Un supuesto encuentro fortuito, o incluso muchas veces pactado, entre una indígena con cierto rango político y social en su comunidad con un europeo en pleno proceso de colonización, una familia construida a partir de ese entonces según los cánones occidentales y una ejemplar descendencia, muestra mestiza de la capacidad reproductora de la nueva sociedad estructurada bajo criterios racistas, fueron elementos notables sobre una misma constante histórica.
La sumisión laboral y sexual de las indígenas y la explotación de los nuevos territorios por parte de los europeos aparece repetidamente en los registros históricos. Al menos podemos identificar cuatro casos en los que la historia se ha convertido en un dispositivo efectivo para este propósito, por ejemplo, en las colonias británicas norteamericanas o las españolas de México, Perú y Chile, en las subjetividades de Pocahontas, la Malinche, Chimpu Ocllo o Isabel Colla respectivamente.
- Pocahontas nació en 1595, hija del jefe Powhatan, líder indígena en Virginia. Su madre fue expulsada de la tribu tras dar a luz y luego falleció. Pocahontas se casó con John Rolfe, como Lady Rebecca Rolfe, y tuvo un hijo, Thomas. En 1607, colonos ingleses capturaron a John Smith, quien fue apresado por su tribu. Según su relato, Pocahontas lo salvó. En 1608, alertó a Smith sobre un plan para capturarlo. En marzo de 1613, fue capturada por colonos, quienes la usaron como rehén para negociar. Durante su cautiverio, recibió educación en el cristianismo y el inglés. Casada en 1616 viajó a Inglaterra, donde se reencontró con Smith. Falleció en 1617 debido a una fiebre desconocida.
- La Malinche, o Doña Marina, mujer indígena de origen náhuatl nacida alrededor de 1500 en Veracruz, fue vendida como esclava tras la muerte de su padre. Su habilidad como intérprete y consejera de Hernán Cortés fue crucial durante la conquista de México. Hablaba varias lenguas lo que facilitó la comunicación entre los españoles y diversas tribus indígenas, incluyendo a los totonacas y tlaxcaltecas. Su conocimiento cultural ayudó a Cortés a formar alianzas estratégicas, otorgándole ventajas militares y diplomáticas. Juntos tuvieron un hijo, Martín Cortés, símbolo del mestizaje en México. Aunque su figura es objeto de controversia su influencia fue decisiva en la caída del Imperio Azteca y en la configuración de la Nueva España.
- Chimpu Ocllo, nacida alrededor de 1523 en Cuzco, fue una princesa Inca que vivió el caos de la guerra civil entre sus tíos, Huáscar y Atahualpa. Logró escapar de la violencia y conoció al militar español Sebastián Garcilaso de la Vega en 1538. Chimpu Ocllo se convirtió al cristianismo y adoptó el nombre de Isabel. De su unión con Garcilaso nació Inca Garcilaso de la Vega, el primer mestizo destacado en la literatura americana. Tras el triunfo de las fuerzas realistas, Sebastián la repudió, presionado por la Corona para casarse con una española. Isabel luego contrajo matrimonio con Juan del Pedroche, llevando consigo una dote considerable. Falleció en 1571, dejando una herencia que incluyó a sus hijas, Luisa de Herrera y Ana Ruiz.
- Isabel Coya es reconocida en la tradición chilena como la "primera dueña" de los territorios del puerto de Coquimbo. Las actas oficiales de la Comuna de Coquimbo la vinculan a la familia real inca. En el siglo XVII, un español, Bernardo Álvarez del Tobar, solicitó la propiedad de los terrenos a la Real Audiencia y se supone que contrajo matrimonio con doña Isabel
Ahora bien, volviendo a San Juan, la supuesta existencia de una princesa huarpe, ñusta hija del Cacique Angaco, cobra relevancia en el marco de estos antecedentes. Casada aparentemente con Eugenio de Mallea, el primer lugarteniente del fundador de San Juan de la Frontera, habría dado a luz al que la tradición local recoge como el primer sanjuanino, hijo de un matrimonio mixto entre una india y un blanco, durante la conquista. El resto de la versión está bastante difundido: la ñusta se convirtió al catolicismo y asumió un nombre cristiano: Teresa de Asencio. Su supuesto patrimonio familiar habría sido entregado como dote a su marido adquiriendo las posiciones indígenas del noreste de la ciudad: entre el rio San Juan y la sierra Pie de Palo.
A diferencia del resto de precursoras, esta tradición no tiene ninguna referencia durante casi los primeros tres siglos a partir de la fundación y las evidencias históricas apuntan a indicar que se trata de un mito local del siglo XIX cuando obtuvo esa forma a partir de la pluma de, nada mas ni nada menos, Domingo Faustino Sarmiento.
Sarmiento y los historiadores fundacionales
Corría el año 1850 y Domingo Faustino Sarmiento desde el exilio trasandino publicaba “Recuerdos de Provincia”. Se trataba de un texto autobiográfico escrito a sus casi cuarenta años de edad. Al mismo tiempo lo transformaba en instrumento de promoción de su propia campaña política a futuro.
Entre sus pasajes puede leerse, por primera vez desde la fundación de San Juan, el esbozo original de la existencia de una supuesta princesa indígena esposa de uno de los conquistadores. Sobre Juan Eugenio de Mallea sostiene, estaba “casado en San Juan con la hija del cacique de Angaco, que se llamó doña Teresa de Ascensio y (…), habiendo perdido la hacienda de su mujer en el mantenimiento de su gente y casa en servicio del rey, (…) cayeron en los términos y jurisdicción de la última ciudad.” (Sarmiento, 2011. p.69)
Mas adelante comenta una genealogía de los hijos de ese matrimonio, supuesta y étnicamente mixto. Afirma que “Las familias españolas venidas posteriormente a establecerse a San Juan, se vengaron del hijodalgo Mallea en los hijos de la india reina de Angaco. iDecíanles mulatos!, (…) Mi madre, que no sabe que don Juan Eugenio de Mallea servía a sus expensas, con sus propias armas y caballos, me cuenta que don Luciano Mallea era muy conocedor en genealogía, y sostenía que eran ellos mestizos de pura y noble sangre.” (Sarmiento, 2011, p. 81).
Con estos dos pasajes Sarmiento se convirtió en el creador de una tradición historiográfica, sin antecedentes empíricos. Sentaría las bases, solo a partir del criterio de su propia autoridad, para los libros que hablaran sobre la época colonial, textos supuestamente históricos que servirían de justificación de la violencia de conquista y el mito del pacifismo indígena.
Algunos historiadores posteriores arguyeron la veracidad de este supuesto. Sujetos, épocas, territorios y actividades se vieron revueltos y reflejadas con un grado de verosimilitud avanzado desde la primera edición de su obra a mediados del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Pero aquí cabe distinguir dos problemas históricos. Por un lado, sobresalen las figuras de Mallea y Asencio, su matrimonio, familia y existencia comprobada en Cuyo. Por el otro, el supuesto origen indígena de la esposa, dato absolutamente desconocido desde 1562 hasta 1850.
A pesar de que algunas genealogistas fueron más cautos, como Lucrecia Devoto (1977) quien solo asegura, al hablar de la ascendencia de Facundo Quiroga, que “casó Mallea en Cuyo con Teresa de Asencio” (p. 29), resulta notable la repetición textual que se conserva en el resto de las producciones de los y las profesionales fundacionales de la disciplina histórica en San Juan.
Carmen Peñaloza de Varese (1962), en ocasión de la conmemoración del cuarto centenario de la fundación de San Juan de la Frontera, defendió la tesis sobre el origen indígena de Teresa de Asencio con frases como “Juan Eugenio de Mallea (…) recorría las afueras cunado el amor le salió al paso, lo guió y lo condujo hasta las tierras del cacique de Angaco (…) y no se detuvo hasta unirlo a la espigada y simpática Teresa de Asencio, hija del cacique (…) fue el primer amor blanco consagrado con terracota (…) Teresa de Asensio (…) hizo de sus hijos mestizos dignos de la tierra y de la estirpe (…) Así nació una casa (…) la fundaron una mujer india, síntesis de un etno y un español de aristocrática ascendencia” (p. 140- 141). Dos textos, aparecen citados como sus fuentes bibliográficas locales: Videla y Guerrero.
Horacio Videla (1997), en Retablo Sanjuanino afirma, sin más, que Teresa era “la bella hija del cacique de Angaco (…) al fuego del amor de fundieron los más nobles valores de dos razas” p. 16- 17). En su obra monumental insiste en considerarla “la ñusta acaso bella, hija del cacique Angaco (…) princesa india que recibía el nombre de Theresa de Ascencio” (Videla, 1962, p.310). Sin embargo, luego reconoce que “Sobre Teresa de Ascencio, ñusta o princesa de Angaco por las tierras de su padre, el amta Angaco, poco se conoce y se ha escrito” (Videla, 1962, p. 323). Cesar Guerrero, por su parte, (1943) sostiene que ella “fue la hija predilecta del Cacique de Angaco” (p. 145).
Resulta llamativo como todos estos textos se esfuerzan por subrayar el origen indígena de esa primera mujer que, por amor, se habría vinculado sexual, afectiva y contractualmente con un invasor español. Lo reiteran con un énfasis romántico exagerado junto a las dotes estéticas que aparentemente portaba y junto, por supuesto, las dotes financieras, territoriales y comunitarias que habría cedido en el matrimonio.
Sin embargo, mas recientemente algunos académicos locales han investigado la cuestión y descubierto importantes hallazgos sobre este mito.
La revisión contemporánea
Existen al menos tres documentos que efectivamente demuestran la existencia real de Teresa de Ascencio. Uno es un texto que acredita su matrimonio con Mallea, una capellanía a su favor en el convento de Santo Domingo, otro, el Testamento de Mallea en el Archivo de Santiago de Chile y finalmente una carta obligación, un pagaré, de Mallea y su legítima esposa (Collado, Madcur, 2013).
Surgen pruebas de que la pareja, de origen española, estuvo radicada en el sur de Chile, tras los avances de Villagra en la Araucanía. En el año 1967, Juan Luis Espejo fue el primero en sostener una antítesis no tradicional: Teresa de Asencio era una colonizadora española. Tomas Thayer Ojeda menciona la existencia de dos mujeres Asencio de Concepción. Gabriel Guarda, cura benedictino, escribe sobre los encomenderos de Chiloé para Universidad Católica de Chile y la presencia de las hermanas Asencio en Valdivia, Teresa y su hermana, María (Collado Madcur, 2013).
Si bien las dudas sobre esta cuestión surgieron desde la década de 1930 y fueron acentuadas en algunos estudios de los 60s, con la hipótesis del origen criollo peruano de los Guerrero de Asencio, hoy en día investigadores sanjuaninos se han destacado en los notables avances para develar el misterio. El genealogista Guillermo Collado Madcur y el historiador Guillermo Genini (2020), aseguran en que los indicios históricos más concluyentes niegan el origen indio de Teresa de Asencio y la sitúan como una mujer española, criolla, oriunda del sur chileno casada con el conquistador Eugenio de Mallea.
Entonces ¿De dónde surge el mito más allá de Sarmiento? Una respuesta plausible podría consistir en que quien informó a su madre, Doña Paula, Luciano Mallea, descendiente del conquistador, tuvo un pleito documentado en el Archivo General de Chile. Le había reclamado la posesión de unos terrenos a la Iglesia Católica ¿adonde quedaban esos terrenos? En Angaco estaba ubicada la finca, el territorio de donde según, él habría provenido la supuesta princesa Warpe.
Conclusión
La historia de la princesa de Angaco, Teresa de Asencio, constituye un relato que brilla con el fulgor de la fantasía, pero se desdibuja ante el peso de la realidad. Este mito, tejido con hilos de romanticismo y tradición, ha servido durante años como un recurso para legitimar la conquista y la colonización, ocultando las violencias sistemáticas que dieron forma a la identidad sanjuanina. La narrativa, impulsada por la pluma de Domingo Faustino Sarmiento en el siglo XIX, ha sido alimentada por generaciones de historiadores que, en su afán por encontrar héroes en la bruma de la conquista, han priorizado la ficción a la realidad.
La figura de Teresa de Asencio se presenta como un símbolo de reconciliación entre culturas, una "ñusta" que, enamorada de su conquistador, supuestamente unió dos mundos. Sin embargo, al profundizar en la historia, descubrimos que este relato es más un relato literario que un acontecimiento empírico. La realidad es que Teresa, lejos de ser una princesa indígena, podría haber sido una mujer de origen español, chileno o peruano, lo que pone en tela de juicio no solo su identidad, sino también el papel que se le ha asignado en la narrativa colonial.
Este fenómeno no es exclusivo de San Juan; es un patrón que se repite en toda América Latina, donde las mujeres indígenas fueron a menudo reducidas a meros instrumentos de negociación en un juego de poder que las despoja de su agencia. La historia, cuando se reescribe para encajar en un molde romántico, se convierte en una herramienta de opresión, perpetuando mitos que nos alejan de una comprensión auténtica de nuestro pasado.
La necesidad de revisar y cuestionar estos relatos es urgente. En un mundo donde la historia se utiliza para justificar desigualdades, resulta vital desmantelar los mitos que han sido construidos sobre la base de la violencia y la explotación. Así, el caso de Teresa de Asencio nos invita a reflexionar sobre cómo las narrativas históricas pueden ser tanto un espejo de nuestras aspiraciones como un velo que oculta las verdades más incómodas. En última instancia, la historia no debe ser una leyenda cómoda de contar, sino una trama que nos desafíe a confrontar nuestra realidad.
Bibliografía
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