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Historias del crimen

Ocho amigos sanjuaninos, una borrachera y un muerto con un tiro en la cabeza

Una fiesta de jóvenes en la vieja villa Catamarca, en Concepción, se transformó en escenario de una tragedia cuando uno de los invitados recibió disparo. Esto pasó en marzo de 1997 y, aunque el autor del crimen escapó en ese momento, a los dos años fue juzgado.

Por Walter Vilca

La música retumbaba en el rancho. Los vasos de vino y cerveza iban y venían entre esos cinco muchachos y tres chicas que de ratos bailaban sobre el piso de tierra en la vieja Villa Catamarca, en esa desenfrenada madrugada. El alcohol ya hacía efecto entre bromas y el clima denso, pero como siempre no faltó aquel que quiso bromear o alardear de su fama de malevo y se le fue la mano. Lo que era una fiesta, en menos de un bostezo se convirtió en un caos cuando se escuchó un estruendo y uno de los invitados se desplomó de un balazo en la cabeza.

Veintidós años pasaron y en lo que ahora es el barrio Catamarca en Concepción, Capital, aún se recuerda la trágica y absurda muerte de José Luis “El Joli” Flores por la acción de su amigo “El Casimiro” Agüero en medio de una borrachera. Un hecho que generó dudas sobre sí fue el resultado de una malograda jugarreta o el desquite de alguna rencilla entre ambos.

Nadie era santo, cada uno cargaba su corta historia en esa conocida villa ubicada al borde del canal Benavidez y calle Catamarca. No siempre había un motivo para tomar unos tragos, esa noche del viernes 7 de marzo de 1997 tampoco hubo nada en especial para celebrar, solo un encuentro entre amigos y viejos conocidos de no más 33 años.

Ahí estaban la dueña de casa, Laura Bajinay, con su amiga Carina Flores. De la nada, uno a uno empezó a caer a la fiesta. Entre ellos Juan Sosa, Alejandro “El Cula” de los Ríos, Roberto Leal, Miguel Ángel “El Casimiro” Agüero junto a su pareja Vanesa Páez y José Luis “El Joli” Flores, todos vecinos de la zona. Aparecieron algunas cervezas, los vinos y, con un grabador que sonaba en un rincón del rancho, la improvisada reunión se tiñó de alegría a puro cuartero. Las chicas se turnaban para bailar con los muchachos y las risas, los gritos y la música llenaban de jolgorio ese pequeño rancho de 7 metros de largo por 4 metros de ancho, en donde sólo una cortina de tela separaba la habitación de la cocina comedor.

Cuando menos se dieron cuenta ya era la madrugada del 8 de marzo de 1997. Los tragos empezaron a pegar más de la cuenta y “El Joli” Flores se sentó a charlar al lado de Alejandro de los Ríos. Eran esos momentos en que nadie sabía que hacía el otro producto de la borrachera.

En ese enredo fue que Laura Bajinay sacó el revólver tipo pistolón calibre 22 que tenía cerca de su cama y se lo entregó a Miguel Ángel “El Casimiro” Agüero, quien se lo había pedido. La música seguía a todo volumen y “El Cula” De los Ríos abrazaba a la par a “El Joli” Flores entre confesiones y chistes. De pronto se escuchó un estampido y de la nada “El Joli” Flores cayó vencido y mudo sobre las piernas de su amigo. Cuando éste lo vio tendido en el piso, descubrió que tenía un balazo al costado de la ceja izquierda.

El hermano de “El Joli”, que caminaba por el pasillo que bordeaba el canal y la villa, oyó el disparo y los gritos de desesperación que provenían del interior del rancho de Bajinay y entonces se asomó por la ventana de esa casa a ver qué pasaba. No alcanzó a ver a su hermano en el suelo, pero sí notó que todos corrían de un lado a otro mientras que “El Casimiro” Agüero permanecía paralizado en la puerta y con cara de desesperación. Imaginando que algo malo había ocurrido, Ángel Flores entró corriendo al rancho y encontró a “El Joli” moribundo en el piso y con la cabeza ensangrentada. En la tremenda confusión, algunos se marcharon, entre ellos el mismo Agüero que emprendió la fuga.

Eran alrededor de las 4.30. El propio Ángel Flores y otros vecinos pidieron ayuda y cargaron a “El Joli” en un auto. Al rato llegaron a la guardia del Hospital Guillermo Rawson, pero no hubo chance para el muchacho de 33 años. Los médicos constataron que llevaba varios minutos de fallecido.

Este es "El Joli" Flores, el joven que falleció esa fatídica noche de marzo de 1997.

Los policías de la Seccional 2da detuvieron a todos los que estuvieron en la fiesta, excepto a Agüero que había desaparecido. En el rancho de Bajinay encontraron el pistolón calibre 22 y en el fondo recogieron el plomo de otro balazo efectuado esa noche. Eso daba a entender que hubo un segundo disparo. De hecho, Ángel Flores recordó que un rato antes de la tragedia escuchó otro tiro.

Una de las hipótesis que se barajó en aquel entonces fue que “El Casimiro” salió al fondo con el arma y largó un par de disparos por hacerse el gracioso. La otra  sospecha apuntó a que posiblemente existió una discusión previa y que éste, exaltado por el alcohol, le quiso dar un escarmiento a su vecino y amigo “El Joli”. Laura Bajinay atribuyó todo a un accidente. Y eso mismo sostuvo Agüero tras su captura en los días siguientes. Juró que no era su intención asesinar a su amigo, que lo que pasó fue que se le escapó el disparo.

Entre el 2 y el 8 de marzo de 1999 fue juzgado por el delito de homicidio simple en la Sala III de la Cámara en lo Penal y Correccional. La confusión acerca de qué pasó esa noche de 1997 continuó en el juicio. Agüero confesó que él efectuó el disparo y siguió sosteniendo que fue un accidente. Laura Bajinay respaldó esa declaración afirmando que extrajo el arma porque no quería que su hijo la tomara y “El Casimiro” se la pidió prestada para verla. La joven también relató que le advirtió que tuviera cuidado que el arma estaba martillada, en esos segundos éste la agarró y se le escapó el tiro. La versión de Agüero fue la misma, pero lo que no cerró fue que siempre aseguró que todo esto ocurrió dentro de la cocina comedor donde tomaban y bailaban todos.

Eso contrastó con el relato de Alejandro de los Ríos, que recordó que Agüero estaba en el patio en el instante que se escuchó el disparo y Flores cayó sobre sus piernas. Las pericias balísticas revelaron que efectivamente el tiro fue efectuado desde afuera hacia el interior de la casa. La trayectoria del disparo lo confirmó, como también la ubicación que tenía la víctima y el punto de impacto en el cráneo.

No se probó la intencionalidad deliberada o que haya  existido una discusión o una pelea previa entre la víctima y el autor del disparo. Los jueces José Enrique Domínguez, Héctor Fili y Ricardo Alfredo Conte Grand debatieron sobre si existió dolo y llegaron a la conclusión que sí la hubo, pero eventual. Admitieron que posiblemente Agüero no tuvo intención manifiesta de matar a su amigo pero se representó la idea del resultado y actuó con total desprecio frente a esa posibilidad cierta de dar muerte a otra persona. El 11 de marzo de 1999, el tribunal resolvió condenar a Miguel Ángel Agüero –en aquel entonces de 20 años-, alias “El Casimiro”, a 8 años de prisión por el delito de homicidio simple.

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