martes 30 de mayo 2023

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Universo Vinzio

Las distintas caras de un gran artista (de la vida)

Sus esculturas y pinturas son elogiadas dentro y fuera de su querido San Juan, pero sin lugar a dudas su mejor obra es el comprometido, cambiante y cómico viaje que viene transitando. Pasá y da una vueltita por esta historia con garantía de ‘no arrepentimiento’

Por Jorge Balmaceda Bucci

Un abrazo amigo. Un viaje en colores –con pasaje de vuelta- al infinito. Travesuras sin edad, muchas de ellas necesarias y otras más serias que el entrecejo de su respetado Sarmiento. La comedia como óptica de algún momento que duele, alegra, llena el alma de impotencia o la mano de ternura. La pasión en cada mueca, en cada detalle, en cada pestañeo. Pero, por sobre todo: mucho, mucho arte. Asumiendo el riesgo de quedar entre corto y cortísimo, más o menos con estos elementos se puede tener lo osada intención de bosquejar el universo Hugo Vinzio Rosselot.

A sus 64 pirulos bien vividos –¡y vaya que sí!-, el artista plástico sigue sosteniendo esa sonrisa que puede llegar a interpretarse como un ‘Me gusta’ que se aplica a sí mismo. No por algún destello de fanfarronería, nunca más lejos de la realidad. Sino más bien por una aprobación, de estar seguro de que a esta altura del partido, y frente a los avatares que atravesó, siempre fue fiel a sus sentimientos y actuó en consecuencia.

Nació un 23 de junio de 1956 y desde el vamos se impregnó de arte gracias a su padre Mario. “Soy lo que soy gracias a haber nacido en el regazo de un gran artista como fue mi padre. Mi viejo nunca me dijo ni se metió para que yo fuese artista plástico, jamás. Siempre me dejó ser lo que quise y así salí (Risas)”, afirmó el también hijo de Myriam Rosselot y hermano de Miriam Silvina, Mónica Adriana y Mauricio Ernesto, con quienes compartió su infancia en su casa del centro sanjuanino.

 

 

Estudi-ARTE

La primaria la superó de taquito y con varios garabatos de por medio. En paralelo, las horas jugando en el taller de su padre fueron afinando la punta al lápiz y al pincel de las acuarelas. También fue tomando cuerpo el idilio con la escultura. En el siguiente escalón educativo fue la Escuela Industrial la que recibió sus inquietudes y las primeras certezas que ya sumaba a su equipaje. Su idea era tomar el sendero que lo llevara a ser técnico constructor, pero a la hora de la elección de la especialidad el cupo le pateó en contra y tuvo que conformarse con ser técnico vial.

Tiempos convulsos lo esperaban en la facultad. La dictadura asomaba las orejas en la valla de realidad política y social argentina de aquel entonces. Empezó Arquitectura -también hubo en su andar un intento en Comunicación Social-, pero las postales recurrentes de clases tomadas y las dudas cada vez más punzantes de haber elegido o no la carrera adecuada lo invitaron a cambiar de aires.

“Empecé a estudiar Artes Plásticas en una época sin libertad alguna. No se podía ser libre pensador. Tuve compañeros que desaparecieron. Me acuerdo de uno, que era de origen boliviano y muy amigo mío. Estaba en Montoneros y de un día para el otro se lo tragó la tierra. Ahí me di cuenta que esos ‘muchachos’ no jodían. Por suerte, con el tiempo me enteré que estaba vivo, tuvo mucha suerte”, evocó Hugo dándole un tono más serio a su voz.

 

 

Una acusación arbitraria, apuntalada precariamente en un confuso hecho y con evidente color verde militar detuvieron en seco su periplo universitario. Tocaba dar vuelta la página y al ya por aquel entonces hincha de River Plate se le volvía a poner por delante un lienzo en blanco.

Artista, a laburar

Sus novedosas investigaciones en el área audiovisual que venía payaneando como pasatiempo le abrieron las puertas de la Dirección de Cultura.

“Cosas que solo pasan en Argentina: el mismo gobierno que me había sacado de la facultad me contrata para Cultura”, recordó Vinzio, añadiendo a renglón seguido con tonito de alumno estudioso: "En ese momento el gobernador, o mejor dicho el Interventor Federal de Facto, era Manuel Zamboni”.

Casi 15 años estuvo cumpliendo actividades en esa repartición, en la que llegó a trabajar, entre otros, con el coreógrafo Juan Carlos Abraham, “un grande con todas las letras”.

 

 El arte, el mejor pasaporte

Fue durante esa etapa en la que, según recuerda con memoria de elefante el esposo de Ana María Maggio y papá de Ana Cecilia, Hugo y Lisandro, “llamaron preguntando si no había alguien que le enseñara a dibujar a los indios en el Paraguay. Y, por supuesto, quién se anotó... yo”.

La tarea, a groso modo, consistía en enseñar a comunicar a través de mensajes visuales. Por ahí, como ya se dijo, tuvo que enseñar a indios y también a personas analfabetas a poder expresarse a través de imágenes. Y en otras ocasiones ayudó a médicos a realizar campañas de vacunación con dibujos y gráficos que fueran comprensibles sin mediar palabra.

Con este trabajo, que estaba respaldado por la UNESCO, Hugo conoció Paraguay, Colombia, El Salvador –“en plena guerra civil”-, Honduras y Chile.

“El mismo día que Huguito cumplía 1 año -año 1987- se terminó mi aventura por las misiones de la Unesco. Fue la mejor etapa de mi vida en ese sentido”, tiró Vinzio apoyado en sus recuerdos.

 

La Dirección de Cultura siguió cobijando sus proyectos e ingeniosas ideas durante unos años más. La llegada Jorge Escobar a la gobernación de San Juan más su afinidad bloquista –“y eso que nunca llegué a estar afiliado”- provocaron su salida de la función pública y el siguiente volantazo hacia la actividad privada.  

Hugo se vistió con el traje de asesor publicitario del Instituto Cervantes, donde llegó a ser parte de la creación de la Carrera de Diseño.

No es mal momento para acotar, a pedido del protagonista, que entre tantas idas y vueltas en el campo laborar, nunca se alejó de su taller artístico. “Todo lo que he contado lo hice teniendo mi lugarcito para crear. Jamás lo cerré, incluso hasta sacaba tiempo para hacer exposiciones de mis pinturas y esculturas”.

 

 Raúl Tellechea, un hermano

Durante el tiempo que Hugo trabajó en el Instituto Cervantes conoció a Raúl Tellechea, quien el pasado 28 de septiembre cumplió 16 años desaparecido.

“Raúl era el regente del instituto y nos hicimos muy amigos, nos hicimos hermanos. La verdad que se trata de un tipo maravilloso”, afirmó antes de compartir una divertida anécdota: “Él con un amigo corrían carreras de veteranos y yo, manejando una combi que ellos tenían, le hacía de asistencia, le llevaba ruedas para los pinchazos, agua y algo para comer”.

En 2017, Vinzio realizó un memorial que se encuentra en la sede de la Asociación Mutual del Personal de la Universidad Nacional de San Juan.

 

Arte culinario

Vislumbrando que la economía argentina iba tomando un color ‘azul Titanic’, Hugo dejó el Cervantes y respaldado por su mujer Ana María -"sin ella no podría haber hecho nada"- se adentró en la aventura del arte culinario: nacía el “Sabroso como en casa”.

Fue un restaurante que en cierta medida generó una pequeña revolución porque se hacían comidas poco convencionales, con el agregado que se servían en platos creados por el propio Hugo.

Estaba ubicado en el Shopping Del Bono y fue tanto el éxito que tuvo que al poco andar les llegó una oferta para trasladar todo ese arte al majestuoso Chalet Graffigna. “Como idea estuvo muy buena, pero me terminé comiendo el amague. Se rompió la magia”, expresó el escultor, a quien algunas crónicas del pasado señalan como el orgulloso autor del cerdo ahumado a la jarilla.

 

Arte en los fogones. Hugo Vinzio, en su etapa al frente de 'El Sabroso'

 

‘El Sabroso’ volvió a cambiar de locación y se ubicó en el Lateral de Circunvalación, entre Av. Libertador General San Martín y Av. Ig. De la Roza, pero no tardaría mucho en convertirse en un recuerdo bonito.

El técnico vial lo tiene muy presente al momento de ese adiós: "Un día vino Huguito y me dijo: ‘Papá, cuándo me vas a ir ver jugar al fútbol’. Una tontería para muchos, pero a mí me hizo caer la ficha. Hablé con mi mujer y decidimos vender todo. El negocio no iba del todo mal, pero la noche pasa factura y más cuando se tiene una edad y una familia”.

 

 

Anim-ARTE

Con la Argentina aún más enclenque económicamente que cuando se fue de la función pública, incluso con algo de olor a corralito en el ambiente, Hugo dio el gran paso: “Tomé la decisión de vivir de mi laburo, es decir, vivir del arte. Fue el salto más importante de mi vida. Salté y por suerte la pileta tenía agua".

"Al poco tiempo lo desagotaron con De La Rúa (Risas). Pero de verdad, nunca trabajé tanto de lo mío como en esa época tan jodida para muchos. No sé por qué, pero la gente que tenía un ahorrito venía y quería un trabajo. En San Juan, mi esposa que era docente no cobraba y yo trabaja mucho, por suerte Fue algo muy loco, pero yo, como soy muy creyente, le echo la culpa la Virgen”, repasó el creador de la tremenda escultura al Payo Matesevach que se puede disfrutar en el boulevard de Av. España casi Brasil.

Haciendo cuentas, se puede decir que Hugo VInzio Rosselot lleva dos décadas disfrutando y haciendo disfrutar de sus grandes pasiones: el dibujo, la escultura, la pintura y el humor gráfico. Y también, con un poco más de recelo, está dejando florecer su vena literaria al punto tal de deslizar la frase “puede haber una sorpresita en la medianera”. ¿Se puede tener más arte?

 

 

La Yapresa (Yapa+Sorpresa)

SI bien se ha intentado aprender y conocer un poco más de este carismático artista sanjuanino, qué mejor que personas cercanas -y desde ya un enorme agradecimiento- para brindar su opinión sobre esta gran obra de arte llamada 'Hugo Vinzio Rosselot'.

 

 

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