Las sombras proyectadas en el suelo se ven de un completo negro azabache, mientras todo alrededor toma una tonalidad entre verdosa y sepia, con una luminosidad que no parece algo propio de la Tierra. Arriba, la luna brilla tanto que llega a encandilar y permite, incluso, tomar fotos sin usar ningún tipo de luz artificial. De ese modo se ve el Parque Provincial Ischigualasto de noche y con luna llena y todo eso se puede apreciar en los recorridos que se ofrece a los visitantes mes a mes. Tiempo de San Juan realizó la travesía nocturna de trekking para relatar y mostrar la experiencia.
Teniendo en cuenta las fases lunares, los recorridos se pueden realizar durante cuatro noches cada mes. La gente llega al Parque alrededor de las 21 y va ingresando en grupos de hasta 50 integrantes. El camino comienza en la movilidad particular e ingresar al corazón del Parque demanda justo media hora.
A partir de ahí, empieza la travesía a pie. “No vamos a seguir el recorrido tradicional. Vamos a transitar por un área básicamente virgen, que es recorrida por pocas personas. Aquí la idea es caminar y disfrutar, disfrutar la caminata, el paisaje, la experiencia”, anuncia Ariel Elizondo, el guía del contingente.
El primer paso es cruzar el lecho de un río seco y ya desde ahí se puede contemplar el brillo inmaculado de las estrellas, que se cuentan como si fueran las luces de un arbolito de Navidad. Mientras tanto, las pupilas se van adaptando a las condiciones lumínicas. Nadie lleva linternas ni lámparas. Basta con empezar a caminar para notar que, gracias al reflejo de la luna en ese terreno despejado de vegetación, se pueden ver el sendero y cada una de las piedras de diversas texturas que forman parte del camino.
A medida de que el satélite va en ascenso sobre el cielo, la luminosidad que proyecta se hace cada vez más fuerte, a tal punto que comienzan a llamar la atención las sombras que se forman en el terreno, incluyendo las de las piedras más pequeñas.
Es en ese momento, el guía pide que todos se detengan frente a una roca. Según relata, la estructura tiene una forma similar a la que tenía La Lámpara de Aladino, una formación de arenisca compactada que supo ser una de las más simbólicas del lugar, pero terminó desapareciendo de modo natural, por el impacto de los temblores y la erosión del viento. “Muchos le llaman también, El Segundo Hongo”, revela Ariel, mientras las cámaras de fotos comienzan a trabajar sin pausa. Es entonces, cuando el contingente nota que es completamente posible capturar las imágenes sin flash y que, incluso, de ese modo se termina obteniendo fotografías mucho más nítidas y con llamativas tonalidades.
En medio de un agradable microclima que se hace cada vez más evidente, la gente continúa avanzando. Para esa altura, la visibilidad es prácticamente absoluta. Sin embargo, el contraste de la luz y los colores se perciben de un modo tan particular y extraño, que los sentidos se agudizan para ayudar a la vista. Se sienten perfectamente los cambios en el terreno al momento de caminar, avanzando por suelos arenosos, que de repente se tornan más arcillosos hasta llegar a ser duros como una roca, para volver a mutar.
Del mismo modo, llama la atención cada vez que una tenue brisa toca la piel y hace revolotear un poco el pelo. Sobre todo, teniendo en cuenta que, más allá de que en el ingreso al Parque corre viento de moderada intensidad, adentro, en medio del valle, todo permanece en calma durante la mayor parte del tiempo.
Al mismo tiempo actúa el olfato, a través del cual primero se siente el aroma a jarilla, que al avanzar en el terreno desaparece, para dejar lugar a la sensación de aspirar un aire completamente limpio. Las voces retumban entre los cerros que rodean el paisaje. En el espacio natural no se oye nada, el silencio es absoluto en medio de la zona despoblada de plantas y animales.
Pronto, llega una nueva indicación, se debe escalar una pendiente que tiene incluso una baranda para quienes deseen subir con mayor seguridad. Cada caminante mira el piso para subir con firmeza y al llegar a la cima y alzar la cabeza se despliega la sorpresa. Enfrente se puede ver el Valle Encantado, una zona que parece un hueco natural en el piso con la forma de un enorme círculo. De golpe alguien no puede contener su sorpresa y dice: “Estamos literalmente en un cráter de la luna”. No hacen falta más palabras, es la descripción perfecta.
Dejando de lado ese sector de tierras claras, queda seguir caminando y contemplando el paisaje hasta llegar a la última zona de formaciones, llamada Las Bandejas. La gente contempla esas rocas en medio de las cuales parece posarse la luna.
Las sensaciones se mezclan al llegar al final, entre la satisfacción de terminar la caminata que dura poco más de una hora y media y la nostalgia de saber que se termina el recorrido. Sin embargo, una nueva sorpresa permite terminar de disfrutar la experiencia. Una mesa con fiambres, pan, agua y vino sanjuanino, aguarda la llegada de los caminantes.
Pasada la medianoche, el grupo regresa a los autos y desanda el camino hasta volver al ingreso del complejo. El viento vuelve a pegar con fuerza en la cara, la temperatura disminuye y las pupilas comienzan a normalizarse.
La sensación que queda es única. El recorrido nocturno bajo la luna permite hacer borrón y cuenta nueva a quienes ya conocen la cara diurna de Ischigualasto y es una excelente oportunidad de descubrir el lugar, para aquellos que no fueron antes.
Para visitar: cómo ser parte de la travesía de Ischigualasto bajo la luna llena
Para realizar consultas y reservas para realizar la visita nocturna al Parque Provincial Ischigualasto, los visitantes deben comunicarse a los números Tel: +54 (264) 4186119 – (0264) 4570879 – (0264) 4433397. Además, se puede escribir al correo [email protected] La entrada cuesta $10.500 por persona para sanjuaninos e incluye el recorrido, el servicio del guía y el acceso a todas las instalaciones del sitio.
Esta noche y mañana viernes 26 de enero, este recorrido estará habilitado. Posteriormente, las fechas en las que se podrá realizar son las siguientes:
Fotos: Gabriel Iturrieta