La Plaza San Pedro desbordaba de fieles. Las emociones se mezclaban con el bullicio, las estampitas y las lágrimas. Entre esa marea humana que llegó desde todos los rincones del mundo para decirle adiós al papa Francisco, había una familia argentina: Jorgelina Jorda de Güsewel, sanjuanina, madre de cinco hijos y radicada en Alemania desde 2012, logró cumplir su deseo más íntimo: despedir al Papa que, según sus propias palabras, “fue su padre espiritual en tierra extranjera”.
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Jorgelina despidiendo al papa Francisco junto a su familia
“Estar acá ha sido un regalo del cielo para mí y para mi familia. No puedo dimensionar lo que fue haber podido estar hoy acá. El Papa ha sido mi fuente. Fue todo para mí en mi tiempo en Alemania. Es como que fue mi papá que me dio catequesis todas las semanas. Y es como que despedimos a un papa, realmente. Un Papa que pensaba en el pueblo argentino. Yo creo que hizo mucho en la Tierra, pero cuando más hará, lo hará en el cielo”, expresó conmovida a Tiempo de San Juan.
Una historia de fe, familia y providencia
Jorgelina no solo lo admiraba, sino que lo había visto siete veces en su vida: en encuentros multitudinarios, jornadas mundiales, audiencias públicas. En cada ocasión, Francisco bendijo a uno de sus hijos. "Tengo cinco hijos y uno en el cielo, de un embarazo que no pudo ser, y yo digo que el Papa ya me lo ha bendecido. Tengo todos mis hijos bendecidos por el Papa", asegura.
En 2014 vivió una experiencia que todavía no puede creer: “Me bendijo al mayor tres veces en tres días. Entre miles de personas, me lo bendijo un miércoles, y el sábado también. Siempre me he sentido muy cercana al Papa. Lo quiero un montón”.
La vida la llevó a Alemania por amor: allí se casó con su esposo, un alemán al que conoció gracias al movimiento de Schoenstatt. Jorgelina es programadora y diseñadora web, aunque en estos últimos años dice que se dedica más a “programar niños”: está completamente entregada a su familia. Pero esta semana, cuenta, fue claramente “de Dios”.
La noticia de la muerte de Francisco la sorprendió en medio de un viaje familiar a Austria. Había cargado el auto con valijas, pasaportes y a sus cinco hijos, lista para visitar a una amiga.
“A dos horas de manejar, mi hija me dice: ‘Se ha muerto el Papa’. Yo seguía manejando. Me emocioné muchísimo. En la próxima parada me llama mi esposo, Ferdi, y me lo confirma. Me lo imaginaba... que un hombre así se fuera en Pascua no me sorprendía. Siempre tuve el deseo de despedirlo, pero no lo veía posible por los chicos, el ritmo de Alemania. Pero estaba todo dado: tenía pasaporte en mano, el auto, los chicos. Google Maps me marcó una línea directa a Roma. Y sentí que tenía que ir”.
Así fue como cambió Austria por Roma. Llamó a su amiga y le dijo: “Dolores, vos sos argentina, me entendés. Necesito irme a despedir del Papa”. Y su amiga le respondió: “Andá, rezá por mí, te entiendo. No me lo puedo imaginar que no vayas”.
“Yo lo quiero, lo amo”
El viaje fue una odisea. El calor en Roma era agobiante, la ciudad, desbordada. Pero todo se acomodó: consiguieron un alojamiento cerca del Vaticano y lograron estar en la Plaza San Pedro el día indicado. “Había mucha desorganización al principio, no se sabía bien a dónde ir. Pero la misma gente nos abrió camino cuando nos vio con los cinco chicos. Fue muy difícil, pero hermoso a la vez. Una atmósfera especial. Todos hablábamos de nuestras experiencias con el Papa. Un hombre me contó que Francisco bendijo a su bebé cuando estaba en la panza, el primer día de su papado”, resumió.
El vínculo con Francisco es profundo. Incluso, su hijo menor lleva el nombre de Lionel Francisco: por Messi y por el Papa. “¿Y yo qué querés que te diga? Lo quiero, lo amo. Estoy muy contenta de haberlo disfrutado. Soy argentina, y lo he tenido muy cerca. Cada vez que pude, lo vine a visitar. Le puse a mis hijos en sus manos y él me los bendijo. Me siento muy agradecida, es un gran regalo”, reflexionó.
En sus palabras, Jorgelina resume lo que para muchos significó Francisco: un pastor cercano, que hablaba claro y miraba a los ojos. “Francisco me hizo sentir parte de una comunidad. Gracias a él nunca me sentí huérfana en tierras extranjeras. Me motivaba. Uno no se podía quedar quieto escuchándolo: el corazón se te movía al escucharlo. Y así va a seguir siendo”, expresó.
“Nos hizo bien al corazón”
Hoy, cansada pero feliz, Jorgelina repasa la jornada en Roma con gratitud. “Valió todo. Valió el esfuerzo, la entrega. Mis hijos también lo querían mucho. Cuando se enteraron, algunos lloraron. Pero pudimos despedirnos de él, y darle la bienvenida al cielo. Eso nos hizo bien al corazón”, concluyó.