Llegó a pesar sólo 900 gramos después de nacer. Luchó contra infecciones y falta de oxígeno. Debió despedirse del hermano que la acompañó en la panza y sólo dos meses después, contra todos los pronósticos, superó todo, aumentó de peso y logró salir de Neonatología para ir a La Chimbera, en 25 de Mayo, e iniciar la vida con su familia. De ese modo, Licet demostró a todos los que la conocieron hasta el momento que siempre se puede y que, a veces, hay que creer en los milagros.
La historia de Licet en este mundo comenzó el 3 de julio pasado, cuando llegó al mundo antes de tiempo, con apenas 29 semanas de gestación. No vino sola: la acompañaba su hermanito mellizo, Tomás. Sin embargo, desde antes del nacimiento, los médicos sabían que su futuro no iba a ser sencillo.
A las 26 semanas, un ecodoppler detectó que el bebé varón no estaba creciendo dentro del útero. La situación era crítica. Los profesionales que atendían a Tamara Arancibia, la mamá, se enfrentaron a una decisión difícil: esperar para que Licet ganara algo más de peso en la panza, corriendo el riesgo de perder al hermano; o adelantar el parto, dando a ambos una chance fuera del vientre. “Yo le dije a la doctora que no me diera esa responsabilidad, no podía decidir”, recuerda Tamara, con la voz aún quebrada por la memoria de esos días. Finalmente, la ginecóloga tomó una decisión con el corazón y el conocimiento: “Vamos a darles la oportunidad de luchar a los dos”.
Tomás nació con 700 gramos. Licet, con poco más de un kilo. Días después, ella bajó a 900 gramos, en una señal de lo dura que sería la batalla. A los cinco días de vida, Tomás falleció debido a una perforación intestinal que desencadenó un paro cardiorrespiratorio. Su hermana, en cambio, seguía aferrada a la vida con una fuerza difícil de describir.
Durante dos meses, Licet atravesó lo impensado: infecciones, transfusiones, intubación, terapia con oxígeno, y una internación prolongada en la Unidad de Neonatología del Sanatorio Argentino. Allí, día tras día, sus padres se turnaban para estar a su lado.
Su hermana mayor, de 7 años, también vivía el duelo y la distancia, viéndose forzada a separarse de sus padres todos los días mientras ellos luchaban con y por la bebé. “Ha sido ella la que más sufrió”, reconoce Tamara, entre lágrimas. “Pero el día que nos dieron el alta, lloraba de felicidad. Estaba emocionadísima”.
Una guerrera de menos de un kilo
“Despedimos con emoción a Licet, nuestra pequeña gran luchadora”, expresó el equipo de Neonatología del Sanatorio Argentino el 29 de agosto, cuando finalmente la bebé recibió el alta médica. Había duplicado su peso, alcanzando los 2.340 gramos, y su evolución había sorprendido a todos: “Enfrentó enormes desafíos con una fuerza admirable… fue un honor acompañar este camino lleno de amor, lucha y esperanza”.
Ahora, Licet vive en La Chimbera, en el departamento 25 de Mayo. Aunque sigue con internación domiciliaria y usa oxígeno al momento de alimentarse, su estado de salud mejora día a día. Duerme mucho, aunque algunas noches se despierta con las "mañas de Neo", como dice Tamara llena de ternura.
Licet no sólo sobrevivió a una condición de prematuridad extrema, sino que lo hizo con una fortaleza que asombra incluso a los médicos. “Los doctores nos dijeron que fue impresionante su recuperación, porque en solo dos meses salió adelante”, cuenta su mamá. “Está cada vez más gordita, cada vez necesita menos oxígeno y no tiene otras secuelas. Es una felicidad absoluta que se haya quedado con nosotros”.