Esa casa estaba cerca de los fondos de la vieja Bodega Escolar, fabricante de los vinos Maravilla. Allí vivía Juan Roberto Guevara y era el lugar de las juntaderas de sus amigos, algunos de ellos viciosos del alcohol y otros en situación de calle o vagabundos, como Riveros. Entonces no resultó extraño que el lunes 27 de julio de 1981 se reunieran otra vez en esa casa de adobe y corriera el vino.
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Escenario. En este lugar encontraron el cadáver del vagabundo. Foto del diario Tribuna de la Tarde.
En esa ronda se encontraban Guevara, el “Pajarito” Riveros, Daniel Aballay y Ángel Washington “El Mellizo” Landa. Ni ellos se acordaban cuántas horas estuvieron tomando, pero aquello fue un descontrol y la acostumbrada borrachera se les fue de las manos. Ellos mismos después lo confesaron, pero contaron la parte que les convenía.
La versión que dieron fue que, en horas de la tarde, ya muy mareados, perdieron sus frenos inhibitorios y entre abrazos y bromas empezaron las insinuaciones de índole sexual. Hasta que el “Pajarito” les propuso tener sexo y se entregó al resto de sus amigos.
“Palito” Guevara, que padecía cierto retraso y contaba con 39 años, afirmó que él no quiso participar. En cambio, Landa y Aballay se sintieron tentados y aceptaron la propuesta. Los dos lo reconocieron, aseguraron que siempre fue con el consentimiento de Riveros y que ambos mantuvieron relaciones sexuales con él. Pero pasó algo más. Uno de ellos tomó un palo de escoba y supuestamente lo usó de juguete sexual con el “Pajarito”.
La versión
Esto último habría enfurecido al “Pajarito” Riveros, que alejó a Landa y Aballay y los increpó. Los fustigó, al punto que amenazó denunciarlos en la Policía, según los relatos de los propios involucrados. La discusión continuó y se empujaron. No se sabe quién largó el primer golpe, pero Landa, Aballay y supuestamente también Guevara, rodearon a Riveros y le dieron una feroz paliza.
Le pegaron trompadas y después patadas cuando lo tuvieron en el suelo. La golpiza fue tremenda. Riveros quedó exhausto en el piso de tierra y sin poder levantarse. Sus amigos lo dejaron ahí, permanecieron un rato más bebiendo esperando que se recuperara y se marchara, pero el “Pajarito” no se movió más. Uno de los hombres le habló y sacudió su cuerpo para ver si reaccionaba. Y nada. Su rostro estaba pálido, frío y ya no respiraba.
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"Palito". Este era Juan Roberto Guevara. El vagabundo fue asesinado en la casa que este ocupaba. Foto de Diario de Cuyo.
Hugo Alejo Riveros estaba muerto. A partir de ese momento, el espanto fue para esos tres hombres que tomaron dimensión de lo que estaba pasando. Acababan de matar a golpes a su amigo. Qué iban hacer, tenía su cadáver enfrente y no estaban dispuestos hacerse cargo. Sabían que terminarían presos.
La única solución que encontraron fue deshacerse del cadáver. El “Pajarito” era un linyera, no tenía domicilio fijo y a nadie le importaba su suerte, supusieron. Con esa idea, aguardaron a que oscureciera. Asegurándose de que nadie los viera, los tres tomaron el cuerpo de Riveros, lo arrastraron 30 metros y lo tiraron en un baldío al lado de otra casa en ruinas.
El pacto de silencio
Los tres amigos se juraron no mencionar una sola palabra de lo ocurrido. Guevara volvió a su rancho, muy cerca de allí, y los otros partieron cada uno a su casa. “El Mellizo” Landa, de 21 años, era de la vieja villa Enfermera Medina en Capital. Daniel Aballay, de 38, residía en la antigua y ya desaparecida Villa General Benavidez en Chimbas. Su sentido común les hizo creer que alguien encontraría el cadáver y, al tratarse de un vagabundo, todo quedaría como una muerte más de alguien de la calle.
En la mañana del martes 28 de julio de 1981, un obrero que trabajaba en una construcción próxima a las vías y la calle Sargento Cabral pasó por el baldío y vio un hombre tendido en el piso. Se acercó a mirar con la intención de ayudarlo, pero rápidamente se dio cuenta que esa persona estaba muerta. Ese testigo era Juan Molina, que alarmado por la situación corrió a dar aviso a sus compañeros de obra y luego buscó a la Policía.
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"El Mellizo". Ángel Landa, el principal involucrado. Foto de Diario de Cuyo.
En el caso intervinieron los policías de la Seccional 4ta y el juez en turno dispuso el traslado del cadáver de Riveros a la morgue judicial. Desde un principio calificaron el hecho como homicidio. Es que a simple vista detectaron las lesiones. La autopsia lo confirmó. El médico forense determinó que el vagabundo tenía fracturas de costillas, uno de los pulmones perforados y daños en la zona del hígado producto de una brutal golpiza. Para sorpresa de todos, también descubrió signos de que tuvo sexo o fue violado.
A la par que reafirmaban la teoría del asesinato y saltaba el dato de la presunta violación, los policías ya andaban averiguando sobre los últimos momentos que vieron con vida al vagabundo. Pronto surgieron las pistas.. Los vecinos de la zona contaron que el "Pajarito" Riveros solía juntarse en el rancho de Guevara, en la calle Sargento Cabral cerca del paso a nivel del ferrocarril.
Todos detenidos
El mismo martes, los investigadores allanaron esa propiedad y apresaron a “Palito” Guevara. En la comisaría largó todo. Confesó lo que supuestamente sucedió en esa reunión en la que se emborracharon y sobre el episodio en el que Landa y Aballay tuvieron sexo con Riveros y le introdujeron un palo de escoba.
Horas más tarde, detuvieron a “El Mellizo” Landa y a Aballay. Ellos también declararon en sede policial y reconocieron la golpiza, pero negaron haber violado a Riveros. Aseguraron que hubo sexo consentido. Admitieron la utilización del palo de escoba y dijeron que a raíz de esa acción se desató la discusión con la víctima.
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El Tercero. Daniel Aballay, también condenado por la muerte del vagabundo. Foto de Diario de Cuyo.
Contaron que éste los amenazó con denunciarlos ante la Policía y por ese motivo le pegaron, pero que de ninguna manera existió una intención de matarlo. Al tiempo, Landa y Aballay se retractaron y buscaron cambiar la versión sobre el palo de escoba. Pero la declaración de Guevara lo complicó en gran parte.
Los tres fueron procesados por el delito de homicidio criminis causa, agravado por el número de personas. La conclusión de los investigadores judiciales y policiales fue que los implicados en el crimen no dijeron toda la verdad y que primero violaron a Riveros y posteriormente lo asesinaron a golpes porque temían que los denunciara.
Dos fallos
La causa llevó tiempo y recién 25 de marzo de 1985 juzgaron a los tres acusados. Un juez los condenó a prisión perpetua por esos mismos delitos: homicidio criminis causa –matar para ocultar otro delito-, agravado por el número de personas. Sin embargo, los abogados defensores apelaron el fallo y la sentencia no quedó firme.
En 1986, la condena fue revisada por el tribunal compuesto por los jueces Mirtha Ivonne Salinas de Duano, Félix Herrero Martín y Jorge Alejandro Hidalgo. Para entonces, Juan Roberto Guevara ya había fallecido.
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En la actualidad. Así se ve ahora la zona donde mataron al vagabundo. Ya pasaron más de 40 años de aquel asesinato y hay vecinos que todavía recuerdan el episodio.
Los defensores de Landa y Aballay argumentaron que no hubo violación y que la muerte de Riveros fue producto de una pelea entre borrachos. Aseguraron que parte de las confesiones fueron realizadas bajo apremios ilegales con el fin de que se auto incriminarán. Además, destacaron que ninguno de los implicados reconoció que forzaron a la víctima a tener relaciones y que la utilización del palo fue parte de un juego sexual. Así, separaron ese hecho y la posterior discusión y golpiza.
En esa línea, pidieron el cambio de calificación por la del delito de homicidio preterintencional. Esto es que golpearon a la víctima con la intención de hacerle daño, pero jamás quisieron asesinarlo. Así también postularon que, en todo caso, hasta podrían encuadrar esa muerte como un homicidio culposo; o sea, una tragedia por accidente.
Los jueces entendieron que no hubo violación. Eso llevó a que cambiaran la calificación del delito y todo quedó como homicidio simple.
El tribunal de la Sala II de la Cámara en lo Penal y Correccional analizó el fallo de primera instancia y cuestionó algunos puntos. Consideraron que el ataque sexual no fue probado, pues no existían lesiones que así lo demostraran ni tampoco rastros de acciones defensivas en la víctima. Al no haber testigos, las únicas versiones eran las proporcionadas por los implicados y esos dichos siempre hablaron de sexo consentido.
Descartada la violación, se caía la calificación del homicidio criminis causa. Por otro lado, tiraron por tierra la teoría de agravante del número de personas. Guevara había asegurado que los atacantes sólo fueron Landa y Aballay. A la luz de la evidencia, estaban frente a un homicidio simple, según los camaristas. Esto porque discutieron y los dos acusados arremetieron a golpes contra la víctima hasta matarlo.
El 16 de mayo de 1986, los leyeron su sentencia. En ella declararon extinguida la causa penal contra Juan Roberto Guevara debido a que éste ya había fallecido. A su vez, ajustaron la calificación de los delitos iniciales que le atribuían y la dejaron en homicidio simple. En base a esto, anularon la pena de prisión perpetua y en su reemplazo castigaron a Angel Washington Landa a 13 años de prisión y a Daniel Aballay a 11 años de cárcel.