Primer destino de una Cristina de mejor semblante, San Juan sirvió a la presidenta para mostrarse fuerte después de YPF. Para la provincia, todo ganancia: vidriera y buenos gestos. Por lo demás, anuncios que ya se conocían. Por Sebastián Saharrea.
Se huele en política quiénes suben y quiénes bajan. Y la postal de ayer en la carpa especialmente montada sobre el desierto de Cañada Honda era la de un escenario libre de las tensiones del lunes en la Rosada, capitalizando a la suba las acciones de la Presidenta luego de haber tomado la decisión más gravitante de su gestión, con clima de quien se ha relajado y ha subido un escalón.
Nadie regala nada, en política tampoco. Y nadie recibe una catarata de mimos por portación de rótulo: ni siquiera la presidenta. Ayer, desde el gobernador hasta el último de los concejales, militantes afiebrados por su presencia y hasta empleados de las empresas a las que se conectó por teleconferencia, nadie se abstuvo de hablarle de YPF.
Lo hizo Gioja, dedicándole una definición de “histórico día” al lunes pasado y compartiendo en público la decisión. Lo hicieron los grupos militantes que le gritaban lo que decían sus carteles: gracias por YPF. Lo hicieron todos los que pudieron cruzar con ella una palabra. En todos ellos, más que nada, era como una palabra de aliento para quien –entienden todos- se jugó buena parte de su gestión.
El gesto de Cristina de recalar en San Juan como primer destino post nacionalización de YPF no fue planificado: estaba en el almanaque desde hace tiempo. Pero la oportunidad no fue desaprovechada por el gobierno provincial, que lo primero que hizo fue proclamar su orgullo grande por la visita, en el momento en que se produjo.
La devolución de la presidenta a esa devoción fue del mismo tamaño. Se la vio descontracturada como hace tiempo no se la veía, cómoda, conociendo el sentido de cada obra y sus datos técnicos, y sin necesidad de hacer memoria para saber qué es Chimbas. Mostró además que la sintonía suya con el gobernador Gioja es automática y perdurable: ayer hubo gestos como en el truco, sonrisas cómplices y un diccionario en común.
El resto fue ni más ni menos que el motivo de la visita presidencial. Que tuvo ni más ni menos de lo que se había anunciado: la licitación del Teatro del Bicentenario, el comienzo de las obras de cloacas en Rawson y Chimbas, el anuncio de radicación de la cementera de Rivadavia –que se hizo allí, pero será en Pocito-, la ampliación de la fábrica Vesubio.
Apenas una pizca de plus con la decisión de montar un parque tecnológico en la provincia para desarrollar la energía solar aprovechando el cuarzo local. Que no es poco, pero no fue lo más significativo. Lo central estuvo en lo político, y allí la nota no dejó a nadie insatisfecho.