Un grupo de investigadores coreanos reveló una conexión directa entre las bacterias de la boca y la enfermedad de Parkinson. El hallazgo, publicado el 5 de septiembre en Nature Communications, muestra cómo el microorganismo Streptococcus mutans —conocido por causar caries— aparece en mayor cantidad en el intestino de pacientes con esta patología y puede contribuir a la degeneración de neuronas.
El trabajo fue liderado por el profesor Ara Koh junto a equipos de POSTECH, la Universidad de Sungkyunkwan y la Universidad Nacional de Seúl.
Una enzima que viaja de la boca al cerebro
La investigación identificó que S. mutans produce una enzima llamada urocanato reductasa (UrdA), a partir de la cual se genera el metabolito imidazol propionato (ImP). Este compuesto es capaz de atravesar la barrera intestinal, ingresar en la sangre y llegar al cerebro, donde favorece la pérdida de neuronas dopaminérgicas, característica central del Parkinson.
En modelos animales, los científicos demostraron que la introducción de S. mutans o de bacterias modificadas para producir UrdA elevó los niveles de ImP en la sangre y el tejido cerebral. Los ratones desarrollaron síntomas similares a los humanos: neuroinflamación, acumulación de la proteína alfa-sinucleína, deterioro motor y pérdida de neuronas.
Más de 8,5 millones de afectados en el mundo
Según la OMS, más de 8,5 millones de personas padecen Parkinson en el mundo. La enfermedad afecta al movimiento, al sueño, a la función cognitiva y provoca dolor crónico. La Fundación Americana del Cerebro señala que el 1% de los mayores de 60 años desarrolla la enfermedad, aunque un 10% de los casos aparece antes de los 50.
Nuevas perspectivas para el tratamiento
El estudio también mostró que al administrar a los ratones un inhibidor de la vía mTORC1 —clave en la señalización celular— se redujo la neuroinflamación, la pérdida neuronal y los síntomas motores. Esto sugiere que actuar sobre la interacción entre la microbiota oral-intestinal y sus metabolitos podría abrir nuevas vías terapéuticas.
“El estudio proporciona una comprensión mecanicista de cómo los microbios orales en el intestino pueden influir en el cerebro y contribuir al Parkinson”, explicó el profesor Ara Koh. Y añadió: “Nuestros resultados destacan el potencial de intervenir sobre la microbiota intestinal como una estrategia para prevenir o tratar la enfermedad”.