermano el que estaba preso en el penal de Chimbas y reiteró que Pedro era un trabajador.

La defensa habló de un hecho accidental y pidió que los condenaran por homicidio culposo. El juez Wilson Vaca, del Juzgado del Crimen Segunda Nominación, leyó su sentencia el 3 de junio de 1975. En el fallo expresó que, si bien los acusados estaban alcoholizados, no tenían un estado de embriaguez total. Descartó que se hayan dado circunstancias que acrediten un hecho involuntario. También dio por válidas las primeras declaraciones de los acusados en sede policial, considerando que se ajustaban a otras pruebas recolectadas en la investigación. En esa línea, Oscar Roberto Rodríguez era el principal autor del asesinato y los otros posibles cómplices.

Así fue que condenó a Rodríguez a 8 años y 2 meses de prisión por ser autor responsable del delito de homicidio simple en perjuicio de Pedro Reyna. Juan Flores, Víctor Sánchez, Juan Castro, Segundino Escarrión y Carlos Pereyra recibieron una pena de 1 años de cárcel por los delitos de lesiones graves y participación secundario de homicidio simple.

La condena no dejó conforme a la familia Reyna, pero no hubo nada que pudieran hacer. Según se pudo saber, muchos de los condenados volvieron a Villa Carolina una vez que salieron en libertad. Algunos todavía viven en la zona.

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