Es un aluvión de conocimientos, experiencias, sentimientos y palabras, muchas palabras, con el binomio significante-significado danzando con un exquisito compás. Alejandra Araya es profesora de Letras, escritora y muchas cosas más, pero por sobre todo es una mujer que se ha reinventado las veces que ha querido en esta vida.
En una animada y fulgurante entrevista en el ciclo ‘Media Hora Entre Preguntas’, dio pequeños esbozos de su amor por las letras, por las palabras, por la comunicación, pero por encima de todo exhibió su posición de mujer dentro de una sociedad sanjuanina.
¿Qué te representa el Día dela Mujer?
Esto va tomando fuerza y esperemos que sea justamente para el camino que creo que compartimos que tiene que llegar. Bueno, no, vamos a ir afinando las palabras, yo soy una cultora de la palabra y bueno han sido mis amigas siempre. Son mis herramientas de trabajo, pero sobre todo mis amigas las palabras. No hay nada que festejar acá, no hay nada que celebrar. En esto de ir resignificando estas fechas, voy a hablar desde mí. Hay que conmemorar, sí. Está bueno para tener memoria de qué pasó ese 8 de marzo, por qué es el día de la mujer. Es decir, murieron personas, murieron mujeres reclamando una mejor paga, una mejor situación de trabajo. Yo te agradezco la flor, pero me gustaría que me dijeras “en algo coincido con ustedes'. Sé que hay gente que vende flores y que necesita reactivar su economía y bueno en ese sentido, en este contexto en el que estamos pasando, lo acepto, pero la verdad que no hay nada que festejar.
¿Qué te dispara?
Seguir en esta visibilización de lo que no es agenda. Hay otras agendas ahora en los medios y en la sociedad en general, pero si este 8 de marzo sirve para volver a hablar y seguir visibilizando nuestros reclamos, bueno, acá estoy contigo. Así que eso me dispara, seguir laburando todo lo que hay que laburar todavía.
-¿Cómo ves a San Juan el tema de igualdad?
-Veo que hemos tomado mucha conciencia, mucho más que 20 años atrás o 10 años atrás. La lucha ha sido constante, la palabra lucha por ahí me hace ruido porque digamos conlleva una parte ahí que renguea. No es lucha, es hablar del tema, es seguir encontrándole formas de resignificar esta manera, esta nueva manera de sociedad que queremos, que es vivir en paz, que sea más justa, más equilibrada. No sé si la palabra es justa -también me voy a meter en un territorio tal vez peliagudo, pero sí más equilibrada. Veo que nos falta un montón, pero no por ello voy a desconocer el camino que hemos recorrido gracias a que volvemos a hablar del tema, insistimos, estamos las ‘incomoditas’, las que llegamos allí con nuestra cabellera blanca, pero bueno, la cabellera blanca es un símbolo, yo milito las canas y de ahí en más todo lo que pueden deducir.
Veo que con la igualdad nos falta un montón , pero no por ello voy a desconocer el camino que hemos recorrido gracias a que volvemos a hablar del tema, insistimos, estamos las ‘incomoditas’ Veo que con la igualdad nos falta un montón , pero no por ello voy a desconocer el camino que hemos recorrido gracias a que volvemos a hablar del tema, insistimos, estamos las ‘incomoditas’
-¿Ha habido algún momento de tu vida en que ha sido más complicado ser mujer?
-Claro que sí. Desde que era pequeña -yo soy la mayor y después vienen dos varones, más mamá y papá, cinco en casa- la única manera que tenía de poner límites en casa era enojándome. Lo he trabajado mucho ese tema, porque hay dos emociones que están muy descalificadas en esta sociedad, que son el enojo y la envidia. A mí las dos emociones me han servido mucho. Yo por mayor y por niña tenía que levantar la mesa, hacer la cama, ir a hacer las compras, y aprender a cocinar. Y mis hermanos llegaban de la escuela, de jugar a la pelota con las patas llenas de barro, y mi mamá decía ‘¡Ay, he jugado tan hermoso!’. Pero yo creo que ellos me enseñaron a ser la feminista que soy, yo creo que de ahí viene. Mi padre me dijo vaya a la Escuela de Comercio porque va a ser Perito Mercantil, y si no le podemos dar un título universitario, por lo menos con ese se va a dar vuelta en la vida. Después seguí Letras, ya se imaginan por dónde vinieron mis elecciones, o sea que la rebeldía no me viene de ahora. Bueno, mi rebeldía, te imaginas, fue una manera de sobrevivir. Ahora, descontracturada, decodificada y con mucha terapia encima, me di cuenta. Después empecé la universidad, y él lo vio muy bien porque ‘tiene que tener un título, porque el día de mañana se casa y se divorcia y ella tiene con qué defenderse en la vida’. Mi padre Juan perfectamente me podría haber dicho ‘vaya a trabajar de cajera en un supermercado’ y que estudiaran mis dos hermanos. Sin embargo, no hizo eso, Juan nos dio las posibilidades de escuela pública, universidad pública, a los tres.
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