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Historias del crimen

El misterio llamado `Yiyo´: el niño que desapareció hace más de dos décadas

Tenía 7 años y desapareció en octubre de 1997. Si robaron al niño, lo vendieron o asesinaron, son algunas de las terribles preguntas que rodean al enigmático caso que lleva ya 21 años sin respuestas. Hubo tres condenados a prisión, pero jamás se supo sobre su paradero. Por Walter Vilca

Por Redacción Tiempo de San Juan

Hoy, él sería todo un adulto. Seguramente un joven alegre o algo introvertido. A lo mejor un catedrático, un famoso jugador de futbol o un digno albañil. Quizás, un soltero con ansias de aventuras o un padre sacrificado. Pero de todos los destinos posibles, no tuvo ninguno, o al menos nadie sabe realmente que fue de él. Lo llamaban “Yiyo” y su caso es uno de los más enigmáticos de la provincia. Tenía 7 años cuando desapareció de una villa de Rawson. Y ya pasaron más de dos décadas, y aunque hubo tres condenados por la sustracción del niño, todavía se lo busca vivo o muerto.

Una típica novela policial, pero real y con todos los condimentos como la marginalidad, una familia disgregada, amigos delincuentes y una que otra curandera. En esa compleja maraña de relaciones se dio el misterioso caso, cuya única víctima fue ese chico llamado Matías Ricardo Villafañe y al que apodaban “Yiyo”.

Liliana Gamboa y Ricardo Villafañe, los papás del niño, vivieron por más de 15 años en Buenos Aires y en febrero de 1997 retornaron a San Juan, a la casa materna de la mujer en Villa Margarita, en Rawson. No pasaron muchos meses que las desavenencias de pareja terminaron por destruir el matrimonio y cada uno tomo por su lado. El hombre regresó a Buenos Aires con el penúltimo de sus hijos -los mayores estaban allá- y Liliana se quedó con “Yiyo”, el menor de todos, en la casa familiar frente a Villa Hipódromo. Ahí conoció a Mercedes Amalia González, conocida por todos como “La Piri”, un oscuro personaje dedicado al curanderismo, a las cartas del Tarot y afecta a las malas juntas.

Ambiente muy turbio

En la precaria vivienda de bloques de “La Piri” en la calle Zapiola de Villa Hipódromo se reunían su pareja de ese entonces, Rubén “El Pato Lucas” Díaz, y sus amigos, todos vinculados al ambiente delictivo: Carlos “El Porteño” Quiroga, Néstor “El Púa” Reyes y Alberto “El Tolengo” Gutiérrez. Liliana Gamboa estableció estrecha amistad con ellos, incluso se puso de novia con el hermano de “El Tolengo”, el maleante y homicida Luis “El Topo” Gutiérrez.

Gamboa se había convertido en intima de “La Piri”, al punto que en agosto de ese año se mudó a la casa de calle Zapiola con su hijo “Yiyo” para ayudarla en los quehaceres domésticos a cambio de la comida diaria. “Yiyo” era sólo un niño de 7 años con problemas de habla, sin escolaridad y que veía pasar los días de esos adultos dentro de un ambiente complicado y con la vida al límite, donde lo anormal por las “juntaderas” y la visitas de los clientes de “La Piri” era algo natural.

Liliana Gamboa tenía ciega confianza en la otra mujer. Eso explica de por qué la mañana del 23 de octubre de 1997, pidió a “La Piri” que cuidara a su hijo mientras ella concurría al penal de Chimbas a visitar a su novio, “El Topo” Gutiérrez, que en aquel momento había caído preso otra vez.

Ella no lo sospechó, pero algo extraño estaban tramando por detrás suyo. Gamboa relató tiempo después que, en realidad, ella solía llevar a “Yiyo” a la cárcel, pero aquella vez González no quiso prestarle la moto con la excusa de que lo amortiguadores estaban rotos y le propuso que fuera en colectivo. También le dijo que dejara al chico en la casa.

Liliana le hizo caso y se fue sola al penal a encontrarse con su pareja. Alrededor de las 14, cuando ella estaba adentro durante el horario de visita, los penitenciarios la llamaron para comunicarle que afuera la estaban buscando. Era un hijo y una nuera de González, que habían llegado hasta allí para avisarle que “Yiyo” estaba perdido.

El principio del final

El jueves 23 de octubre de 1997 comenzaría escribirse la misteriosa, y porque no fátidica, historia del pequeño “Yiyo”. Como en otros casos, al principio se minimizó el hecho y se inclinaron más a pensar que estaban frente a un simple extravío. “La Piri” González se mostraba angustiada y afirmaba que no sabía en qué momento se le fue el niño, que andaba en su bicicleta con las ruedas desinfladas y con su perrito “Milu”. Lo extraño es que ni el perro ni el rodado aparecieron por ningún lado.

Las horas fueron un suplicio y los días un triste peregrinar por los barrios aledaños, las comisarías y los hospitales en búsqueda de ese chico que, literalmente, parecía que se lo había tragado la tierra. Todo parecía confabularse por acción u omisión, si hasta los policías de la Seccional 24ta tardaron 4 días en comunicar al juzgado de turno sobre la desaparición del chico y eso demoró la intervención judicial. Nadie aportaba ni el mínimo dato sobre su paradero, en tanto que González insistía en exhibirse como otra víctima más. Ahí también empezó la tarea para cubrirse y desviar la investigación una vez que tomó intervención la Policía y la Justicia. Y es que esa mujer fue la que instigó a Liliana Gamboa, que obviamente se encontraba desesperada y confundida, para que cargara contra su ex esposo Ricardo Villafañe y lo responsabilizara gratuitamente de haberse llevado al pequeño a Buenos Aires. En esa línea se instaló la versión, a través del falso testimonio de un allegado de González, de que el día antes de la desaparición vieron a Villafañe en cercanías de la casa.

Los días pasaban y todo se enrarecía, más al descubrir el entorno de la mamá de Yiyo en Villa Hipódromo y los sospechosos personajes que concurrían a la casa de González. Las miserias de cada uno, y sus antecedentes penales, salían a la luz y las miradas indudablemente apuntan a “La Piri” y sus amigos. Gamboa tardó en tomar distancia de quien era su supuestamente su amiga y poco a poco se convenció que algo tenía que ver en la extraña desaparición.

La mamá de “Yiyo” fue importante a la hora de aportar los nombres de los sujetos que concurrían a la vivienda y de las extrañas amistades de “La Piri”, entre ellas otra tarotista y el hijo –un ex policía- de ésta de quienes siempre sospechó que tuvieron participación en la sustracción de su hijo. Por otro lado, existían testimonios que indicaban que anteriormente González había participado o intercedido en la entrega de otros niños. La causa entonces dio un giro inesperado y en noviembre de ese año apresaron a Mercedes Amalia “La Piri” González y a su pareja, “El Pato Lucas” Díaz, como sospechosos del posible robo y la venta de la criatura. Las detenciones duraron no más de un mes, pues el juez de la causa no pudo reunir pruebas firmes para incriminarlos y antes de fin de año los excarceló por falta de mérito.

El caso “Yiyo” tomaba estado público con los pedidos de Justicia por parte de sus padres y la defensa en vano de “La Piri”, que al igual que los otros no desaprovechaba las páginas de los diarios o las cámaras de televisión para jurar y perjurar que nada tenía que ver con la desaparición del chico. Los investigadores no le perdían pisada a ella ni a sus amigos, hasta que en marzo de 1998 detuvieron a Fabián “El Púa” Reyes. Presionado o no, el delincuente de 18 años acabó por quebrarse y delató a todos. O al menos esa fue su versión, en la cual reveló que el robo del niño fue planificado días antes en una reunión en el domicilio de “La Piri” en la que participaron “El Pato Lucas” Díaz, Alberto “El Tolengo” Gutiérrez, Carlos “El Porteño” Quiroga y la dueña de casa. En su relato detalló que él mismo sacó a “Yiyo” junto a su bicicleta y a su perro por los fondos del rancho, que lo trasladó hasta la esquina del frigorífico abandonado de las calles República del Líbano y Zapiola. Que en ese lugar lo entregó a “La Piri” y a “El Porteño” Quiroga, que lo cargaron en una moto y que éstos se lo llevaron para entregarlo a dos mujeres mendocinas que andaban en un vehículo.

La declaración fue una bomba y de inmediato ordenaron la captura de todos los nombrados, algunos por su participación directa y a otros por encubrimiento. La investigación se amplió tratando de identificar a esas dos mujeres, pero increíblemente no existió una pista que guiara hacia ellas o el paradero de “Yiyo”. Eso agigantaba la incertidumbre. A la vez aparecían datos falsos y la ansiedad de los padres del niño ante cada llamado telefónico o comentario hacía que la Policía y la prensa se movilizaran detrás de un indicio que siempre llevaba a la nada. A todo eso, Mercedes González lloraba en la cárcel y desmentía a “El Púa” Reyes.

Pese al procesamiento y encarcelamiento de todos los imputados, el misterio entorno a “Yiyo” continuó. Su papá logró que funcionarios nacionales se interesaran por el caso y la Policía Federal colaborara en la búsqueda, pero la intriga prosiguió en una senda sin explicación.

Todo a medias

La causa fue tan compleja y con chicanas judiciales de por medio que los tiempos procesales se alargaron. En marzo del 2.000, al no concretarse el juicio, la Justicia ordenó la excarcelación de todos los acusados al vencerse los plazos de 2 años de la prisión preventiva. Esto permitió que ellos llegaran en libertad al debate oral y público.

Esto fue el 31 de julio de 2.000, fecha en que se vieron las caras Liliana Gamboa con su ex amiga “La Piri” González, la principal acusada. El debate también se extendió por los numerosos testigos y las medidas ordenas por el tribunal. No faltaron los insultos y las amenazas dentro de la sala, en uno de los casos más conmocionante en esos años. El juicio mismo sembró más el enigma. Ninguno de los acusados habló, se encerraron en negar cualquier participación en el hecho. “El Púa” Reyes, el supuesto arrepentido, tampoco largo nada y se desdijo de su confesión anterior. Su explicación: que había sufrido apremios ilegales por parte de los investigadores para autoincriminarse e involucrar a sus amigos.

Por azar o a propósito intentando dar un simbólico mensaje, los jueces Diego Román Molina, Arturo Velert Frau y Raúl Iglesias dieron su veredicto en la Sala I de la Cámara Penal el 23 de octubre. Sí, el mismo día que se cumplían 3 años de la desaparición de “Yiyo”.

La sala estaba abarrotada de periodistas y familiares del chico desaparecido desde el mediodía de ese lunes gris. La expectativa por el fallo fue agónica, igual que esas infinitas horas que duró la lectura de la sentencia. Pasadas 22 se escuchó la sentencia: Mercedes Amalia “La Piri” González fue condenada a 12 años de prisión por autora intelectual y material de la sustracción del chico. Carlos “El Porteño” Quiroga fue penado a 10 años de cárcel por coautor de la maniobra. Néstor Fabián “El Púa” Reyes también fue condenado, pero su pena quedó en suspenso dado que era menor al momento de cometerse el delito y entonces el tribunal dispuso una serie de medidas tutelares antes de fijarle una pena. Su mala vida, posteriormente, le valió que lo sentenciaran a 10 años de prisión por el caso.
Los que zafaron fueron Alberto “El Tolengo” Gutiérrez y Carlos “El Pato Lucas” Díaz, a los que absolvieron por el beneficio de la duda. Es que nunca pudieron probar su participación pese a la declaración inicial de Reyes que involucró a todos ellos. A decir verdad, los jueces y el fiscal Gustavo Manini fundamentaron su posición por la condena a partir de esa confesión que parecía contundente como prueba, pero a la vez floja porque no explicaba con certeza todo lo ocurrido y el posible destino del chico.

El fallo no conformó ni a uno ni a otros. Los condenados salieron desconcertados, González no aguantó el llanto frente a lo que consideraba una injusticia. Si bien continuaban en libertad, sabían que más tarde o más temprano los llevarían de vuelta a la cárcel, tal como ocurrió semanas después.
Liliana Gamboa, que apretaba en sus manos la foto de su hijo mientras escuchaba el fallo, quedó con un sabor agridulce y los insultos contra González atragantados en la garganta. Ricardo Villafañe, el papá, fue duro y crítico. Esperaba la condena de los cinco acusados, pero además quería saber dónde estaba su nene. Jamás tuvo una respuesta.

“Yiyo” sigue siendo un gran misterio hasta la fecha. Cualquier hipótesis es posible. Su destino es incierto. Acaso fue una víctima más de un caso de Trata de personas, de la entrega ilegal a una familia o de un crimen por las más diversas motivaciones. Hoy, él tendría 28 años y las dudas siempre estarán sobre si se encuentra vivo o muerto.

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