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Anuario

Los médicos y enfermeros sanjuaninos, los protagonistas de la lucha contra la pandemia

Tiempo de San Juan entrevistó a seis profesionales de la salud que estuvieron en la primera línea pelando contra el Covid-19. Experiencia, anécdotas y reflexiones en la nota.

Por Redacción Tiempo de San Juan

Un alfiler de incertidumbre se atravesó en la garganta de millones de argentinos. Era viernes, el anuncio presidencial, según los medios de comunicación, era inminente. El país se cerraría al mundo y cada ciudadano se recluiría en su casa. Alberto Fernández usó la cadena nacional e instauró un uso corriente de palabras hasta entonces desconocidas. Aislamiento Sanitario Preventivo y Obligatorio, dijo. ASPO. La Argentina, entonces, se dividió en dos: trabajadores esenciales y no esenciales. Una partición nueva y utilitaria daba forma a una nueva manera de ver la realidad. Una nueva manera de percibir lo que hasta entonces estaba oculto bajo el velo de la cotidianeidad, de la costumbre. Algunos tuvieron la obligación y el privilegio de quedarse en casa. Otros tuvieron la obligación y la responsabilidad de salir a toda costa. A pesar del SARS-CoV-2, coronavirus, Covid-19, virus, enfermedad, hubo un grupo principal que, de manera alguna, podía estar afuera del campo de acción: médicos y enfermeros. Todos ellos. Indistintamente de especialidad o experiencia. Todos.

San Juan tiene 324 muertos, 14.682 casos y suma nuevos de a 100 por día. Pero también registra un elevado número de recuperados: 11.100. Ninguno de ellos podría haber logrado el alta sin la intervención, en mayor o menor medida, de un médico. Ningún medicamento podría haber ingresado a la provincia sin los profesionales que testean en el control de San Carlos. Por supuesto, ningún infectado se hubiese salvado luego de ingresar a terapia intensiva. Los médicos: hombres y mujeres que realizan un trabajo como cualquier otro, aunque ese trabajo no sea igual a ninguno, son los protagonistas ineludibles, inexorables, inevitables de la pandemia que volcó a los grandes sistemas de salud del mundo, a los mercados, que cambió resultados en elecciones clave y que cuestionó las bases del modo de vida. Tres médicos sanjuaninos, que estuvieron desde el día cero posicionados en espacios clave del engranaje hospitalario, dieron su testimonio de su experiencia personal a Tiempo de San Juan. Cada uno en un lugar diametralmente distinto y que ayudó a dar un enfoque diferente a un panorama único.

Patricia Díaz, médica terapista del Hospital Rawson y presidenta de la Asociación de Terapistas de San Juan. 25 años de experiencia.

A las 9.30 de un lunes, Patricia Díaz está sentada en una cafetería de Rivadavia. Tiene la cartera sujetada por manos de garra, lentes enormes oscuros y una serpiente metálica en el cuello. Como todos los doctores, reconoce que en San Juan la pandemia se sintió realmente en agosto, cuando inició el brote de coronavirus en Caucete. “Me imaginaba a San Juan como una pira rodeada de llamas: Mendoza, Chile, La Rioja, cualquiera podía prender el fuego en la provincia”, dice, sobre la situación sanitaria de los distritos limítrofes hasta aquel día inextricable. El 19 de agosto, un caso positivo de coronavirus alarmó a las autoridades. Se aislaron los barrios Justo Castro I y II. Veinticuatro horas más tarde, el 20, hubo 13 casos. Y cuarenta y ocho horas después, 17 más, ya de distintas zonas de la provincia. El virus ingresó y, tal como ahora comenta la doctora, todo ardió. Con tino, el gobernador Sergio Uñac anunció el retorno a Fase 1 para evitar lo que pudo ser una catástrofe mayor.

El brote representó “una locura”. “Fue un caos, que por más organizado que lo tengas, tenés que ir viviéndolo para empezar a hacer las cosas” dice, justo después de que el mesero limpia la mesa con un trapo de lavandina. “Fue caótico”, repite. “De repente era una experiencia nueva, que uno puede suponer y estudiar, pero si no se vivencia, no se conoce realmente. Y al principio fue bastante duro porque estaban todos los temores y todas las inseguridades. Todo te parecía mal”, relata, en relación al trastocamiento intempestivo de los hábitos de trabajo. “Uno entraba a las 9 y a las 10 le decían que había que modificar la atención y hacer otra cosa. A cada guardia que ibas era un aprendizaje diferente”.

Sin embargo, el punto más dificultoso en terapia intensiva son los tiempos, muy breves, para intubar al paciente sin correr riesgo de contagio. Luego del hastío del procedimiento de cambio de ropa, de los EPP, del calor en el interior del traje, la humedad, la máscara empañada, la imposibilidad de escuchar bien los signos vitales del paciente, que está al borde de la muerte. “Al principio fue bastante duro poder intubar, tenés que hacerlo en minutos o segundos, porque el paciente ya está demasiado mal y se puede morir mientras estás en eso”, pero Díaz sabe aligerar lo dramático, a veces con chistes o imitaciones de la voz de un colega, otras con lenguaje llano como “te dan ganas de salir corriendo a sacarte todos los EPP e intubar así nomás”. Aunque dura poco, y retoma con definiciones del tipo “el paciente se te muere a vos, no al enfermero, no al que está afuera, se nos muere a nosotros que somos los que estamos intubando”.

En la faz más íntima, que no deja de lado a la médica, pero da más lugar a la madre, a la ciudadana, a la amiga, Díaz reconoce, mientras da una calada corta al cigarrillo, que padece “insomnio y pesadillas por el estrés y el cansancio”. Quizá por eso se tomó vacaciones en enero. Cuando llegó la “tormenta” de agosto a San Juan, Díaz tuvo guardias de 24 horas en las que ingresaban 6 o 7 pacientes a terapia intensiva. Tal vez por eso ahora advierte con mayor énfasis sobre la necesidad de que los jóvenes se cuiden y arremete: “Cuando los muertos son tus muertos recién vas a entender la gravedad de lo que estamos viviendo”.

Otro momento de dolor, que la médica cuenta en medio de la música altísima del café, fue la discriminación que sufrieron sus hijos. Amigos que ya no iban a verlos por el trabajo de la madre. E incluso dentro del hogar hubo segmentaciones. Díaz ya no podía besar, ni abrazar. Tenían el barbijo puesto indistintamente. Mantenía cubiertos y vasos separados del resto.

Heliana Bustos, bioquímica de Salud Pública e hisopadora del centro de hisopados del Estadio Aldo Cantoni, en Capital.

Heliana Bustos se recibió hace unos años de bioquímica en la Universidad Católica de Cuyo. Tal como ella lo asegura, su presente jamás lo imagino. Es que hasta mediados de marzo de 2020 se encontraba trabajando en el laboratorio del Hospital César Aguilar de Caucete. Realizaba extracciones de sangre y otras actividades propias de su labor. Sin embargo, llegó la pandemia y desde el Ministerio de Salud Pública tuvieron que destinar todos sus profesionales hacia el área Covid-19.

"Para mi fue un cambio radical. Iba desde mi casa -en Caucete- hacia el hospital de Caucete y, de repente, tuve que empezar a trasladarme hacia el centro sanjuanino con todos los cambios que eso implica: desde el horario de salida de mi casa hasta buscar otro medio de transporte porque de mi casa al hospital caucetero me iba en bicicleta", afirmó Heliana.

Sobre el cambio ni siquiera lo decidió, desde el propio ministerio redireccionaron a todos sus profesionales para realizar actividades concernientes a combatir el virus que, en marzo, recién se asomaba al país. Meses más tarde, llegó a la provincia y ahí comenzó el trabajo "más duro".

"Nos capacitaron para realizar hisopados. Sentíamos como que nos íbamos a una guerra. Empezamos trabajando en los domicilios particulares, luego fuimos a hisopar a los repatriados hospedados en los distintos hoteles de San Juan, después nos fuimos al Estadio del Bicentenario, donde testeábamos a los transportistas. Finalmente, crearon el centro de testeo en el Estadio Aldo Cantoni y, desde hace unos meses, estamos acá realizando hisopados", dijo la profesional de la salud.

Tras varios meses de trabajo, Heliana contó que anímicamente se encuentran "un poco cansados pero estamos bien para seguir combatiendo este virus. Tenemos un equipo maravilloso de trabajo y eso nos empuja para seguir adelante".

Cecilia Godoy, médica generalista, de familia y comunitaria en Hospital Federico Cantoni, Pocito. Quince años de experiencia.

A las 10.15 del mismo lunes, la doctora Cecilia Godoy está sentada en un café, esta vez céntrico. Carga con 24 horas de guardia del día anterior y una voz pausada y reflexiva. Todavía conserva la camisa color blanco hospital. Lo primero que hace es ponderar el aislamiento que le dio tiempo al sistema de salud de organizarse para que no falte atención médica. La caracteriza una visión con matices positivos del impacto del coronavirus: “Una crisis es una oportunidad. Tal vez esto nos enseña que para otras enfermedades importantes y de gran mortalidad tenemos que trabajar en equipo e interdisciplinariamente como lo hacemos ahora”, dice. Godoy trabaja en el Hospital Federico Cantoni, de Pocito, un nosocomio de la periferia sanjuanina, un centro de atención primaria y comunitaria inaugurado en 2012. Tenía, hasta la pandemia, dinámicas diferentes que cambiaron radicalmente.

El domingo 23 de agosto San Juan rompió la barrera de los 100 casos de Covid-19. Ese día, el celular de Godoy sonó y la voz del otro lado la convocó a una reunión urgente. “Se dieron las pautas de cómo íbamos a trabajar, qué refuerzo iba a haber. Hubo una respuesta rápida a la situación”, sostiene mientras acomete la difícil tarea de que el mullido sillón azul no la hunda. “En el hospital ya había un área dedicada a recibir pacientes con fiebre que presentasen síntomas similares a los de coronavirus”, ese sector registró un alza en la cantidad de personas alojadas, muchos leves y otros con cuadros complejos. “Es muy complicado recibir tantas consultas porque, al ser un hospital de primera atención, no contamos con la tecnología de los hospitales de tercer nivel, entonces hay que valerse de la clínica, del análisis, de la evaluación del paciente y su contexto para poder derivarlo correctamente”.

La doctora cuenta que, aunque jamás colapsó el nosocomio, sí hubo momentos de tensión. “Hubo un octubre muy difícil, había más de 90 pacientes en 24 horas. Llegó un momento en que tenía ganas de llorar, pedía porque no viniesen más pacientes, ya no daba más”, ejemplifica con las manos en las sienes y el pelo revuelto. Pero pone sobre las mesa todas las cosas buenas que ocurrieron, desde la disposición de todos los profesionales de salud. “Hay oftalmólogos y odontólogos que aprendieron a testear, a hisopar, a tomar correctamente una muestra”. Todo fue una experiencia muy movilizadora. Un caso puntual, que ahora comenta, ocurrió cuando no hubo más oxígeno en el área de aislamiento y debieron dejar a un hombre en la ambulancia, que sí tenía provisión, hasta que media hora más tarde, previo llamado a la directora del Federico Cantoni, llegó el abastecimiento. Amén de que no pasó a mayores, ese tipo de escenas son un mazazo a la cabeza, toda la atención y trayectoria se juega en esos minutos.

En la faz íntima, Godoy festejó su cumpleaños vía Zoom y le parece perfecto. Dejó de visitar a sus padres, hermanos, sobrinos, y no reniega. Ella misma entiende que no es hora de reuniones numerosas. También comparte con colegas las frases acerca del cansancio y el escaso reconocimiento a su labor. Pero enfatiza en lo que sí se hizo bien, como el retorno a Fase 1 en agosto, la cuarentena y, por sobre todo, el mismo sistema de salud pública argentino que, según expresa, estuvo a la altura de las circunstancias pese a las debilidades de planificación. “Somos médicos, sabemos que le tenemos que poner el cuerpo y le vamos a seguir poniendo el cuerpo. Yo pongo en valor todo el trabajo de los equipos de salud”.

La entrevista terminó. Pero una hora después, en un mensaje de Whatsapp, la doctora Cecilia Godoy escribe tres oraciones fuertes como una inyección. “Me quedó algo en el tintero y es que, a pesar de todo, no somos héroes ni primera línea. Somos personas que apostamos todo a la salud de los demás y será así cada vez que nos toque. Creo que la primera línea es la gente, si asume esto responsablemente creo que nos irá mejor”.

Fabio Zamitto, bioquímico de Salud Pública y coordinador del centro de hisopados del Estadio Aldo Cantoni, en Capital.

Otro bioquímico que también tuvo que cambiar de rubro en este 2020, precisamente desde el mes de marzo hasta la actualidad, debido a la pandemia de coronavirus. Trabajaba en un laboratorio realizando extracciones de sangre y demás actividades propias de su labor, hasta que en marzo se dispuso el redireccionamiento de todo el personal médico a combatir el Covid-19.

Al igual que Heliana Bustos, salió a la calle a hisopar a los vecinos que tuvieron algún contacto estrecho con algún contagiado. Estuvo hisopando a repatriados, a transportistas y, finalmente, llegó al centro de hisopados que se engendró en el Estadio Aldo Cantoni, en Capital. Ese centro de testeo pertenece a la "Zona 1" y abarca los departamentos de Capital, Chimbas y Santa Lucía.

Su nueva labor empezó "de un día para otro", según dijo. Siguió, "nos convocaron desde el Nivel Central para combatir esta pandemia. Si bien no desconocía la tarea de pinchar dedos e hisopar, tampoco lo hacíamos asiduamente. Por eso tuvimos que ser capacitados para realizar este trabajo. Mi día a día cambió en un 100%, mi trabajo es todo Covid-19".

Algo a destacar es que Fabio comenzó siendo un "hisopador" más dentro de esa estructura montada en el Aldo Cantoni. De repente, se vio con un gran responsabilidad: tener que manejarlo. "Creo que me eligieron a mi por la experiencia que tuve en estos meses porque desde que empezó la pandemia, trabajé para combatirla", remató.

Jorge Castro médico de guardia en Clínica Santa Clara, Capital, y Centro de Adiestramiento René Favaloro, en Rawson. Trece años de experiencia.

El consultorio particular de Jorge Castro está en Rivadavia. Son las 12.40 y los caminos para llegar son dificultosos. La policía corta la Avenida Libertador y otros accesos por una razón desconocida. Al llegar, casi al límite del tiempo de espera, el sol del barrio baña con fuego a los vecinos. Adentro, el doctor es paciente y no se inmuta ante la cámara del celular, ni las preguntas. Jorge Castro tiene la mirada impertérrita. Sólo en algunos pasajes de la entrevista va a abrir los ojos un poco más de lo usual para recordar los momentos de mayor demanda de camas en los nosocomios en los que trabaja. “He vivido momentos muy tensos en diferentes etapas de la pandemia: desde la prevención, con la expectativa de ver qué pasaba. Fue momento de empezar a ver y tomar conciencia porque todavía no teníamos casos en San Juan”, dice, rodeado de remedios, sellos, y certificados en las paredes.

Pasaron cinco meses. El destino inevitable de su profesión hizo que llegase el primer infectado por Covid-19. “Lo estaba esperando, cualquier persona podía dar positivo. Lo primero que hice fue calmar al paciente y su familia”. Lo recuerda bien. La cara del contagiado, repleta de miedo. La cara de los familiares, colmada de desesperación. Las noticias del país y el mundo golpeaban la psique de las personas: día a día, los portales informativos ponían en rojo mutilado las cifras de muertes y enfermos por el virus. Castro vio eso, una noche, y “tenía que darle una solución”.

La escena se repitió varias veces. Pero el impacto del primer golpe ya había pasado. La rutina ayudó a la calma interna hasta que empezaron a escasear las camas en los hospitales. Nunca colapsó, sino que se estresó el sistema de salud provincial. “Me pasó muchas veces de pacientes que necesitaban alguna cama y no había, entonces la Guardia se estresa porque a su vez hay más demanda. Entonces hay que hablar con los encargados y ver las alternativas para dar una solución”, dice. Y agrega una mirada a la entrevista, el punto de vista del paciente en la internación: “Se queda, y se queda prácticamente solo. Los enfermos de Covid-19 es muy difícil que se queden con algún familiar. Están solos consigo mismos”.

Jorge Castro es padre de una niña de 7 años y es hijo de dos adultos mayores que son de riesgo. Como a todos los sanjuaninos, el virus lo distanció físicamente de sus afectos, pero no emocionalmente. Sí, dejó de ver amigos y familiares. Dejó de ver asiduamente a su hija. En aras de la honestidad más dura, no había otra opción. Es lo que eligió, la profesión como modo de vida. Y lo enfatiza con el cuerpo y la voz, mueve las manos, se las acerca al pecho, la junta apenas y dice: “Esta es mi pasión”.

Paula Asinari, odontóloga y enfermera de Salud Pública e "hisopadora" del centro de testeos del Aldo Cantoni.

Si había profesionales de la salud que no estaban preparados para combatir un virus, realmente eran los odontólogos. Sin embargo, ellos tampoco se quedaron afuera de este combate. Tal es el caso de la odontóloga Paula Asinari, quien trabaja para el Ministerio de Salud Pública y, en pandemia, fue "hisopadora" en el centro de testeos del Estadio Aldo Cantoni. Ya que también cuenta con el título de enfermera.

"Debido a la situación sanitaria que acecha al mundo y, en particular, a la provincia de San Juan, distintos profesionales fuimos redireccionados, con capacitación de por medio, a realizar el trabajo de hisopadores", afirmó. Claro, fue necesaria una gran capacitación para poder trabajar. De igual forma, terminarían sabiendo a la perfección su trabajo ya que tuvieron que dedicar el 100% de su día a testear. Si no era por las capacitaciones, el día a día la terminaría convirtiendo en una "hisopadora profesional".

Al igual que el resto de los profesionales, salió a hisopar a domicilios particulares, a repatriados en los hoteles y a transportistas. Previo a ello, Paula, una odontóloga escolar, trabajaba en un establecimiento educativo. Sin embargo, las escuelas cerraron, le consultaron si quería ser capacitada para luchar contra el coronavirus y no dudó un segundo: rápidamente dijo que sí. "Desde mayo, empecé a hisopar", agregó.

Para ella, el cambio de trabajo "fue estresante". Sin embargo, se fue adaptando y, al tratarse de una labor diaria, casi lo tiene mecanizado. "También ayudó bastante la buena predisposición de las autoridades, estamos trabajando desde marzo y siempre estuvimos protegidos. Es meticuloso nuestro trabajo pero ya estamos acostumbrados y trabajamos tranquilos", contó.

Finalmente, mandó un mensaje a la sociedad sanjuanina: "A la sociedad quiero decirle que se cuide porque esto -por el virus- va a seguir. El trabajo nuestro es importante pero también es de suma importancia el cuidado personal".

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