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HISTORIAS DEL CRIMEN

Un entregador, tres ladrones cauceteros y una anciana asesinada en barrio Las Moreras

El homicidio fue cometido una tarde de agosto de 1990. La intención era robar los ahorros de la mujer de 78 años, pero la golpearon, la amordazaron y la terminaron asfixiando. Un hombre que concurría a una casa vecina hizo de instigador.

Por Walter Vilca

El interior de la casa, todo desordenado. Los cajones de los muebles abiertos. El cuerpo de la dueña de la propiedad tendido en el piso de la cocina, con el delantal envuelto en su cabeza y un repasador en la boca. Su rostro daba cuenta que había sufrido golpes, pero además que había tenido una muerte atroz por la obstrucción de sus vías respiratorias.

Este fue el cuadro estremecedor con el que se encontraron la noche del 30 de agosto de 1990 en el interior de un domicilio de calle Grigolo, en el barrio Las Moreras, Santa Lucía. La asesinada era la anciana italiana Julia Negri de Bellotti, una viuda de 78 años que vivía sola. El que halló su cadáver fue su yerno, quien esa noche de invierno pasó a visitarla y, como la abuela no atendía, entró al notar que la puerta estaba sin llave.

Los interrogantes fueron muchos, pero de lo que estaban seguros los investigadores policiales y el juez Enrique Domínguez que el móvil era el robo y que los delincuentes habían actuado de una forma desalmada contra esa anciana indefensa. El informe forense indicó que recibió algunos golpes, quizás por resistirse, pero que después fue asfixiada o la dejaron morir con ese repasador que le pusieron en la boca y el delantal de cocina con el que la amordazaron. Estimaron que su muerte se produjo entre las 18 y las 21 del jueves 30 de agosto de 1990.

Muchas preguntas

Los primeros indicios revelaban que los atacantes entraron a la vivienda por el fondo de la propiedad a través de un gran baldío que daba a la parte trasera del barrio. Otro dato instaló la hipótesis que no se trataba de un robo ocasional. La anciana cobraba una pensión de su difunto marido, pero también otra pensión en dólares otorgada por el gobierno italiano. Su dinero y los posibles ahorros no aparecían por ningún lado, lo que reforzó la teoría de que los asesinos habían ido por esa plata.

El lugar. La Policía durante la inspección en la casa donde ocurrió el robo y asesinato. Foto de Diario de Cuyo.

Esto último daba una pista. El o los autores posiblemente conocían a la anciana o alguien cercano a ella les había proporcionado datos sobre su situación económica y que vivía sola. Pero quién o quiénes podían ser, era la pregunta de los policías. Los familiares de la abuela se encontraban desconcertados y no ubicaban testigos. En un momento, la investigación parecía estancarse, los policías igual no se resignaron. Una vecina luego contó que vio a un sujeto merodeando por la calle. Otra persona habló de un auto estacionado a la vuelta, pero eran datos vagos.

La pista

A mediados de septiembre, un policía retirado de Caucete se contactó con un jefe policial y le confió que escuchó el rumor de que a un tal Villegas podía estar vinculado en el asesinato de Negri. Las versiones decían que a uno de sus amigos se le escapó el comentario de que a Villegas “se le fue la mano con la jubilada”, además los habían visto gastar dinero más de lo habitual y que algunos de ellos habían desaparecido del departamento.

Los policías hicieron averiguaciones y el 19 de septiembre de 1990 allanaron la casa del sospechoso en Villa Independencia para detenerlo. Su nombre era Juan Luis Villegas, un mecánico de 42 años que no tardó en confesar que participó del robo y asesinato de la anciana de Santa Lucía. Un investigador recordó que este hombre lloró jurando que no quiso matar a la abuela y dio otros detalles de cómo fue el ataque.

El primero. Este es Juan Villegas, el que confesó todo.

En esa primera declaración aseguró que él no fue el de la idea del robo, que sus amigos de apellidos Vivares y Pastén lo convencieron para que los acompañara. Contó, a medias y sin dar precisiones, que otra persona había filtrado los datos sobre la existencia de ese dinero en la casa de la anciana. Reconoció que junto a Pedro Oscar Vivares y Luis Orlando Pastén entraron por los fondos, que él se encargó de mantener reducida a la mujer mayor, que la amordazaron y que cuando se retiraron estaba con vida. También dijo que se enteró de la muerte de la abuela por los diarios y que ahí sus amigos decidieron fugar de Caucete. Aunque tiempo más tarde se retractó y negó parte de sus dichos, su declaración fue crucial para identificar a los otros partícipes del robo y asesinato.

Las detenciones

A través de las investigaciones, los policías sanjuaninos de las secciones Robos y Hurtos y Seguridad Personal de la brigada de la Central de Policía tomaron conocimiento que Vivares y Pastén estaban en Mar del Plata. El 23 de septiembre de ese año, una comisión policial que viajó a esa ciudad detuvo a Pedro Vivares en el momento en que cambiaba dólares en una casa financiera.

Con la detención de Vivares, supieron que el “entregador” era un tal Luis Francisco Segovia. Un amigo de Villegas que tenía domicilio en un barrio de Santa Lucía y que concurría asiduamente a ver a una mujer del barrio Las Moreras, vecina de la viuda Julio Negri. Este hombre de 45 años sabía que la abuela vivía sola y cobraba una interesante pensión del exterior. Los policías no tardaron en ir por él. Lo apresaron el 13 de octubre de ese año.

Segovia jamás admitió su participación en el robo. Ni siquiera reconoció que esa tarde pasó por la casa de la vecina de Negri o que se vio con Villegas, Vivares y Pastén esa misma noche. Los otros dos detenidos lo habían involucrado directamente. En sus primeras declaraciones aseguraron que Segovia estuvo con ellos en la Terminal de Ómnibus de la ciudad Capital, que le entregaron 300 dólares como parte de la repartija del botín y que los despidió cuando abordaron el micro que los llevó de vuelta a Caucete.

El último capturado

El caso estaba prácticamente esclarecido, pero faltaba Pastén, que un par de veces pudo escabullirse de la Policía durante sus días de clandestinidad en Buenos Aires. No podía permanecer mucho tiempo escapando, en algún momento el dinero se le iba a acabar, supusieron los investigadores.

Otro autor. Este es Pedro Vivares, uno de los tres ladrones que cometieron el asesinato.

Los sucesivos allanamientos en los domicilios de sus parientes y conocidos, lo dejaron sin lugar dónde refugiarse. Así fue que tarde o temprano regresó a Caucete. Los investigadores, que estaban aguardando que se pusiera al descubierto, en los primeros días de noviembre recibieron la información que Pastén andaba de nuevo por la Ciudad de las Diagonales. El 6 de ese mes, rodearon la vivienda donde podía estar. Cuando vio a los policías, él mismo salió a la puerta y se entregó.

Con esta última detención, el círculo entorno a la banda se cerraba con los autores materiales del robo y asesinato de la anciana Negrio de Bellotti y el instigador. Las primeras confesiones de los principales imputados complicaron a todos. Posteriormente cambiaron sus declaraciones y negaron partes de sus relatos iniciales para buscar favorecerse, pero nada evitó que el juez Enrique Domínguez los procesara y los llevara a juicio por el delito de homicidio en ocasión de robo. En el caso de Segovia, como participe principal. Al resto como autores materiales.

Las condenas

El 28 de agosto de 1992, a través de un juicio escrito el juez José Alberto Nardi del Segundo Juzgado Penal condenó a 20 años de prisión a los cauceteros Juan Luis Villegas, Pedro Oscar Vivares y Luis Orlando Pastén, y al santaluceño Luis Francisco Segovia. El abogado Horacio Merino y otros de los defensores apelaron ese fallo con el argumento que no existían pruebas para condenarlos por el homicidio.

Los jueces Félix Herrero Martín, Mirtha Salinas de Duano y Ramón Orlando Avellaneda de la Sala II de la Cámara en lo Penal y Correccional revisaron la sentencia de primera instancia y refrendaron todo lo resuelto contra Villegas, Vivares y Pastén. En cambio, sobre Segovia entendieron que la condición de instigador y partícipe del hecho no se equiparaba al resto de los condenados y que en todo caso era responsable del robo, pero no del asesinato.

Así fue que el 21 de septiembre de 1993, esos camaristas ratificaron la sentencia de primera instancia con respecto a Villegas, Vivares y Pastén. Por el contrario, resolvieron cambiar la calificación del delito atribuido a Luis Segovia y le bajaron la pena a 4 años de prisión por ser responsable de robo en grado de participación principal.

Los cuatro condenados purgaron su castigo en el Servicio Penitenciario Provincial. El que menos estuvo preso fue Segovia, que, en medio de la batalla judicial llevada adelante por su defensa, estuvo 10 meses en libertad –entre octubre 1991 y agosto 1992- hasta que volvió a la cárcel. Cumplió su condena en agosto de 1995.

Los otros tres permanecieron al menos 14 años recluidos en el penal de Chimbas. Entre enero y marzo de 2004 comenzaron a gozar de la libertad condicional. En 2010 se les dio por cumplidas sus condenas. En la actualidad, se desconoce qué fue de ellos.

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