Cuando le probaron la prótesis por primera vez, su hermana Paula se puso a llorar apenas lo vio y le dijo que estaba contenta porque volvía a tener los dos brazos. Este emocionante episodio sucedió hace 15 días, cuando le llegó la prótesis a Ismael Cataldo, el niño de 9 de Julio que el 21 de septiembre del año pasado perdió el brazo cuando intentó meterlo a un secarropa. Los médicos no pueden creer lo rápido que ha evolucionado, su recuperación psicológica y física ha sido tan buena que cuando estrenó la prótesis lo primero que hizo fue subirse a un álamo. Nadie lo podía creer. Ni siquiera su madre, que lo mira y llora de la emoción.
El 21 de septiembre del 2014 era un día común en la vida de la familia. Noemí, la mamá de Ismael, estaba embarazada de seis meses. A pedido de sus dos hijos, Isma y Paula, estaba realizando rápidamente los quehaceres domésticos para irse al Parque de Mayo a festejar el inicio de la primavera. Pero los planes no resultaron porque el pequeño de seis años, en ese momento, metió la mano en el secarropa y el electrodoméstico le arrancó el brazo. Lo llevaron hasta al Garrahan intentando un reinjerto pero no pudieron. "Cuando el brazo no prendió, nos pusimos muy mal. Pero él siempre tuvo fuerzas, siempre quiso salir adelante y lo logró”, aseguró su mamá.
Para acomodarse a su nueva realidad, el niño empezó a realizar rehabilitación kinesiológica y tratamientos psicológicos. El pequeño poco a poco fue mejorando y hoy es un niño sano y feliz. Su alegría se incrementó desde que le llegó la prótesis dos semanas atrás. Al principio le daba desconfianza ponérsela, pero luego se la probó y desde ahí no quiso sacársela. Incluso fue a la escuela con la prótesis puesta y paseó grado por grado mostrándosela a sus compañeros.
Tanto fue el uso que le dio, que se le rompió una parte y Noemí la tuvo que llevar a arreglar para que Ismael nuevamente la pueda utilizar.
Para realizar el tratamiento, la municipalidad de 9 de Julio le manda a la familia una movilidad para que lo lleve y lo traiga a la Rotonda, en Rawson, donde es atendido por un equipo médico. Al menos tres veces a la semana debe concurrir al centro de salud para rehabilitarse. Como su mamá no puede trabajar, cobra la AUH y una ayuda municipal. Además está tramitando una pensión por discapacidad para Ismael.
El pequeño vive junto a su madre, Noemí, su hermana Paula y su hermanito Pablo en una casa de material que le construyó especialmente el municipio ya que no tenían una vivienda en condiciones donde habitar.
Ismael es un niño muy activo, la brota la energía y no para un segundo. Es un amante de la electrónica y de los autos. Ahora está a full con una pista que le regaló su papá. Con sus amigos de la cuadra se junta diariamente a jugar a la pelota o a cualquier cosa que implique correr o alguna destreza física.
Isma le pide a su mamá comida. Con cariño Noemí le prepara una leche. Él la acepta. Su mamá se tiene que ir al centro para que le arreglen la prótesis. Antes de que se vaya, le grita desde la puerta <Te amo mami>. Así es todo el día, revela Noemí entre lágrimas.
A un año de aquel terrible accidente que le costó el bracito, Ismael está con más fuerzas que nunca para vivir la vida al máximo, sin perder nunca la sonrisa.