El 17 de octubre, después de la demostración de convocatoria en el Día de la Lealtad, Alberto Fernández habló telefónicamente con el titular del Consejo Nacional del Partido Justicialista, José Luis Gioja. Uno en Buenos Aires, el otro en San Juan. Ya era de noche. Hicieron un balance de la jornada. Todo había salido a pedir de boca. Hacia afuera y hacia adentro, el presidente de la Nación se había plantado como futuro conductor del peronismo. Fue un gesto tácito, pero suficiente para señalar el rumbo. Sin embargo, dos semanas después todavía quedaban cabos sueltos.
El 2 de octubre, en una reunión del Consejo Nacional del PJ vía Zoom, Gioja comunicó que le habían ofrecido la presidencia del partido a Alberto, “para acompañar el camino de reconstrucción de nuestra querida Argentina”. Originalmente, el 4 de octubre debían ir a las urnas los afiliados en todo el país para elegir a la nueva conducción. Sin embargo, por la pandemia se aplazó la fecha hasta el 20 de diciembre. Y se ganó un tiempo crucial para impulsar a Fernández.
“Si ustedes me lo piden, no tengo margen para no ser”, le dijo el presidente al sanjuanino. La aceptación corrió rápidamente por los canales de comunicación partidarios. Ya no es secreto para nadie, aunque hacia afuera todavía se guarde alguna cuota de misterio. Tiene una razón fundada la prudencia, por otro lado.
La sola mención del presidente de la Nación como candidato natural para conducir el PJ allanó las voluntades en general. Pero en la misma reunión partidaria del 2 de octubre, hubo un gobernador que deslizó una postura sutilmente diferente. Desde San Luis, Alberto Rodríguez Saá dijo que sería deseable permitir que los afiliados se expresen en las urnas. A buen entendedor, pocas palabras. El puntano se paró en frente de la ola unificadora albertista. Fue con buenos modales, sin tono de ruptura. Pero dejó constancia de su mirada diferente.
Pidió que le abran el juego, que le permitan competir. Nada más alejado del plan peronista de respaldo irrestricto a Fernández, en un momento crítico. Hoy el gobernador cuyano sigue conversando con Gioja para compatibilizar criterios. No se trata de simple rebeldía, sino de cierta aspiración de parte Rodríguez Saá, de tener un lugar de relevancia en el partido. Cuenta en su haber, la cucarda de impulsar el lema #Hay2019 en plena cúspide del macrismo, cuando pocos se atrevían a soñar con un cambio de signo político en la Casa Rosada.
En el inicio de noviembre, la disputa se dirime entre los Albertos. El presidente y el gobernador. Una alta fuente partidaria reveló que el propio Gioja está intentando convencer a Rodríguez Saá de que decline sus aspiraciones. Por supuesto, como toda negociación requiere de alguna compensación. Consensuar todas las aspiraciones provinciales, sindicales y de cada uno de los sectores que integran el PJ demandará esfuerzo, porque los lugares son acotados. Y los espacios protagónicos, más aún.
La misma fuente justicialista recordó que en 2016 fue dificilísimo unificar todas las pretensiones en una sola lista. Es una mesa con 72 sillas, contando dos referentes por provincia. Vale decir que desde el arranque hay 48 lugares ya comprometidos. Quedan solamente 24 disponibles para conformar a la rama femenina, la juventud, los gremios. Serán semanas de mucha muñeca política para evitarle a Fernández un dolor de cabeza adicional por desavenencias partidarias.
Gioja arrastra sobre sus espaldas el antecedente de las internas partidarias en San Juan, realizadas sobre el filo de la cuarentena, el domingo 15 de marzo. En una relación 70-30, Sergio Uñac se terminó imponiendo con el voto de los afiliados y si bien las tensiones ya no son las mismas, quedaron heridas que no terminaron de sanar. Mientras Gioja opera desde su lugar de presidente del PJ Nacional, Uñac hace lo propio como gobernador y conductor del PJ Provincial. Cada uno por su lado se vincula con Buenos Aires.
Sin embargo, llegará el momento en que tendrán que deponer sus diferencias. Aunque sea con un árbitro de por medio. Fernández tiene una cercana relación con ambos, aunque por carriles apartados. En San Juan, la lista giojista seguirá manteniendo su identidad tanto en el Consejo como en el Congreso Provincial del PJ. En lo Nacional, estos matices tendrán que quedar relegados.
Como gobernador, Uñac tendrá seguramente un lugar protagónico en la escolta de Alberto. Gioja, que entregará la conducción partidaria ese día, pasará a ocupar otro sitio de menor visibilidad, aunque no menos relevante. Sacará a relucir el oficio que mejor ejecutó durante todo este tiempo: el de operador tras bambalinas.
Hay un ensayo previo. El presidente puso a un referente de su máxima confianza a coordinar la interna partidaria, aunque su identidad no trascendió. Está acoplado a Gioja, abocados ambos a este armado que persigue dos efectos: uno hacia el exterior y otro hacia el interior del Frente de Todos.
Hacia afuera, apunta a fortalecer la imagen del presidente frente al embate de la oposición. De hecho, la cumbre del 17 de octubre tuvo un carácter de réplica hacia la seguidilla de banderazos estimulados por la conducción del PRO y de la UCR. El oficialismo nacional mira con preocupación el desgaste que están generando las expresiones de derecha. Tener a todo el PJ encolumnado detrás de Fernández, sin fisuras, sería darle mayor fortaleza política.
Pero la presidencia del PJ en manos de Alberto también tendría un efecto hacia adentro del Frente de Todos. Como ya sucedió en otras ocasiones, la convivencia del justicialismo con otros partidos políticos tiene sus bemoles. El socio mayoritario de la alianza que llevó al poder a la fórmula Fernández-Fernández se beneficiaría con la jugada, al apropiarse de la figura del Jefe de Estado. Puede sonar a pequeñez, en el marco de la crisis que atraviesa el país, pero es otro de los ruidos que está mereciendo discusión por estas horas.
Alberto tiene su propia fuerza orgánica, el Partido del Trabajo y la Equidad (Parte). Sin embargo, él sigue siendo afiliado al PJ. De ponerse al frente de la conducción del justicialismo, hasta su propia estructura quedaría relegada a un segundo plano. Es otra lectura indispensable para comprender el alcance de lo que en apariencia es solo una formalidad. El justicialismo busca ordenar las posiciones.
Párrafo aparte merecen La Cámpora, Unidad Ciudadana y el Instituto Patria. Cristina no aparece en la lista de la nueva conducción del PJ. No la cuentan básicamente porque se lo ofrecieron cuando fue presidenta de la Nación y lo rechazó. Menos aún se subiría a la cúpula del justicialismo cuando acaba de publicar una carta con motivo del décimo aniversario del fallecimiento de Néstor, en la que ratifica que la toma de decisiones depende estrictamente de Alberto. “Sos vos, no yo”, fue el mensaje de ella, sintetizado por un intérprete veterano en la política argentina.
Al gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, lo ven bastante más accesible para incorporarlo con racionalidad a la construcción de la nueva conducción partidaria. Sin embargo, el presidente del bloque en la Cámara de Diputados, Máximo Kirchner, sigue siendo un enigma. Todavía no dio una definición al respecto. Anticipan una difícil y larga negociación para acordar los términos.
Por otro lado, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, está totalmente afuera. El líder del Frente Renovador tiene su propia estructura y no podría abandonarla para diluirse en la cúpula pejotista. Esta vez, el tigrense no es motivo de desvelo para los operadores del peronismo. Su no inclusión no será causa de polémica.
Toda esta cocina, además, coincidirá con la víspera de un año clave para el oficialismo, por la proximidad de las elecciones legislativas de mitad de mandato. El reparto de fuerzas internamente debería tener un correlato en la conformación de listas para el próximo Congreso. Aunque nadie lo admite públicamente, una cosa queda directamente vinculada a la otra. Falta una eternidad, más en tiempos de pandemia. Pero en política, el tiempo siempre es relativo.