Astrónomos de todo el mundo celebran un nuevo hito en la exploración del universo. Una gigantesca estructura cósmica, detectada a miles de millones de años luz, podría ofrecer claves inéditas sobre cómo evolucionaron las galaxias y los agujeros negros en las primeras etapas del cosmos.
Se trata de RAD J131346.9+500320, un sistema de doble círculo de ondas de radio —el más lejano y luminoso encontrado hasta ahora— identificado gracias a la colaboración entre científicos profesionales y observadores aficionados del proyecto RAD@home, con el apoyo del radiotelescopio LOFAR, en Europa.
Un hallazgo que cambia la escala del universo
Los llamados círculos de radio extraños (ORC, por sus siglas en inglés) fueron descubiertos por primera vez en 2019. Estas estructuras, detectables solo en frecuencias de radio, están formadas por plasma magnetizado relativista y pueden alcanzar tamaños entre 10 y 20 veces mayores que la Vía Láctea.
El nuevo objeto, visible únicamente mediante radiotelescopios de alta sensibilidad, se encuentra a 7.500 millones de años luz, lo que significa que su luz comenzó su viaje cuando el universo tenía apenas la mitad de su edad actual.
“Este trabajo demuestra cómo la ciencia profesional y la ciudadana pueden unirse para empujar los límites del descubrimiento científico”, explicó el doctor Ananda Hota, líder del proyecto RAD@home, cuyo estudio fue publicado en Oxford Academic.
Un doble anillo que desconcierta a los astrónomos
Lo que hace único a RAD J131346.9+500320 es su estructura doble: dos anillos de radio coincidentes, una configuración rarísima en el cosmos. Apenas se ha detectado otro caso similar. La formación se extiende por 2,6 millones de años luz, y los investigadores creen que la apariencia de intersección se debe al ángulo desde el cual se observa desde la Tierra.
Los científicos sospechan que el fenómeno está vinculado a una antigua explosión energética ocurrida en la galaxia central, posiblemente provocada por la actividad de un agujero negro supermasivo. Esa onda expansiva habría reactivado nubes de plasma magnetizado, haciéndolas brillar nuevamente como anillos de radio.
“La onda expansiva pudo haber revitalizado antiguas nubes de plasma, haciéndolas visibles otra vez”, detalló Hota.
Agujeros negros y plasma: el origen posible
Aunque los agujeros negros no emiten luz, su entorno sí puede hacerlo. El material que gira en torno a ellos forma discos de acreción a altísimas temperaturas, desde los cuales se lanzan chorros de materia que viajan casi a la velocidad de la luz. Cuando esos chorros interactúan con el plasma del espacio intergaláctico, pueden generar ondas de choque que den lugar a estructuras como los ORC.
El astrofísico Pratik Dabhade, coautor del estudio, sostiene que estos objetos “no son simples curiosidades cósmicas, sino parte de una familia de estructuras de plasma moldeadas por agujeros negros, vientos galácticos y su entorno”.
Ciencia ciudadana y tecnología de vanguardia
El descubrimiento marca un antes y un después también para la ciencia ciudadana, ya que es el primer ORC hallado por voluntarios y con el telescopio LOFAR. El astrofísico australiano Ray Norris, descubridor de los primeros ORC, destacó el aporte del proyecto:
“Son difíciles de detectar, pero sabemos que debe haber cientos en los datos. Hoy, la ciencia ciudadana es el mejor enfoque para encontrarlos”, señaló.
Además del doble anillo, el equipo de RAD@home identificó otros dos objetos gigantes con características inusuales, que podrían ayudar a comprender cómo los chorros relativistas de los agujeros negros moldean el plasma del entorno galáctico.
El futuro: telescopios más potentes y colaboración global
Para resolver el enigma de los ORC, los astrónomos esperan con ansias la puesta en marcha del Square Kilometer Array (SKA), el radiotelescopio más grande del mundo, que se construye entre Sudáfrica y Australia y comenzará a operar en 2028.
Con una red de miles de antenas parabólicas y de baja frecuencia, el SKA podrá detectar cientos de ORC y ofrecer información precisa sobre cómo las explosiones cósmicas influyen en la formación de galaxias.
Mientras tanto, Hota resalta la importancia de mantener la colaboración entre profesionales y aficionados:
“El descubrimiento de estos anillos demuestra que el ojo humano sigue siendo una herramienta poderosa, incluso en la era de la inteligencia artificial”.
Con su tamaño colosal y su origen aún incierto, RAD J131346.9+500320 se erige como una ventana hacia el pasado del universo, una pista luminosa sobre los procesos violentos y creativos que dieron forma al cosmos que hoy habitamos.