La Lelis te ganaba por su don de gente, por responder a cualquier hora, por dar tranquilidad al equipo, por sus comentarios ácidos, por sus pasaditas por la redacción antes de cada almuerzo con su hija, por su lealtad, por su incondicionalidad y su capacidad inagotable. Como trabajadora siempre será recordada por su brillantez y como amiga y compañera, será irremplazable. Lelis Valdez, te nos adelantaste mucho. Te vamos a extrañar demasiado.
Lelis fue una alumna ejemplar. Se recibió de contadora en el tiempo previsto, en la Universidad Católica de Cuyo. Siempre le gustaron los números y tenerla tan clara la llevó a manejar las cuentas de muchos medios de comunicación de la provincia. Pero no solo se dedicaba a la actividad privada, sino que también fue docente en una escuela secundaria de Rivadavia.
Mientras resolvía todo tipo de tareas, Lelis respondía cualquier duda de un compañero de trabajo. A la hora que sea y aunque ella no hubiera querido que escriba esto: -sí Lelis, siempre con calidez. Todos y cada uno de los trabajadores de Tiempo de San Juan sabían que la Lelis no te iba a dejar en banda. Porque ella era tan eficiente que supo llevar calma con su capacidad de escucha.
Lelis también nos hizo parte de su vida cotidiana. Era la mejor asadora, le gustaba la cerveza pero no cualquiera, sino la Corona. Son conocidos los asados con los que supo recibir a compas de Tiempo de San Juan en su casa de Albardón, ese espacio que tanto le gustaba y en el que descansaba los fines de semana que podía. Pero no solo era una gran anfitriona también era deportista. Iba al gimnasio y le encantaban las zapatillas.
Antes de llegar a la redacción, era raro no cruzarte en el centro con la Lelis. Le gustaba vestir de negro aunque últimamente estaba cambiando y se ponía algún que otro color. Y hasta aros. Acá todos le decíamos algo y se reía con esa sonrisa tan única, un tanto timidona. La última vez que el grupo compartió un hermoso momento en conjunto fue en el casamiento de Pablo Mendoza. Quedará esa noche en la cabeza de todos lo que la queremos profundamente.
Era mamá de la Guille, a quien amaba incondicionalmente. No le gustaban las muestras públicas de cariño, pero acá más de uno le daba un abrazo o le decía que la quería. Sí les puedo decir que lo suyo no era exponer, pero acompañó cada muerte de un familiar de alguien de este diario; “qué necesitás” era su frase de cabecera. Incondicional. Y eso es más que cariño. Eso es ser buena persona.
Uy, Lelis. Son las oraciones más difíciles de construir. Para este durísimo hasta luego que nos impone la vida. Te vamos a extrañar muchísimo, querida compañera. Hasta que nos volvamos a encontrar.