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Historias

La historia de Chechu Chade, la tatuadora sanjuanina que ayuda a mujeres a recuperar su autoestima

Radicada en San Juan desde hace 15 años, Cecilia “Chechu” Chade convirtió el tatuaje en un lenguaje de sanación. En su estudio, transforma las cicatrices del cuerpo en obras de arte y autoestima, ayudando a mujeres que atravesaron tratamientos oncológicos.

Por Cecilia Corradetti

Tiene manos de artista y corazón solidario. Cecilia Chade —“Chechu”, como todos la llaman— nació en San Martín, Mendoza, pero hace 15 años que eligió vivir en San Juan. Llegó para estudiar diseño gráfico y, sin saberlo, encontró aquí su propósito: sanar a través del arte.

Cecilia Chade (1)

Su estudio, cálido y luminoso, es mucho más que un espacio de trabajo. Es un refugio donde el dolor se convierte en belleza, y donde las cicatrices cuentan nuevas historias. “Hace cinco años que me dedico solamente a tatuar. Me gusta crear diseños desde cero, a medida de cada persona, no como un catálogo. Cada tatuaje tiene un sentido único”, explica.

Pero Chechu no se detiene en lo estético. Desde hace algunos años ofrece tatuajes y reconstrucciones mamarias a mujeres que superaron el cáncer de mama. En esos casos, no cobra honorarios: solo los materiales.

“Es mi manera de aportar. No recibo ayuda del Estado, así que lo que hago es simbólico, pero lo hago desde el corazón”, dice.

El arte que repara

Cecilia Chade9

Su compromiso nació de una historia muy personal. Su mamá falleció de cáncer de mama, y ese vínculo marcó su camino.

“La reconstrucción mamaria llegó por una clienta que me pidió tatuar su pezón en forma de corazón. A partir de ahí empecé a estudiar los tonos de piel, las texturas, y poco a poco me animé. La primera paciente oncológica confió en mí, y salió hermoso. Desde entonces, no paré”, evoca.

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Cada intervención es un acto de amor. “Cada persona que llega con una cicatriz viene con una historia muy fuerte. Mi tarea no es solo tatuar, sino acompañar. Escuchar, contener, transformar”, cuenta.

Recuerda especialmente a una mujer que decidió tatuarse el pezón perdido tras una mastectomía:

“Me dijo que necesitaba cerrar el ciclo, sentirse completa. Podría haber elegido una flor, pero eligió eso. Esa decisión me conmovió muchísimo”, repasa.

“Las cicatrices también comunican”

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Chechu reflexiona sobre su trabajo con una madurez poco común:

“Todos llevamos marcas. Algunas se ven, otras no. Y poder ayudar a que una persona transforme una herida en arte es algo que me atraviesa profundamente. Una cicatriz también comunica: habla de lucha, de resistencia, de no rendirse”, advierte.

Para ella, cada sesión es un ritual íntimo. Se comparten silencios, se cruzan miradas y, al final, siempre aparece una sonrisa frente al espejo. “Verlas felices, sintiéndose bellas otra vez, es mi mayor recompensa”, asegura.

Además de su trabajo en el estudio, Chechu participa en actividades impulsadas por el Ministerio de Desarrollo Humano y Familia de San Juan, donde junto a otros profesionales acompaña a pacientes oncológicos a través del arte.

“En octubre, que es el mes de concientización del cáncer de mama, hacemos ferias, talleres y demostraciones. Es una manera de mostrar que hay alternativas, que se puede resignificar lo vivido”, explica.

En su espacio, Chechu experimenta con tonos de piel, sombras y texturas. Su estilo es delicado y simbólico: flores, aves, corazones, geometrías que narran fuerza y libertad.

Con voz suave, Chechu reconoce que este camino también la ha transformado:

“No sé si lo que hago es más una ayuda para ellas o para mí. Porque en realidad, cada historia me sana a mí también. Me recuerdan lo importante que es el coraje, la esperanza y el amor propio”, reflexiona.

Hoy, cuando una clienta la elige para cubrir una cicatriz o para volver a verse completa, Chechu siente que todo tiene sentido.

“Más que hablar de lo que doy, prefiero pensar en lo que recibo: confianza, fuerza, fe en la vida. Tatuar no es solo dibujar sobre la piel. Es acompañar un proceso, abrazar una historia y ayudar a que esa historia se vea como la persona quiera verla”, dice.

Y en San Juan, su nombre ya suena como el de una artista que deja huellas profundas —en la piel y en el alma—.

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