De aspecto bonachón, simpático y venerado por el todo el
mercado, Bernard Madoff fue por años el más mimado de Wall Street. Dirigió nada
menos que el Nasdaq y fue más que una celebridad, hasta que cayó detenido por
una megaestafa contra todos los que habían confiado en su experiencia, su roce
social y su aspecto de buen tipo. Entre ellos, se supo ahora, el Arzobispado de
San Juan.
En su reporte de movimiento de los fondos en el exterior que
el Arzobispado depositó primero en una cuenta en las Islas Caymán y luego en un
banco de Miami y que le presentó a un grupo de religiosos preocupados por el
destino de ese dinero, consta una pérdida de U$S 223.151 como producto de una
inversión con Madoff. Es decir, más de un tercio del depósito inicial que en el
año 2000 fue de 635.000 dólares. Y que el Arzobispado podrá recuperar, apenas
en parte, en marzo del 2019.
Ese documento fue puesto en manos de un grupo de sacerdotes
que pidió explicaciones sobre éste depósito dolarizado que acumuló la gestión
de Monseñor Italo Di Stéfano en los años 90 al frente del Arzobispado, y que
cayó entre las objeciones por el escándalo desatado por el ex contador de la
entidad Juan Brozina, señalado como presunto autor de una estafa en contra de
la Iglesia local, con propinas y todo.
Esa causa, que se sustancia en un juzgado de instrucción de
la provincia para establecer si el contador desvió dineros de la entidad
religiosa a su propia cuenta, tuvo varios capítulos más. El propio Juan Brozina
dijo primero a los medios y luego al juez que efectivamente había cometido la
maniobra pero que lo hizo para pagar deudas de Monseñor Alfonso Delgado, aunque
nunca pudo ofrecer ninguna prueba sobre eso.
Y también salpicó a la conducción religiosa por supuestos
manejos de ese fondo en dólares depositado en el exterior a principios de siglo
por Di Stéfano. Dijo Brozina que hubo evasión en esa cuenta off shore, incluso
en su repatriación. Y la justicia federal inició un expediente para conocer si
hubo o no delito, un punto sobre el cual no hay demasiadas evidencias.
Lo que sí dejó al descubierto ese contexto fue el manejo de
esos más de 600.000 dólares que Di Stéfano colocó en el exterior en los 90,
primero en la institución financiera 11517 de Grand Caymán que es Santander
Internacional, luego a partir del 2001 en Santander Central Hispano de Bahamas
porque se fusionaron las entidades, y finalmente a partir de 2004 y por orden
de Delgado en el Santander Internacional Miami, donde hoy permanece lo que
queda.
El asunto es que sólo queda menos de un tercio de lo
inicialmente depositado, en gran medida gracias a una fallida operación de
compra de bonos que cayeron en el megafraude global encabezado por Bernie Madoff,
quien por esas cosas de las inversiones globales también se terminó quedando
con los ahorros de los religiosos sanjuaninos. Madoff está preso desde el año
2008 en Nueva York.
Esas revelaciones constan por primera vez en el documento
elevado por la conducción del Arzobispado a un grupo de sacerdotes que pidió
información ante el avance de la investigación judicial por evasión. Fue el 28
de junio pasado, elaborado por el contador Víctor Saiz, nuevo colaborador de la
casa religiosa. En el encuentro, se distribuyó esta rendición de cuentas
informal sobre los movimientos de la inversión en el Santander Internacional
que dejó en claro cómo una tercera parte del capital acumulado por los
católicos sanjuaninos quedó atrapado en un movimientos especulador de fondos
globales.
En realidad, el Arzobispado local fue víctima de una mala
maniobra del banco donde tenía sus depósitos. Atraídos por el atractivo de
altas rentabilidades y la espalda de Madoff, cientos de fondos especulativos
mundiales pusieron sus inversiones en manos de la burbuja financiera que
construyó este gurú de las finanzas. El Santander Internacional armó el Optimal
Strategic US Equity, para suscribir los bonos que manejaba Madoff y Bernard L.
Madoff Investements Securities LLC (BMIC).
Entre ese dinero había 281.223 dólares del Arzobispado
sanjuanino, atraídos por una rentabilidad promedio del 15% en dólares: un
anzuelo verdaderamente tentador. El escándalo de Madoff sobrevino en diciembre
del 2008, con una pérdida para la casa religiosa sanjuanina de 223.151 dólares,
según se reporta en el informe del propio Arzobispado
El resarcimiento parcial acordado con el Fondo Optimal es de
89 acciones preferentes a valor nominal de U$S 1.500, que a fines del año
pasado cotizaban a 1.275 dólares. Es decir que si la hubiese querido negociar a
fin del año pasado, habría obtenido 113.475 dólares, la mitad de los dólares reportados a pérdida y con 7
años de intereses en el medio (desde 20008 a 1015). Y en marzo de 2019, fecha
de call, podría recibir 133.000 dólares, más de 10 años después.
Ese fue el precio de las apuestas de riesgo como las de
Barnie Madoff, un financista que hizo gala de su imagen para capturar a miles
de desprevenidos a los que metió en su burbuja, de la mano de la promesa de
rendimientos asombrosos que prometía: si la tasa de interés era irresistible y
la espalda era de Madoff, el riego era menor.
Así defraudó a cientos de familias ricas estadounidenses y a
muchos fondos de inversión, que a su vez arrastraron a sus clientes en esta
bola de nieve. Como fue el caso del Arzobispado de San Juan.
Madoff administraba una especie de club secreto que iba en
paralelo a la parte lícita, gestionada por sus hijos. Prometía suculentos
retornos y seducía en sus campos de golf, o por medio de una amplia red de
filantropía. Sus clientes, en su mayoría, eran los llamados hedge funds, es
decir fondos de cobertura.
La trama era así: un fondo "x" creaba una cartera
de inversión con una cesta de acciones para atraer capital. A su vez, ese fondo
ponía el dinero en manos del gurú Madoff. Estos fondos estaban apalancados, lo
que multiplicaba el valor de la inversión. Sobre esa construcción -inversión
real multiplicada con créditos- Madoff generaba, sobre el papel, los retornos
que prometía. El problema es que con ese sistema -capaz de multiplicar el
dinero como si fuera un milagro- las pérdidas pueden ser enormes.
Los inversores no prestaron atención ni sabían el riesgo que
corrían, porque Madoff no operaba un hedge fund como tal, sino una especie de
"oficina trasera" que le permitía esquivar los controles de auditores
externos, los que garantizan realmente que existen activos para respaldar las
inversiones.
La única firma que al parecer supervisaba sus cuentas era un
pequeño despacho de abogados con sede en New City, a las afueras de la ciudad
de Nueva York, que también invertía en la firma. Pero el riesgo se consumó y el castillo de
naipes de Madoff se derrumbó a pedazos.
Entre las grandes víctimas de Madoff figuran el BNP Paribas
o grandes inversionistas de equipos profesionales de EEUU, como los
Philadelphia Eagles de fútbol americano o los New York Mets de béisbol. Entre
los miles más chicos, la casa religiosa de San Juan.