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Opinión

Milei, ¿el mal menor para Orrego?

Pasó una semana, como si fuera un año. Balance político y económico para la nueva administración de San Juan. Luces anaranjadas, una línea que entusiasma y un regreso esperanzador.

Por Sebastián Saharrea

Cuatro meses y medio antes del crucial balotaje del domingo pasado, los sanjuaninos ya teníamos una certeza: a partir del 10 diciembre, el gobernador será Marcelo Orrego. Y hace menos de un mes atrás, tuvimos otra: el presidente que resultara para acompañar en el período 23-27 al santaluceño no sería el de su preferencia, eliminada como fue Patricia Bullrich.

Señala de manera indeleble la historia de 40 años de democracia y federalismo tan particular como el argentino, que la suerte de un gobernador de una provincia lateral como lo es San Juan depende (tristemente) demasiado de los éxitos o fracasos de la gestión nacional. Se corresponda o no a la misma coloratura política, no hay margen para descollar en una provincia como ésta si no acompaña el Presidente. Y viceversa.

Deriva ese razonamiento en un desafío muy particular por parte de una fórmula establecida para conducir a San Juan con una luz de plazo insólito de casi medio año de anticipación: identificar entre las dos opciones disponibles hasta el domingo (Milei o Massa) al que más se ajustara al esquema de poder provincial, al que mayor garantía ofreciera de reciprocidad política, y al final también al que le tuvieran más fe en la gestión nacional. A la que irá atada, está dicho, su propia suerte.

Ninguno de los dos ofrecía porcentajes de respuestas afirmativas satisfactorias. Habría que bucear entonces sobre los grises para encontrar consuelo. Y como el mundo entero conoce, la pulseada se decantó el domingo por goleada del lado del libertario, por lo que ahora sólo será posible evaluar como reverbera la fórmula Milei presidente-Orrego gobernador. Relegando a una eventual irrupción de Massa a lo que pudo haber ocurrido, pero no ocurrió.

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Aunque ya lejano, valioso para el análisis de esto último. Massa parecía una pieza factible para la relojería del esquema político de Orrego, huérfano de referencia nacional y a la búsqueda de algún interesado en albergarlo. El aún ministro de Economía había anunciado la rimbombante gestión de coalición, pero parece que en San Juan no despertó demasiado entusiasmo. Ni en el entorno del gobernador ya electo con (demasiada) anticipación, ni mucho menos entre los sanjuaninos que lo relegaron a un segundo lugar cómodo con menos del 40% del caudal electoral.

Le temía Orrego en una eventual gestión de Massa a ser salteado de manera olímpica por los intendentes peronistas que se habían quedado con la caja provincial, pero se permitían soñar con la caja nacional. Sumado a la vigencia de Sergio Uñac como senador nacional y sus vínculos con muchos de los intendentes y diputados provinciales, doble problema.

No le inspiró demasiada confianza ese discurso aperturista de Massa, ni siquiera ese apodo de “ventajita” que lo ubicaba en posición de superar compromisos previos en el peronismo. Y que lo ponía con margen para explorar sociedades en San Juan que fueran más allá del PJ clásico de Uñac-Gioja y al propio massismo de Franco Aranda. Desde esa óptica, Orrego podría haberle calzado perfecto a su interés político y a su discurso de coalición. Pero el orreguismo jamás se sintió atraído ni sensibilizado por eso que consideraba un canto de sirena.

Para ellos, la amenaza desde el peronismo local era más real que cualquier otra cosa. Como tampoco les resultó atractivo un eventual aterrizaje suave de las actuales dificultades económicas postulado por Massa, frente al aterrizaje forzoso no apto para débiles que conjugó el nuevo presidente.

Con Milei también subyacieron desconfianzas intensas en campaña, pero el orreguismo lo fue convalidando ya con anterioridad como la opción “menos peor”. No tanto por una evaluación de eventual gestión propiamente dicha, los pros y los contras de cada uno, sino por su perfil político, definición de afinidades.

No fue un asunto un posible impacto. La eventualidad de que las medidas de shock que anuncia el flamante presidente terminen torpedeando la sala de máquinas de la gestión provincial de Marcelo. Como podría ser una rebaja de impuestos generalizada como la que viene hablando desde siempre el libertario: si eso alcanza Ganancias o IVA -que son los dos impuestos más importantes del país, percibidos por el gobierno federal y luego distribuidos a las provincias- eso podría golpear sobre las cuentas públicas provinciales como ninguna otra cosa. Igual, no hay material para espantarse porque en el actual camino electoral el ministro Massa ya ejecutó la eliminación de Ganancias para los altos sueldos, y eso ya provocó un rebencazo en los ingresos de la provincia.

Ni hablar si se produjera el anunciado aterrizaje del proyecto de eliminación de la coparticipación federal, en el cual San Juan disfruta de un generoso índice de 3,5% desde los tiempos de Leopoldo Bravo producto de una provechosa negociación del caudillo bloquista con el entonces presidente Alfonsín. Y que San Juan no justifica bajo ningún aspecto, ni por población ni por superficie, ni por nada.

Resignados a vivir con lo nuestro, como se escucha en la nueva administración, San Juan podría verse ante la chance perder gran cantidad de recursos. Lo que pone a imaginar contactos inverosímiles hoy, desde lo político. Como sería un eventual llamado del gobernador Orrego a los legisladores nacionales para votar en bloque. El problema es que hoy Orrego tiene igual cantidad de manos propias en el Congreso que los sanjuaninos que responden a Milei, menos incluso que los peronistas.

Y allí anida la principal dificultad orreguista al menos en estos dos primeros años de su gestión, que podría mejorar en las parlamentarias del 2025. Encima, su relación con al armador mileista en San Juan, José Peluc, no pasa por buen momento. Por definirlo de una manera amable. Todavía flotan las esquirlas del frustrado armado opositor de este año, en el que Peluc se sintió desplazado y señalado de oficialista. Debió buscarse nuevo rumbo, y justo lo encontró a Javier. Vueltas de la vida.

Frente a la ríspida relación política de Orrego con el líder de Milei en San Juan –por ahora, hay que decir- hubo en la foto de la celebración de la gente de Javier en la provincia una buena noticia para el flamante gobernador. Es la reaparición de Martín Turcumán, un dirigente muy allegado a Orrego y que supo sonar para ocupar candidaturas en territorio del nuevo oficialismo provincial, pero reporta en las filas de ADN. Es decir, la nave nodriza de Milei en la provincia, donde reporta también Peluc. A Turcumán no se lo vio más desde que pulseó sin éxito para que toda la oposición fuera junta en la provincia, casi una profecía. Hoy está de vuelta.

Tal vez haya sido un gesto de la gente local de Milei para recomponer los lazos con Orrego ahora que Javier concretó su llegada a la presidencia. Si así fuera, inmejorable novedad para la gestión sanjuanina que dispondrá en los próximos dos años de sólo un par de legisladores nacionales, sin senadores y con apenas un tercio de los legisladores provinciales. Y encima, el Tribunal de Cuentas en contra con la designación de mayoría uñaquista-giojista.

La puerta de entrada institucional para Orrego al entorno de Milei es el designado ministro del Interior, Guillermo Francos. Otra buena noticia, porque se trata de un hombre de la política, con roce y sentido común. Conocedor de que se trata de una negociación, y como tal debe tener algo para ofrecer en el bolsillo. Ya sea obras, presupuesto o algo atractivo para las provincias, en ese lenguaje que por ahora el mileísmo no conjuga.

Sabe Francos que los orcos, como rotuló Macri a los gobernadores peronistas, acechan del otro lado, Kicillof a la cabeza. Para compensarlos, deberá acordar con los más cercanos, consiente que Milei no tiene ningún gobernador propio. Los que le quedan más cerca son los JxC, pelotón que integra el sanjuanino.

La mala noticia es que la presentación de credenciales de Milei sobre el tema fue el anunciado fin de la obra pública. Sin precisión sobre a qué se refiere, si a autopistas factibles de ser privatizadas o también a barrios del IPV y escuelas sin atractivo en concesiones.

A lo que apuesta Marcelo para tener mayor llegada es a la ficha de oro: Roberto Basualdo. El ya casi ex senador tiene excelente relación con Mauricio Macri, claro factótum del triunfo político de Javier Milei. Fue el ex presidente quien lo tomó del brazo ante la derrota en primera vuelta, le ofreció su experiencia en discurso público, lo rodeó y le aportó esa aureola de digeribilidad de la que no disponía el ahora presidente en su versión desaforada.

En la órbita de Macri también operan gobernadores y funcionarios interesados en lubricar la obra pública y los recursos a las provincias, lo que incluye también al cordobesismo de Schiaretti. De reciente incorporación y evidente interés en contar con fondos para Córdoba. Un alivio para Marcelo: no estará solo sino escoltado por gente de peso en esa pulseada.

Claro que por estas horas aún no queda claro cuál será exactamente el rol ni de Macri ni de nadie en el armado de Milei, pese a que el ex presidente exhibe margen de maniobra profunda con la llegada de Patricia Bullrich y Luis Caputo. Todo en evolución, o como se lo quiera llamar.

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