Por fin en la Casa de la Bondad le encontraron explicación a los cachetes sonrojados que el hombre sin memoria luce a diario. En el pueblo donde nació los vecinos que lo conocen lo apodan el "Tomate” debido al color que toma su cara de a ratos. ¿Cómo se enteraron de este dato? Mirtha Cuadros, la directora de la institución, informó que la llamó el intendente de Villa Unión, San Luis, para informarle que un vecino había reconocido al hombre que no sabe quién es, que se llamaba Miguel Muñoz, que era oriundo de la pequeña localidad pero que siempre fue un trotamundos y que en el pueblo no se sabía nada de él desde hacía mucho tiempo.
Miguel Muñoz nació en Villa Unión, una localidad ubicada al sur de Villa Mercedes, San Luis, en donde viven aproximadamente 3.000 habitantes. El pueblo es más bien rural, muy tranquilo. Allí tiene una hija de 15 años, sobre quien no trascendió su nombre, y una tía de 83 años enferma de cáncer, quien no puede hacerse cargo de él. Además tiene un amigo y fue él quien lo reconoció en los medios de comunicación cuando se viralizó la noticia del hombre sin memoria que publicó Tiempo de San Juan.
Los otros datos que se conocieron es que tiene 51 años, que calza 41 y que toda la vida se dedicó a viajar. Dicen que si pasaba un camionero y le decía si quería acompañarlo a alguna lejana provincia, él aceptaba sin problemas.
Fue entre viaje y viaje como llegó a San Juan. Instalado acá vivió en una verdulería ubicada en Libertador y Pueyrredón, Santa Lucía. Fue allí donde lo golpearon con un palo, perdió masa encefálica y olvidó su identidad.
Todos estos datos fueron aportados por el intendente de Villa Unión a la directora de la Casa de la Bondad, pero no han sido confirmados por la Policía. Este medio intentó comunicarse con los familiares de Muñoz, en la localidad puntana, pero desde la comisaría informaron que de lunes a viernes trabajan en el campo y que retornan los fines de semana a su hogar.
Mirtha contó que Miguel tiene muy buen ánimo, que les aprieta la mano a los cuidadores en clara señal de afecto y que poco a poco va incorporando nuevas palabras a su vocabulario. También indicó que lo suben a una silla de ruedas. Al lado de su cama hay un paciente muy enfermo, que tiene Alzheimer, con él también charla y ambos se ríen a carcajadas hablando cosas sin sentido, pero con el humor intacto.