Iván Manrique no es mago, sin embargo, tiene la capacidad de hacer flotar las antiguas casonas de Jáchal, su tierra natal. Es artista y a los 49 años, cuenta con una importante colección de pinturas Archipiélago de Adobe, a través de la cual ha logrado sobresalir. Ahora, celebra un nuevo éxito. Hace unas semanas terminó de pintar un hermoso mural que se destaca en una esquina de su departamento de origen y que forma parte de la muestra de casonas jachalleras que se elevan hacia el cielo sobre islotes.
“El último que hicimos es un mural móvil. Ahora funciona como un cierre de la obra que se está haciendo en la fachada de la Biblioteca Popular de Sarmiento y que se ha realizado con el fin de trasladarlo después al interior del predio. La obra tiene el estilo de la colección Archipiélago de Adobe, que es la serie que yo trabajo en pinturas y en dibujos. Es mi segundo mural con la misma temática en el departamento. La primera está en la calle Rawson y San Juan, en él aparecen un fragmento del Molino de Huaco, un poste y una compuerta de riego”, cuenta Iván a Tiempo de San Juan.
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Iván creando el último mural que pintó en Jáchal, frente a una biblioteca del pueblo.
El artista cuenta que empezó a dibujar desde muy pequeño, con el apoyo incondicional de sus padres. “Era raro lo que me pasaba. Porque yo era un niño pero, por ejemplo, no me gustaba jugar a la pelota, me gustaba dibujar, leer poesías y tocar música. Estaba en eso cuando hubo un hito importante. Mi profesor de Dibujo, Hugo Aguado, me dibujó un granadero en la carpeta cuando estaba en Segundo Grado. Eso me llamó mucho la atención. Después, lo vi pintar un retrato de San Martín muy grande en el salón de actos de la Escuela Fray Justo Santa María de Oro, sobre un papel, con tinta. Y creo que esos dos momentos fueron un puntapié para mí, que me llevaron a desarrollar más el arte del dibujo y la pintura”, recuerda el sanjuanino.
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Un joven y talentoso Iván, desplegando su arte en 1998.
Mientras seguía expresándose, de más grande, Iván empezó a estudiar Artes Visuales. Sin embargo, abandonó por un tiempo la carrera hasta 2016, cuando decidió retomarla. Pero la pandemia cortó nuevamente su sueño de recibirse, que se reinició este año, cuando volvió a la facultad. Ahora, está cerca recibirse de profesor.
Fue en medio de todo eso que nació la serie de obras que lo llevó a hacer grandes murales y cuadros, que ha llegado a exponer en salas de Buenos Aires y en el Museo Franklin Rawson, en San Juan. “A la serie Archipiélago de Adobe la vengo trabajando desde 2016 o 2017. Creo que esta obra nació, por un lado, de lo que fui aprendiendo sobre el arte y, por otro, por la idiosincrasia y el camino que he ido recorriendo en la vida”, cuenta.
Una idea que surgió como un torbellino
“Todas esas casonas, con esos frentes ornamentados, siempre me llamaron la atención y eran mi mundo en Jáchal, donde viví hasta los 11 años. Creo que eso fue lo que afloró después”, reflexiona el artista.
Y agrega: “Sucedió cuando vi un documento visual del fotógrafo Roberto Ruiz, que había captado el momento en el que derrumbaban una casa que estaba en la esquina de la plaza de Jáchal. Pensé en todas las casonas que había en el departamento y que tuvieron que ser derrumbadas por el peligro que implicaban. Al mismo tiempo, esa casa en particular estaba en la esquina en la que se juntaban mi abuelo y sus amigos y yo pasaba y los veía de niño. Pensé, ‘esa casa se está yendo y con ella se está yendo un pedacito de historia mía’. Y cuando pensé eso, dije, ‘la casa se fue, se elevó’. Es como que surgió una imagen en mí medio fantástica”.
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Una casona que formó parte de la localidad de Niquivil, bajo el trazo del artista.
Con todas esas ideas y conceptos plasmados en su mente, Iván fue directo a buscar papel y lápiz y en ese momento surgieron los primeros bocetos de la colección. Iván cuenta que, “tomé la idea de que estas casonas tan pesadas pudieran flotar, rompiendo las leyes naturales. Y las puse sobre estos islotes, esos elementos que son lejanos para nosotros que no tenemos mar, sino desierto. Entonces, apareció esa imagen del archipiélago de adobe, de esas casas que estuvieron todas juntas en su momento y ahora eran como islas, aisladas entre sí mientras se elevan. Fue un torbellino de ideas, que llegaron todas juntas y después fui desarrollando”.
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Las compuertas también forman parte de las obras del sanjuanino.
El hombre vive ahora en Santa Lucía y mantiene intacta la idea de las casonas, a las que sumó otros elementos, como las compuertas de los canales. Dice que pinta todos los días, aunque sea un poquito, teniendo en cuenta los tiempos que le quedan libres entre su trabajo y el cuidado de su familia.
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Iván junto a Tobías, uno de sus hijos.
“Trabajo para el Parque Provincial de Ischigualasto, soy gráfico y creativo del parque y diseño folletería, carteles y todo lo que tiene que ver con la imagen. Además, tengo cuatro hijos, dos varones y dos mujeres de entre 23 y 21 años. Tanto ellos como Marcela, mi esposa, me acompañan y me apoyan muchísimo. De hecho, mi esposa es mi mayor crítica y quien muchas veces me pone los pies sobre la tierra”, cuenta al respecto.
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Ivan Manrique, divide su vida actualmente entre su Jáchal natal y sus tareas en el Parque Provincial Ischigualasto.
Para cerrar analiza, “algunos sienten que pueden tener mucho valor sus obras en caballetes, sobre lienzos, en una galería de arte y que eso es lo más importante. Y sí, está buenísimo. Pero yo, con que mis murales estén en Jáchal, ya estoy listo. Ahí está toda la idiosincrasia, toda la carga emotiva, nostálgica, entonces toman otro sentido. A parte, la gente los valora muchísimo, los entiende y eso es lo lindo. A lo mejor, en algún momento logre una carrera exitosa a nivel nacional o internacional. Ojalá suceda, pero yo estoy conforme con lo que he logrado y con poder seguir pintado todos los días”.