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Opinión

Venderle hielo a un esquimal: los trabajos que San Juan se propone recuperar

Llegan de otras provincias, ante la falta de conexión local entre la demanda y la capacitación educativa. Los detectó la cuarentena y llamó la atención. Un peligro oculto. Por Sebastián Saharrea

Por Sebastián Saharrea

Dentro de todo lo malo que impone un sistema impiadoso como la cuarentena -de la que todos estamos cansados, no sólo los caprichosos de una libertad indefinida sino también los que se animan a pensar en los demás-, hay un sesgo favorable. Mínimo, pero a favor: conocernos un poco más en la intimidad.

Las fronteras (no deberían ser llamadas así porque no dividen países) clausuradas para la salida y el ingreso de otras provincias salvo camioneros y muy pocas excepciones más, permitió extraer valiosos datos sobre ese tráfico, que en otras circunstancias pasan desapercibidos.

Por ejemplo, quienes salen y quiénes entran a San Juan. Para qué lo hacen, a qué se dedican, qué nivel de importancia revisten para la actividad local. Y una deducción lógica de todo eso: ¿realmente hace falta demandar esos empleos afuera de la provincia, son de una calificación esencial e irremplazable, o pueden ser ocupados por sanjuaninos en su propia provincia?

De esa especie de censo obligado surgió que ingresaron a San Juan en esas circunstancias unos 700 trabajadores desde otros puntos del país, a realizar en la provincia actividades laborales que nadie hace acá. Entre los empresarios consultados, surgen estos ejemplos:

-Un cortador de MDF que dispone de una sierra especial y recorre las carpinterías sanjuaninas una vez por mes.

-Un calibrador para la maquinaria de rectificación de motores, que tiene también varios clientes en la provincia por el conocimiento específico del que dispone.

-Una de las empresas autopartistas más importantes de San Juan trae dos personas para el mantenimiento de su maquinaria de producción.

-Una industria de caños plásticos de fusión que “importa” personal para el mantenimiento de sus inyectoras.

-Una importante empresa con sede en San Juan que requiere el ingreso de un especialista para el mantenimiento del sistema de seguridad por reconocimiento de rostro.

-Dos mineras que incorporan personal de otras provincias para el área de gestión en comunicaciones, reparando componentes de los equipos de comunicación.

-Incluso otra, de reciente anuncio estridente sobre la viabilidad de su proyecto y la posibilidad de inversión millonaria, que trae de otras provincias personal especializado en geología y geofísica.

Teniendo en cuenta que la principal cuenta de yacimientos mineros que demanda geólogos (que también hace falta en la industria petrolera) es San Juan, y que la universidad mejor posicionada en formación de geólogos es la UNSJ, entramos aquí en un terreno de venderle hielo a un esquimal.

Traer geólogos a San Juan sería algo así como venderle autos a Alemania o Japón, o exportar baratijas a China, o mandarles laterales a Brasil, o toreros a España. Insólito que el principal conocimiento aplicado a la mayor riqueza sanjuanina, la que marca la diferencia del resto del país, deba importar profesionales de otros lugares donde en la práctica no se verifica ninguna actividad económica afín.

Puede explicarse por la falta de cintura de los centros de formación, empecinados en la producción en serie de profesiones tradicionales (dos carreras de abogados, otras dos de medicina) y carentes de visión sobre lo que realmente demanda el mercado laboral local, las cadenas de producción que se abren, las especificidades de cada economía: la sanjuanina no es la misma que la mendocina, ni la porteña. Y como tal, reclama la aplicación de conocimientos diferenciales.

La realidad es que si las grandes compañías mineras deben importar geólogos de otras provincias e incluso desde otros países no es porque se les ocurra sino porque en San Juan no hay suficientes. Es decir que la oferta de mano de obra local no encaja en lo que demanda el sector productivo local. En la UNSJ se cuentan con los dedos de una mano los egresados de la carrera de Geología y con los dedos de la otra a los flamantes licenciados en Minas. Muchos de ellos vienen siendo incorporados al mercado desde sus estudios, ni siquiera avanzados. Pero hay muy pocos.

Menudo problema, hasta ahora no sólo sin solución sino también sin abordaje. Por eso fue tan saludable que como punto número dos del Acuerdo San Juan apareciera esa decisión de unir a las dos puntas: la de la demanda del mercado privado local con la oferta de capacitación, tanto universitaria como técnica, para aplicar de mejor manera a esos requerimientos laborales.

Ilustrada por el gobernador Uñac con el ya célebre ejemplo de la maquinaria minera averiada, en reparación en talleres de otra provincia (incluso de una que reniega de la minería) por falta de conocimiento o de recursos materiales para hacerlo en San Juan.

Disparador de ciertas inquietudes sanas: ¿cómo es posible que otras provincias terminen recibiendo el beneficio por lo que a San Juan le ha costado tanto trabajo activar en soledad (la minería)?, o ¿cómo es posible que otras actividades económicas de San Juan no dispongan de personal capacitado, empresas prestadoras de servicio, a la altura de lo que demanda el mercado? Más ahora que se ha relanzado Veladero y ha anunciado Josemaría su intención de invertir nada menos que U$S 3.000 millones en una montaña de San Juan, y el gobierno anunció que extremará el ojo para que consuman lo que necesitan adentro de la provincia.

Acechan allí no sólo el plan de educación a medida para ambos extremos sino también el compre San Juan. Dos verdaderas necesidades, de aplicación no sólo conveniente sino necesaria para no aparecer como los tontos del barrio. Pero con algunas contraindicaciones en el revés del prospecto, de revisión necesaria para no caer en los mismos abismos de hace algunos años.

Durante la presidencia de Néstor Kirchner se aplicó a nivel nacional un sistema económico similar, consistente en la sustitución de importaciones. Apoyado en la más absoluta racionalidad: para qué comprar al exterior algo que podemos producir nosotros. El objetivo, siempre presente en la economía nacional como lo verifican estos tiempos, es respaldar el saldo comercial favorable. Dejar de comprar obviedades ayuda al superávit que caracterizó al primer gobierno kirchnerista, al ingreso de dólares más que la salida.

Al costo de evitar el ingreso indiscriminado de productos importados, muchos de ellos a menor precio (con costo inflacionario interno). Y el altísimo riesgo de formación de carteles internos encargados de levantar o bajar la barrera al negocio, según la cara del cliente.

Es lo que ocurrió con la minería bajo el mandato de Jorge Mayoral en esos años. Se frenó el ingreso de insumos del exterior, para reemplazarlos por productos locales en lo posible. Acción loable, hasta acá. Pero se conformó un grupo de aventajados que participaron en una constante rueda de la fortuna, repartiéndose esas condiciones de proveedores entre ellos desde la Casemi.

Un círculo cerrado y alambrado para el resto, con no más de 10 beneficiarios directos de contratos jugosos que nunca derramaron más que para sus autos importados por el centro de San Juan. Eso fue lo que echó todo a perder, que no vuelva a ocurrir.

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